Pablo Prieto, de 35 años, se despedirá hoy de sus ve-cinos en la Misa Crismal que se celebrará en la Catedral y en la que todos los años los sacerdotes renuevan sus compromisos con el Evangelio. El joven párroco, cuyo último destino ha sido el municipio lanzaroteño de Haría, se suma así a los cinco curas de la Diócesis de Canarias que ya ejercen labores misioneras en Colombia, Mozambique, Cuba, Perú y Nicaragua.

"Estoy plenamente convencido que nuestra Iglesia de Canarias -como todas- recibe cuando da. Cuando da no sólo bienes materiales, sino tam-bién recursos humanos. Por eso vivo todo esto como un regalo que recibo no solo yo, sino también todos ustedes, por más que las urgencias pastorales y misioneras de nuestra propia tierra pudieran hacer pensar lo contrario". Es uno de los párrafos de la carta de despedida que Pablo Prieto ha colgado en la web de la Diócesis de Canarias para explicar a sus feligreses cómo vive estos días previos a su partida.

El párroco, nacido en Escaleritas y muy vinculado a la parroquia de Santa Isabel de Hungría, señala que su vocación religiosa se despertó desde muy pequeño ya que nació y se crió en una "familia creyente, muy vinculada a la parroquia".

"Desde muy pequeño conocí las injusticias y el dolor de la mano de la Iglesia. Me sentía raro porque cuando mis amigos estaban pensando en otras cosas yo quería arreglar el mundo. Todo fue surgien-do", recuerda el sacerdote, que, antes de que en 2004 se ordenase, salió y entró varias veces del Seminario.

"Todo forma parte del mis-mo proceso. Fueron dos cur- sos más de aprendizaje", indi- ca Pablo sobre el periodo de formación sacerdotal.

Vocaciones

En relación con la falta de vocaciones religiosas que hay en la actualidad y que ha llevado a la Iglesia católica a editar un vídeo en el que anima a los jóvenes a la vida sacerdotal argumentando, entre otras razones, que "será un trabajo para toda la vida", Pablo cree que no se trata sólo de un problema de la Iglesia católica.

"La falta de vocaciones se percibe en todos los niveles y en todas las profesiones. Es una crisis de valores generalizada en el mundo desarrollado. ¿Por qué no hay curas, misioneros? Pues por lo mismo que baja la atención pública. No se pone el corazón donde se debería. Como decía Ortega y Gasset: 'Nos centramos poco en lo esencial y estamos muy dispersos en lo que hay alrededor".

Respecto a cuándo surgió su vocación misionera, Pablo señala que no hay un suceso determinante en su vida, aunque reconoce que su estancia en Mozambique con el misionero canario Manuel Ramírez fue determinante.

"No sabría decir dónde empieza la vocación de sacerdote y la de misionero. Lo uno va muy ligado a lo otro", añade este joven sacerdote que ha estado preparándose durante más de un año en Madrid en el Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME) para su nueva tarea de misionero.

En el Vicariato Apostólico de Bluefields, en el norte atlántico de Nicaragua, una de las zonas más pobres del país donde todavía hay una gran población misquita, Pablo coincidirá con seis compañeros más. Allí está Isidoro Sánchez, que además de compatriota fue profesor suyo en el Seminario.

Aparte del trabajo evangélico, Pablo tiene como misión "potenciar el liderazgo de los miembros de las comunidades indígenas y rurales a su cargo". "Se trata de crear conciencia colectiva para que sean ellos mismos los que gestionen, organicen y afronten los problemas. No es que uno vaya y les diga lo que tienen que hacer".

En el IEME se ha formado para su labor misionera, tanto a nivel intelectual como espiritual. Allí ha tenido la oportunidad de conocer también la experiencia directa de otros misioneros y despejar dudas. De momento, ha firmado por cinco años. "Miedo siempre hay. Es humano. Lo bueno es que ya tengo la experiencia de Mozambique. Fui lleno de paranoias y luego nada. Eso me da tranquilidad ", puntualiza este joven sacerdote, para quien la labor misionera es una tarea "de toda la Iglesia".