Los vecinos de Granillar Bajo, un barrio de la capital cercano a San José del Álamo, viven en pleno campo. Parecen unos privilegiados por vivir en la naturaleza, pero no lo son. Desde hace años soportan las aguas fecales que salen de las alcantarillas que cruzan la única calle en donde se alinean sus casas.

Los pocos vecinos que viven en la zona -unos diez- se quejan de que el problema viene desde hace tiempo sin necesidad de que llueva. "Los operarios vienen cuando les llamamos, destupen y se marchan.

A los pocos días, las aguas fecales vuelven a emanar y el hedor es insoportable", dice María Jesús Torres, una de las vecinas. Emalsa, por su parte, asegura que ya ha cambiado 18 metros de tubería en la zona pero los vecinos dicen que sus problemas persisten.

Mientras tanto, los vecinos se quejan del hedor y suciedad que emana de las alcantarillas, de los mosquitos, moscas y ratas que las aguas fecales atraen. Pero también de que el agua se filtra por el terreno utilizado por algunos vecinos par plantar verduras y hortalizas de autoconsumo.