Una vez más, las calles de Las Palmas de Gran Canaria se convirtieron ayer, con la Gran Cabalgata, en la representación más evidente de las ganas de fiesta y diversión que tienen los grancanarios, desde Agüimes a Gáldar, desde Tejeda a la capital.

Cerca de 200.000 personas volvieron a participar en el evento más multitudinario que se celebra en todo el Archipiélago canario y que, pese a quien le pese, resultó de nuevo un éxito de convivencia, aunque se haya registrado algún conatillo de violencia entre cuatro changas, según indicó la Policía Local capitalina, no sin matizar que la cifra resulta casi anecdótica en medio de la marabunta que ayer atravesó la ciudad, de punta a punta, durante casi ocho horas de recorrido.

A las nueve de la noche, la última carroza del Carnaval abandonaba El Sebadal, advertida sobre el espectáculo en que se había convertido la ciudad, con hombres araña, perros dálmatas, avatares, curas, obispos, monjas, toreros, gitanas, viejos, viejas, futbolistas, teletubbies, payasos, picapiedras, alguna pelandrusca... De todo hubo. Por haber, ayer un grupo se disfrazó de pedazos de queso...

La demostración de imaginación ofrecida por las cientos de miles de mascaritas grancanarias no tiene parangón, quizá, en ningún punto de Europa. Por eso, desde los balcones de las viviendas, desde Albareda al parque, desde allí hasta Presidente Alvear, pasando por León y Castillo y alcanzado el parque de San Telmo, los vecinos permitían e incluso animaban el relajo, salvajemente divertido, que caracteriza nuestro Carnaval.

La presencia, cada vez más numerosa, de turistas en las calles de Las Palmas de Gran Canaria sólo confirma el repunte de unos festejos en los que ya se mira la isla vecina, tanto en sus pasacalles como en sus galas y concursos.

Desde primera hora de la tarde, los guiris llegaban a la Estación de San Telmo, cámara en mano, y comenzaban a tomarse algunas cervezas en el quiosco modernista.

Su cara de asombro con las primeras mascaritas que se encontraban era como las de aquellos biólogos que, por ejemplo, hallaron al primer ornitorrinco. El segundo ya no impresionó tanto, como sucede con las mascaritas, pero el shock de haber visto la primera es lo que se llevaron aquéllos y éstos a casa.

NOVEDAD. La gran novedad del Carnaval 2010, que ya se nos acaba en sólo siete días, es la especie de sambódromo en que se ha convertido este sábado el Santa Catalina, con las carrozas atravesando el parque y más de mil personas disfrutando de su marchón desde las gradas.

Si hay que poner un pero, es que la música de las carrozas se mezclaba con la que generaban los grupos desde el escenario diseñado por Víctor Medina y Hamid Blell. Entre una y otra -músicas-, aquello era un guineo sólo soportable con tres copas de ron o, en su defecto, cuatro de vodka. Y el DJ del Parque, por cierto, con lo de la mano arriba cansó incluso a los mancos.

A la marea carnavalera y espontánea de los ciudadanos de toda la Isla se sumó, de manera más organizada, toda la nobleza de los festejos de 2010. Es decir, la Reina y sus Damas de Honor y el Drag Mandrágora con uno de sus geniales compañeros de actuación. En el escenario demostraron también ayer la raza y el ritmo las comparsas Aragüimé y Kisamba, la murga femenina Crazy Trotas, el grupo Sr. Natilla -con sus hits actuales del tipo Cold Play- y uno de los DJ de Promaster.

Incluso, se pudo ver a alguno de los cerca de 200 policías desplegados para la seguridad de todos en los festejos -102 de ellos guardias municipales- mover disimuladamente la cadera, mientras no quitaban ojo a quien lo mereciera, que no era el caso de las decenas de niños que, con bolsas, esperaban el paso de las carrozas a la caza de caramelos voladores.

Otros, también con bolsas, esperaban a los colegas para comenzar el penúltimo botellón de las carnestolendas.