Casi siete horas tuvo que andar Iván L. B. desde Arrecife para llegar al puerto de Órzola y poder tomar así el barco que lo conduciría a su particular paraíso. "Me quiero quedar a vivir en La Graciosa", repetía una y otra vez a todos aquellos con los que se encontraba a su paso por las calles de arena de la octava isla.

Y es que no era la primera vez que este joven pisaba su 'tierra prometida'. En sus casi ocho años de internamiento en cinco centros de menores de Canarias, Iván pasó varias semanas de campamento durante los veranos en las playas gracioseras lo que le llevó a pensar que era un buen lugar para vivir por su tranquilidad.

El flaco, como popularmente se le empezaba a conocer a Iván desde que el jueves de la semana pasada recalara en Caleta de Sebo, se ganó el cariño de todos los gracioseros. Leila Sánchez y una amiga, le regalaron una caseta de campaña para refugiarse del frío de las noches, Vicente Guadalupe le proporcionó un saco de dormir, Carlos Jorge le llevó al cumpleaños de su sobrina para que se hartara de golosinas, el cura le regaló una flauta y una lata de galletas, Sergio Páez le dejó ducharse y ver la televisión durante varias horas en su casa, los niños le dejaban entrenar al fútbol, la madre de Alicia Páez le dio unas manzanas de las que sólo quedaron sus cáscaras...

Una infinita lista de pequeños milagros que día a día le recordaba a Iván que había elegido un buen lugar para olvidar las penurias por las que ha pasado durante los últimos años. Sin embargo, en La Graciosa todos eran conscientes de que necesitaba ayuda médica. "Iván no es autosuficiente y necesita que alguien le controle su medicación", aseguraba ayer Alicia Páez. Nervioso y casi aturdido, Iván dejaba La Graciosa en la tarde de ayer custodiado por la Guardia Civil. Hasta el pequeño perro que le acompañaba día y noche se acercó a despedirlo hasta la escalerilla del barco.