Pedro González lleva cada año varios ramos de flores a la Virgen del Carmen como agradecimiento. "Le pido que me cuide a mí y a mi familia para que no nos pase nada", dice este estibador consciente de los riesgos que conlleva su profesión. "Trabajar en el Puerto es muy arriesgado. Han muerto muchos compañeros", lamenta.

Como él, varias decenas de personas se acercaron ayer a la parroquia de Nuestra Señora del Carmen para regalar ramos de flores con las que engalanar el trono que salió esta mañana en la última procesión del Rosario de la Aurora. Una tradición por la que la imagen va recorriendo durante nueve días consecutivos las calles de La Isleta.

A las puertas de la iglesia del barrio marinero se instalaban a la misma hora varios puestos de objetos religiosos para tenerlo todo a punto al comienzo de la procesión más multitudinaria que coincide con el día de la patrona marinera, el 16 de julio.

Juana Ortega se hizo cargo de su puesto cuando se lo cedió su madre que, a su vez, lo heredó de la suya. "La gente tiene mucha devoción. La fe mueve montañas. Hay mucha crisis y hacen falta muchas cosas", señala Juana, que explica que lo que más se vende son rosarios, medallas y estampas. "Es una profesión muy sacrificada. Pasamos muchas horas en la calle", cuenta.

Durante el día de ayer la Virgen fue vestida y decorada con sus mejores galas. Cuatro faroles bañados en plata llegaron hace sólo unos días en barco al Puerto de Las Palmas. Estos ornamentos fueron financiados por los costaleros que llevan cinco años recaudando fondos para terminar con la decoración.

"Antes se ponían muchas más flores porque había más espacio que tapar, pero ahora cada vez hay más elementos", explica Juansi, vestidor de la imagen. Para la procesión de hoy se eligieron rosas blancas y calas holandesas. Unas flores que se cambiarán para la procesión marítima del 24 de julio cuando se colocarán claveles y gladiolos.

Horas antes de que la imagen saliera de la parroquia la pasión empezaba a desbordarse. Los voluntarios colocaban las flores, mientras una mujer lloraba en un banco y un grupo de jóvenes ilusionadas sacaban fotos con el móvil.