En la década de los años 50 del pasado siglo, Las Palmas de Gran Canaria fue la pionera en la Isla en la recepción de grandes oleadas de turistas nórdicos principalmente durante la temporada otoño-invierno, que transformaron nuestra playa de Las Canteras y su avenida de casi un desierto a una zona de plena actividad. Este aluvión casi nos cogió desprevenidos sin tener las oportunas infraestructuras, pero las respuesta no se dejó esperar y en un tiempo récord empezaron a caer casas de una o dos plantas, levantándose en su lugar edificios de hoteles y apartamentos desde La Isleta hasta las Alcaravaneras, pasando por Guanarteme con el fin de acoger esta masa de turistas en busca de sol, playa y diversión.

Como es sabido estos alojamientos con el paso del tiempo se han ido quedan-do obsoletos ante la falta de demanda, por la competencia de los complejos levantados en el sur de la Isla en los últimos 50 años, quedando en pie algunos hoteles y residencias que han sobrevivido a duras penas hasta nuestros días.

Por todo ello debe alegrarnos que en las últimas semanas el turismo por diversas causas haya retornado como antaño a nuestra ciudad, agotando las camas y poniendo una nota de colorido, sobre todo a la internacional playa de Las Canteras, con sus cafeterías y restaurantes.

Pero a este fenómeno ha contribuido de forma fundamental el puerto de La Luz ya que los cruceros de base en este recinto, ofertan a sus clientes una semana en el barco y otra en tierra beneficiándose en parte de esta última los complejos hoteleros de la ciudad. También hace unos meses la presencia de hasta tres plataformas petrolíferas reparando en nuestras aguas, obligó hasta desviar al sur de la Isla a sus tripulaciones por falta de hueco en la capital. Por todo ello volvemos a la senda del turismo que nunca debimos abandonar, ya que tenemos atractivos para ello.