Piedad parece atrapada por el afecto y el amor que siente hacia su madre biológica. Los psicólogos y trabajadores sociales descartan, por el momento, cualquier medida de acogimiento preadoptivo, pues ese "estrecho vínculo emocional" desaconseja una decisión en ese sentido.

Tampoco es viable que Ángeles Suárez se ocupe de su hija. Lo dejan claro los informes. "La convivencia sería perjudicial para la evolución psicológica y afectiva de la niña", según recoge la sentencia que acaba de confirmar, por segunda vez, el desamparo declarado por la administración sobre la menor. Los problemas no son sólo económicos y laborales, pues entre madre e hija se han invertido los papeles.

Así lo recogen los técnicos en sus informes, porque es la niña la que se "preocupa" por la "salud" y "el estado de ánimo" de su progenitora, incluso adopta un "rol protector" que no le corresponde a su edad. Piedad se ha pasado la mayor parte de sus nueve años de vida en centros de acogida, con el único paréntesis de los dos años y medio que vivió en Tenerife, con Soledad Perera, la madre que la acogió en su casa de La Orotava, hasta que los jueces frenaron ese proceso y ordenaron la reintegración biológica, que ha fracasado.

Y es que el caso Piedad está jalonado por un cúmulo de errores administrativos y desaciertos judiciales que han llevado a la niña a un centro de acogida, quizá hasta que cumpla los 18 años. Igual es aventurar demasiado, pero eso es lo que se desprende de los informes. Al menos, por el momento.