Los parques cerrados con vallas y vigilados por guardias privados fueron muy criticados hace años cuando otro gobierno municipal extendió esta práctica a una decena de zonas verdes del municipio. Sin embargo, más de una década después, los usuarios de estos parques no sólo se han acostumbrado a estas restricciones, sino que las demandan como medida de seguridad para disfrutar con tranquilidad de los espacios comunes de la ciudad.

"Si quitan a los securitas es un error porque esto volverá a llenarse de indigentes y toxicómanos y no vamos a poder venir con nuestros nietos a pasear", asegura José Araña, un jubilado de La Isleta que cada mañana se toma un cortado en la terraza del parque del Castillo de La Luz. "Sin vigilantes esto será un caos", dice el encargado de la misma terraza, Adonis Vázquez, "para el negocio sería terrible porque mesas, sillas y varias máquinas se quedan toda la noche al aire libre".

"Si quitan la vigilancia sería una maldad que nos hacen a las madres porque yo, sin guardas, no traigo a los niños a este parque sabiendo la gente rara que se mueve por la zona", dice Carmen, otra usuaria de los jardines del Castillo de La Luz.

Otro motivo de preocupación es el de los propios vigilantes, medio centenar de trabajadores que se quedarán en la calle cuando entre en vigor el nuevo contrato de parques y jardines, ya que su empresa no tiene dónde ubicarlos al perder este servicio. Por ello, muchos guardas recogen firmas entre los vecinos estos días y ya tienen varios miles recolectados.