Los demás me pueden poner límites, yo no. Con este título tan sugerente y reivindicativo, Pablo Pineda, primer licenciado europeo con síndrome de Down, participó ayer con la Fundación Adecco, para la que trabaja, en la I Jornada de Sensibilización sobre la diversidad y la discapacidad para un futuro mejor, organizada por el colegio de los Salesianos.

- ¿Se considera un ejemplo a seguir o un privilegiado?

- Un privilegiado. Se me han abierto puertas que a ningún discapacitado se le abren. Tengo que reconocer lo afortunado que soy. ¿Por qué a mí y no a otros que han sufrido más que yo?

- ¿Ese privilegio se debe al filme Yo, también, en el que participó como protagonista?

- Por supuesto. Fue una experiencia inolvidable. Fue un privilegio hacerla, estar con la actriz Lola Dueñas. Privilegio y responsabilidad porque pude decir todo lo que las personas con síndrome de Down piensan, sienten. Eso da responsabilidad. Era un riesgo hacerla, pero me tiré de cabeza.

- Comentó en la conferencia que tardó en dos años en decir sí. ¿No se veía como actor o le daba miedo exponer su vida?

- Un poco las dos cosas. No porque no quisiera hacerla sino por que era un riesgo exponer todos mis sentimientos, mis miedos. Era difícil, era desnudarse entero. Pero la verdad, visto desde ahora, mereció la pena.

- ¿Recibió alguna crítica?

- Me acuerdo de que en el Festival de San Sebastián aludían mucho a que era políticamente correcto, que un chico con discapacidad a qué va; a ganar un premio. Pero pocas. No soy una persona que me ofendan las críticas. Al contrario, la crítica es consustancial a la discapacidad.

- ¿Qué porcentaje de lo que es hoy se lo debe a su familia?

- Un cien por cien, sin duda alguna. Lo han sido todo. Apoyo, refugio, sostén en los momentos duros. Atentos siempre a lo que hacía. Árbitros muy exigentes. Podía haber sido el más mimado porque tengo síndrome de Down y soy el menor de cuatro hermanos. Me mimaban, pero no me protegían. Eran un poco desalmados en ese sentido.

- Hoy se lo agradecerá ¿no? ¿Esa sobreprotección familiar no es un handicap para las personas con síndrome de Down?

- Por supuesto. Esa sobreprotección es mala, es perjudicial. Es el gran problema, sobre todo cuando los padres son mayores. Piensan que es lo mejor, pero es falso; lo que te hacen ser es muy dependiente.

- Supongo que no todo ha sido fácil, contaba antes que lo pasó mal en la adolescencia. ¿Cómo lo recuerda?

- Fue en un curso. Todo eso te curte. No todo va a ser de color de rosa. No tengo queja del instituto a pesar de que cuando entré el claustro votó si me admitía o no. Era ilegal, pero lo hicieron. Me sentí bien, aceptado por los chicos salvo en 2º de BUP. A los chicos no les caí en gracia.

- ¿A vuelto a vivir otro momento de discriminación?

- No. Al contrario, he tenido puertas abiertas, facilidades. Mi madre dice que tengo estrella, ángel (ja, ja, ja). Es verdad, pero también ha habido problemas. La entrada en la universidad fue difícil por el famoso cupo para los discapacitados. Había que tener un 60% de minusvalía y yo tenía un 33. La incongruencia es que entraban todas las minusvalías. Tuvimos que luchar lo indecible para que bajaran el cupo. Y lo hizo un profesor de Málaga, Miguel López Melero. Lo consiguió estando ya en Psicopedagogía. Entré en Magisterio y pasó; entré el Psicopedagogía, y pasó.

- ¿Ha cumplido sus sueños?

- Me quedan algunos. Tener una familia, una pareja, hijos, vivir independiente. Es un sueño que siempre tiene uno cuando llega a los 33 y pico de años.

- ¿Por qué no lo ha logrado?

- Soy el único de los cuatro que vivo aún con mis padres ¡como tantos otros jóvenes de mi edad! Pero alguna vez me iré.

- ¿Qué dificultades hay para encontrar una pareja?

- El miedo al qué dirán. Si antes era difícil decirle a un padre: "me he enamorado de un negro". Imagínese: "tengo un novio con síndrome de Down". ¿Qué cara puede poner?

- ¿Qué otras dificultades tiene una persona con síndrome de Down en la actualidad?

- Falta hacernos más visibles. Ir a un hotel, a un restaurante, hacer lo que cualquier persona hace. Me da coraje. ¿Qué pasa, que no hay más? Están en sus casas. Con esa sobreprotección que aludíamos antes. Padres protectores, sociedad que pone barreras para que no se integre social y laboralmente. Es una mezcla de todo. Empresarios que tienen miedo a contratar personas con discapacidad. Políticos que no exigen a los empresarios que contraten a esas personas. Todo eso hace un entorno discriminatorio.