El espíritu del Titanic sigue rondado por las cubiertas del Balmoral. El crucero de la naviera Fred. Olsen atracó ayer en el puerto de La Luz tras revivir hace apenas tres semanas la misma travesía que emprendió el transatlántico hace 100 años entre la ciudad inglesa de Southampton y Nueva York, y que entonces nunca llegó a culminarse por culpa de un bloque de hielo que llevó al fondo del mar al más lujoso barco del momento en su travesía inaugural, y la vida de 1.512 pasajeros. "La noche de la ceremonia el cielo estaba igual de oscuro y el mar en calma, como aquella noche", recordaba el director de Hotel del buque, Guy Sharp, en Las Palmas de Gran Canaria.

Las imágenes de los pasajeros ataviados con la elegante ropa de las clases más adineradas de la Inglaterra de comienzos del XX, el menú más elitista para el pasaje de primera clase y la recreación de aquel viaje de ensueño que acabó en tragedia formará ya parte de la historia del Balmoral, un crucero con bandera de Bahamas muy conocido en el puerto grancanario. Lejos de aquellos fastos del Memorial Titanic que concluyeron en Estados Unidos, el barco regresó ayer a la capital grancanaria en una nueva travesía entre las Islas, con un turismo mucho más tradicional.

En la retina de la compañía y de su tripulación quedará para siempre aquella experiencia marítima y sentimental, apta solo para clases adineradas y aquellos familiares que quisieron rendir un homenaje a sus antepasados, justo una centuria después de que se hundiera el trasatlántico con 1.512 pasajeros, y que dio lugar al nacimiento de una leyenda que se ha revitalizado en estos últimos meses.

El neozelandés Guy Sharp, el máximo responsable de la atención de los pasajeros a bordo, narraba ayer la inolvidable experiencia que significó aquel crucero. Pero, nada comparable a la noche de la ceremonia en memoria de las víctimas, en el punto exacto en el que un iceberg agrietó el casco del transatlántico más grande de la época y, según se decidía, el único insumergible.

En el Balmoral iban 1.226 pasajeros, de los cuales unos 40 eran familiares de aquellas personas que se dejaron la vida sobre el lujoso Titanic. Entre ellos habían familiares de origen australiano, canadiense, británico y sueco, entre otros países.

El crucero de Fred. Olsen también tuvo que sortear contratiempos, aunque no comparables al sufrido por el transatlántico de la línea White Star en 1912. Primero el cambio de fechas en la salida por el mal tiempo; y, luego, el traslado aéreo de un pasajero tras sufrir una emergencia médica. Eso sí, todo reparable.

Como curiosidad, el barco que atracó ayer en la capital grancanaria pertenece a la empresa propietaria del astillero de Belfast, en Irlanda, donde fue construido hace un siglo el Titanic.