- ¿Qué puede aportar la antropología a la hora de transformar un enclave urbano?

- Un análisis muy detallado y cercano de las personas que van a ser usuarios o destinatarios de ese espacio que se quiere transformar. La imagen del antropólogo que se va a estudiar una tribu, sus comportamientos, también es extrapolable a una realidad territorial como un barrio. El antropólogo lo que hace es analizar esa realidad, qué usos, qué necesidades, qué costumbres tienen todas las personas implicadas o que interactúan en ese espacio. Esa inmersión se realiza analizando lo que dicen sus discursos, porque hacemos entrevistas, y cómo lo hacen, ya que usamos la observación. Eso nos da acceso a una información que con otras técnicas no se tendría. La antropología nos permite saber lo que nos dicen los ciudadanos, pero también lo que no dicen.

- En el caso de la zona del Puerto-Canteras, por ejemplo, un distrito emblemático para la ciudad, ¿qué análisis debería realizar un antropólogo?

- Habría que analizar las interacciones que hay entre los turistas que bajan del barco y los comerciantes. Entre los vecinos y turistas, y también con los que transitan, porque no es sólo un distrito turístico. El Puerto-Canteras tiene una realidad multicultural por lo que la antropología también puede acceder a los diferentes significados y costumbres que tiene cada etnia. Lo importante es que la antropología resuelve el por qué se dan esos usos de espacio, esas relaciones sociales en ese contexto concreto que se analiza. Una misma palabra o gesto entre personas no tiene el mismo significado aquí que en Suecia, por ejemplo. Esas interacciones nos dicen mucho sobre las necesidades que tienen esos ciudadanos, qué carencias hay en las calles, qué cosas no se utilizan y se podrían usar. A veces no hacen falta grandes transformaciones ni grandes inversiones de dinero, sino pequeñas actuaciones que dan lugar a grandes cambios.

- ¿Qué otros profesionales sería importante incluir en estos proyectos de mejoras urbanísticas?

- El trabajo interdisciplinar entre antropólogos y sociólogos aporta una nueva perspectiva. Incluso desde la Psicología y Psicología Social el debate con arquitectos, urbanistas o diseñadores puede ser muy enriquecedor. Con esto no estamos inventando la pólvora, en Estados Unidos se han dado cuenta de esto hace mucho tiempo. De ese modo tendríamos el potencial para que las necesidades sociales se transformaran en elementos físicos.

- ¿No cree que hay una tendencia a crear espacios públicos muy homogéneos con otras ciudades sin tener en cuenta a los residentes?

- Por supuesto. Peatonalizamos sin más, que está muy bien, pero sin ese estudio previo para conocer quién va a usar el paso. Un adoquín maravilloso puede resultar una barrera arquitectónica en toda regla para otro ciudadano. Lo primero que hay que hacer son espacios vivibles para las personas que habitan en ellos.

- ¿Sería extrapolable a Las Palmas de Gran Canaria algún cambio realizado en otra ciudad? Siguiendo el ejemplo, la transformación que experimentó Bilbao con la instalación del Guggenheim, ¿sería posible en Puerto-Canteras?

- Ojalá fuese extrapolable a todas partes, pero, ojo con coger experiencias como si fuese un corta pega. De ahí la necesidad de estudiar siempre la realidad en la que vamos a incidir porque corremos el riesgo de emplear mucho dinero y esfuerzo para que esa transformación no esté respondiendo a las necesidades de los ciudadanos de ese contexto.

- Muchos barrios experimentan lavados de fachada y asfaltado uno tras otro sin mejorar. ¿No se debería trabajar primero con el tejido social, en muchos casos causante de esa degradación espacial, para luego hacer transformaciones urbanísticas?

- Si hago una transformación urbanística muy importante, pero la gente no está comprometida, no está cohesionada en el barrio, al final se termina por deteriorar lo que se ha emprendido. Es importante que se logre ese empoderamiento de los residentes y contribuir a que ellos también sean protagonistas de ese proceso urbanístico.