"Me cuesta trabajo jubilarme". Mi guel Pérez Arvelo, con 53 años de docencia, se resiste a abandonar el colegio Saucillo que creó en la calle del mismo nombre del barrio de La Isleta y que este año cumple medio siglo de vida. Convencido de que la salud manda más que la voluntad de las personas, Miguel Pérez pasará el testigo a uno de sus tres hijos.

La historia de este empresario de la educación, que durante veinte años ocupó el cargo de presidente de la Asociación de Centros de Enseñanza de Gran Canaria, comienza en los años 60 en el número 20 de la calle Saucillo en una casa familiar donde instaló una pequeña academia. Hoy en el centro hay más de 560 alumnos entre Infantil, Primaria y Secundaria y ocupa casi toda la calle.

"Empecé a dar clases particulares con 17 años. Cuando acabé el Bachillerato me decidí por Magisterio. Al mismo tiempo estuve haciendo Perito Mercantil pero lo dejé a medias porque murió mi madre. Entonces, a los tres años, monté una academia en La Isleta. Y las cosas fueron bien, bien, bien. Entonces era muy factible abrir un centro en La Isleta porque había muchos niños. Presentabas el proyecto, la Delegación de Educación que había en la ciudad te veía las condiciones y te lo aprobaba. Apenas exigían papeleo. Entre ellos un certificado de buena conducta y otro del párroco".

Así se inicia la historia de este maestro vocacional y empresario circunstancial por la inspección educativa de la época.

El director del Saucillo cuenta que un día llegó el inspector a la casa donde había abierto la academia -eran tan sólo 40 alumnos- y le dijo que en "24 horas o habilita otra habitación para que los niños y niñas no estén tan juntos o le cierro el colegio".

Miguel Pérez cumplió la directriz de Educación y abrió una habitación. De aquellas dos estancias surgió el centro.

El Saucillo estaba abierto prácticamente todo el día ya que por la mañana y por la tarde daban clase, mientras que por la noche acudían los adultos que necesitaban sacarse los estudios prima-rios para acceder a algún puesto laboral. "Dábamos cultura gene-ral, Contabilidad, Mecanografía. Era lo que más se exigía en cualquier empleo. También preparábamos a los chicos para presen-tarse al Bachillerato".

Eran tiempos en que los fines de la Educación Primaria eran "proporcionar a todos los españoles cultura general obligatoria, formar la voluntad, la conciencia y el carácter del niño en orden al cumplimiento del deber y a su destino eterno". Además de "infundir en el espíritu del alumno el amor a la idea del servicio de la Patria, de acuerdo a los principios inspiradores del Movimiento". Era lo que rezaba en la contraportada de las cartillas de los Estudios Primarios, en base a la Ley de Educación de 1945.

Era una época, recuerda el director del centro, en la que bastaban una habitación y "una buena pizarra" para dar clase. "No había tanto requisito como existe hoy. Ni tanta problemática. El padre venía y te decía: edúquemelo usted. Y te convertías en el padre y en la madre del niño. Los padres te apoyaban mucho. Cualquier problema que tenías, los llamabas y resolvías la situación".

Miguel Pérez añade que los maestros eran entonces vocacionales. "Nunca pensé en convertirme en empresario, fue circunstancial. No se ganaba casi nada. Es más, se decía que pasas más hambre que un maestro. Un niño pagaba menos de 10 céntimos de euro. Éramos maestros de vocación".

El colegio paso a paso se fue ampliando. Miguel Pérez Arvelo asegura que el gancho del centro fue "el esfuerzo, la disciplina, el respeto, el amor al estudio, la comunicación a los padres. En esos años hasta enseñábamos a los alumnos a sentarse en una mesa a comer, a coger el cuchillo. Era impartir conocimientos y educar". La fama se ha mantenido ya que en el centro estudian niños cuyos padres y abuelos también dieron clase en el Saucillo. "La propaganda la hacen los mismos alumnos y las familias, aunque nos podremos haber equivocado con otros. ¿Las causas? Múltiples. Niños absentistas, familias que no se preocupaban. No hemos sido policías". El colegio fue uno de los primeros centros que asumió la concertación educativa en la década de los 80. "Quedarse privado en la zona era un disparate. No se podía sostener con las exigencias del Ministerio de Educación. Hoy la Administración sigue siendo muy rígida con nosotros".

En estos años que ha ejercido como empresario, reconoce que si ha tenido que sacar el cubo de la basura lo ha hecho y cree que gran parte del éxito del Saucillo como empresa se debe "al esfuerzo" que ha puesto para que los niños aprendieran. "A nadie se le ocurre abrir un colegio si no es por vocación. Si fuera por hacerse rico ya habrían invertido los capitalistas".