Al César lo que es del César y a Van der Does lo que es de Van der Does. Si un curioso se da una vuelta por el Museo Histórico Militar de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, por mucho que busque, no va a encontrar dignas referencias a la batalla de Cruz del Inglés, en 1599, en la que los grancanarios rechazaron el ataque de Pieter Van der Does y su ejército, una gesta nada despreciable, a juzgar por el talante del holandés, que no era, precisamente, una ONG con jubón.

Este asunto tiene un tanto sublevados a los presidentes de los clubes de Gran Canaria, asociados en Asoclub, que han presentado un manifiesto denunciando la discriminación. "Queremos hacer llegar al Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias nuestra preocupación y nuestra queja por lo que entendemos unos contenidos expositivos muy desequilibrados y notoriamente sesgados en favor de la historia militar de Tenerife y en detrimento de la de Gran Canaria", expone el director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, Tomás Van de Walle, marqués de Guilsa Guiselin, que ha sido quien ha presentado la moción.

Van der Does recibió lo suyo en la erróneamente conocida como batalla de El Batán, es más correcto Cruz del Inglés, según Bèthencourt Massieu, en la que las cabezas de algunos de sus subalternos acabaron ensartadas por picas en señal de escarnio y para atemorizar a los que aún quedaran con ganas de pelea. Las islas siempre han sido un caramelo por lo de la bendita tricontinentalidad, y muchos han sido en la Historia los que han querido apropiarse de un gozne de la puerta comercial.

Este episodio del pasado insular, como recuerda Van de Walle, citando a Rumeu de Armas, es "el hecho político, militar y naval más importante ocurrido a lo largo de la Historia de Canarias". Oiga, si lo decía Rumeu, merecería algo más que un par de grabados de trámite. Más que sea un arcabuz, voto a bríos.

Pero es que hay más. Hubo otro inglés antes que Nelson al que se le rizaba la peluca con solo pensar en saquear una isla del Archipiélago. Nada menos que Sir Francis Drake, pirata él, nacido en Tavistock para más señas, y que en 1595 se trajo nada menos que 28 navíos con 4.000 hombres para desembarco, que también salieron trasquilados por su osadía. En la primera tentativa, vía el antiguo Castillo de Santa Catalina, el recibimiento no fue precisamente cálido, lo que les hizo retirarse a lamerse las heridas. En la segunda embestida, en Arguineguín, parece ser que los antepasados de Silva y Valerón les corrieron a garrotazos y pedradas. No hay más que leer el poema de Cairasco de Figueroa Templo Militante para hacerse una idea de la magnitud de la hazaña.

Pues tampoco, en el Museo no hay una referencia "equilibrada" a este capítulo. El centro cultural pertenece al Mando Militar de Canarias y a las órdenes castrenses se pone Asoclub para prestar, "de forma desinteresada", toda la colaboración necesaria para desfacer el entuerto. A su entender, "un museo que lleva el nombre de Histórico Militar de Canarias no puede continuar obviando las gestas militares de Gran Canaria, centrándose casi en exclusividad en las de Tenerife". Y que conste que no se quiere encender la mecha. Ay, madre.