Un funcionario llega a trabajar a las oficinas municipales a las 7.45 horas, coloca su dedo sobre la maquinita y se dirige a su puesto de trabajo. El tiempo empieza a contar. Es lunes y debe llegar el viernes a las 37 horas y media si quiere cumplir la ley. Pocos minutos después su jefe de servicio le entrega una carpeta con documentos que debe entregar en la oficina de Consumo, muy cerca del Ayuntamiento, frente al viejo hotel Metropol. Se levanta, sale y se olvida pasar de nuevo por el control digital. Es sólo un despiste, pero le puede costar caro. El empleado habrá salido sin la, a partir de ahora, obligatoria autorización telemática y, por lo tanto, habrá abandonado su puesto de trabajo. Falta muy grave.

En otro supuesto, el mismo trabajador, nada más recibir la carpeta de su jefe para trasladarla de un edificio municipal a otro, se acuerda de fichar anunciando su marcha, pero luego al regresar se olvida de poner de nuevo su dedo en la máquina. Craso error: todas las horas que esté trabajando no serán contabilizadas por esa inoportuna torpeza, de la que se dará cuenta al final de su jornada laboral.

Es tal el riesgo de situaciones como ésta que en los próximos días se van a fijar por escrito los supuestos incidentes y sus soluciones. "El sistema de la huella dactilar es muy complejo y pueden ser frecuentes los olvidos, pero el trabajador tiene que mentalizarse de que cada vez que abandone su puesto de trabajo, salvo que sea para desayunar o ir al baño, tiene que fichar al salir, y luego al volver", explica Claudio Rivero, director de gobierno de Presidencia.

Rivero, eso sí, está muy orgulloso de la máquina. "Creo que nunca hasta ahora se había controlado el horario de trabajo en el Ayuntamiento", afirma. Atrás queda el viejo estadillo (un papel firmado con la hora de entrada y salida) y el reloj analógico que sucumbió al efecto 2000.