El agua y el barro llegaban por aquí. Entró tal cantidad de agua que se me mojaron hasta las escrituras". Gustavo Ramírez asumía ayer con resignación un trabajo inesperado: conseguir que el sótano de su vivienda de la calle Tristana, en el barrio de San Antonio, dejase de parecerse a una piscina. A última hora de la noche del domingo llegó a Gran Canaria, y lo único que pudo hacer fue llevarse las manos a la cabeza e iniciar una lenta tarea en la que seguía enfrascado doce horas después. "Hemos tenido que tirar muebles estropeados. Y todo porque las alcantarillas no daban abasto", apuntaba mientras su esposa continuaba con la limpieza. El suyo no fue un caso aislado. Numerosas viviendas de la urbanización La Hoyeta, donde está su hogar, sufrieron el mismo problema. Protección Civil contabilizó hasta ocho casas anegadas, pero los vecinos aseguraban que el número era de casi 50. El problema, una red de alcantarillado insuficiente a la que desemboca el agua que cae sobre San Juan.