Él está junto a sus compañeros, y puede que esté también compartiendo ideas con mi padre". Habla Angelina Pérez Gil, de 67 años, vecina de San Isidro de Gáldar y que estos días ha podido cumplir con un deseo imposible de realizar por ella, hasta ahora, en la jornada de la festividad de Todos los Santos: el de poder ponerle flores a su abuelo. Los restos de Prudencio Pérez Perdomo, que así se llamaba su antepasado, descansan desde abril en el panteón que el Ayuntamiento de Gáldar habilitó en el cementerio de San Isidro para los 16 galdenses ajusticiados durante la represión franquista. Los restos mortales de este agricultor de 40 años que dejó viuda y cinco hijos atrás, cuando un camión les arrebató de su lado una aciaga noche de abril de 1937, permanecieron durante cerca de 73 años sepultados en el pozo aruquense del Llano de las Brujas.

"El sueño de mi padre, que también se llamaba Prudencio, era encontrarlo y darle sepultura aquí. Y no pudo ser porque él murió un día antes de llevar a cabo su deseo. Yo nunca conocí a mi abuelo, pero siento por él mucho cariño gracias a todo lo que de él me habló. Nunca dejó de luchar para que descansase", relata acompañada por su hija Dunia Rodríguez y sus nietos Kevin y Jeremy Jiménez.

El martes fue un día muy emotivo para todos. Por fin pudieron homenajear en un lugar digno al patriarca de la familia. También era la primera vez que Angelina hacía lo propio con su padre, "que murió con 92 años y está enterrado allí detrás", musita. El lunes decoró el panteón de los represaliados con claveles, espárragos y gladiolos y ayer acudió a la misa oficiada en el camposanto y a la cita concertada con este medio. Casi 75 años después, Prudencio descansa en un lugar donde llorarle.