Gran Canaria es como la sal de fruta. Se le echa agua y explota como la espuma, una espuma que ayer de medianías a cumbre era de un potente rosa de almendro. "Ponga en su libretilla que esta isla es maravillosa, amigo", exige Juan Antonio Marrero, de 63 años, que junto con Orlando Rodríguez, de 71, llevan cinco horas pateándose Cruz de Tejeda y Artenara a ritmo de marcha militar y que hacen un alto delante de un caidero con helechas que parece puesto adrede por el Patronato de Turismo.

En lo más alto, en el Pico de Las Nieves, a 1.949 metros en vertical sobre la marea, Pepe Huertas, dentro de su tienda de aceite y vinagre rodante medía cuatro grados de temperatura mientras despachaba dos chocolates calientes a Paula Gorolova y Dani Vidal, a punto de un choque térmico porque venían de una mucho más cálida Maspalomas. En el Pico, aunque no cayera la nieve que le da el nombre, había un trajín importante, de turistas, de ciclistas, de isleños que fueron a por copos y salieron congelados, principalmente por el borde de las orejas. Era un frío que mixturado con la humedad daba los mismos resultados que el nitrógeno líquido y el cero absoluto. Así estaba la cosa hasta que llega Manfred Buhl, de Recklinghausen, Renania del Norte, a calzón limpio: a sus 63 años se plantó en la veleta de la isla desde San Bartolomé de Tirajana por el camino de Cruz Grande en solo tres horas.

En 'territorio almendra' quedaba impresionado por una postal sobre la que cayó el récord de la isla entre el martes y ayer, con 52,7 litros en Cortijo Huertas, una forma de anunciar que la Fiesta del Almendro arranca así regada este sábado con Periquito Manuel, Epifanio y Mamerta, una obra de teatro como entrante a lo que vendrá hasta el 6 de febrero, su día principal.