La singularidad de la lluvia de flores de la Catedral y su tradición secular ha movido a instituciones de Las Palmas de Gran Canaria y de la Isla a promover que sea declarada Bien de Interés Cultural, lo que el Obispo de Canarias, Francisco Cases, estaría dispuesto a apoyar, según manifestó ayer.

Un año más, ayer se revivió en la Catedral de Canarias el ascendens Christus in altum dedit dona hominibus (subiendo Cristo a lo alto envió bienes a los hombres) que el obispo Codina expresó en Las Palmas de Gran Canaria en 1854 en la tradicional lluvia de flores que se vive los días de la Ascensión en la Basílica de Santa Ana, singular ceremonia cuyos orígenes se remontan a 1649.

Esta ceremonia tiene lugar el día de la Ascensión, después de acabada la Eucaristía y mientras los canónigos cantan con el Santísimo expuesto, desciende una bellísima lluvia de pétalos de flores desde la cúpula y cimborrio del templo catedralicio derramándose sobre Jesús Eucaristía custodiado en el bello ostentorio, singular y valiosísima obra original del orfebre cordobés Damián Castro, del siglo XVIII, al tiempo que un grupo de niños y niñas ronda el altar y devuelve pétalos que vuelcan sobre el Santísimo Sacramento, en señal de gratitud.

Previamente a la lluvia de flores tuvo lugar la misa pontifical, presidida por monseñor Francisco Cases, concelebrada con el Cabildo Catedral y participada por fieles que ocuparon en su totalidad todos los bancos distribuidos en las naves del templo, a los que hay que unir decenas de sillas auxiliares que fueron habilitadas y ocupadas, además asimismo de las personas que participaron y luego presenciaron la ceremonia floral de pie.

En la homilía, el prelado se detuvo en el significado de la lluvia de flores y explicó que el Señor, cumplidos los días después de la Resurrección, para tranquilidad de los apóstoles dejó dicho: "estaré con vosotros hasta el final de los tiempos", subió a los Cielos y desde allí envía dones a los humanos en la Tierra: la Eucaristía, la Palabra, el perdón, la Virgen, etcétera?; y también hombres y mujeres, los humanos que deben ser testigos y testimonio del mensaje de Jesús.