Un grupo de diez invidentes de la ONCE disfrutaron ayer de una experiencia enriquecedora: adentrarse en los trabajos de restauración que se han llevado a cabo en el complejo monumental de Los Marineros, en la zona capitalina del Puerto. Estas personas se subieron a los andamios para palpar las esculturas y comprobar la diferencia entre las zonas restauradas y la parte original. Se trata de una forma "de ver la ciudad con las manos", porque muchos lugares se "definen por sus monumentos", indicó Beatriz González de la Vega, escultora canaria y encargada de la rehabilitación.

Agustín Cruz Santana, vecino de La Isleta, fue uno de los asistentes. Este mecánico naval de profesión realiza piezas de barro y está en contacto con la piedra frecuentemente. "Sé lo que es una piedra y lo que es una pasta, y me parece que todo está muy bien realizado y perfeccionado", matizó Cruz Santana, quien tras pasar por la figura de Los Marineros se detuvo en el Busto a Don Juan León y Castillo, en la parte central del parque en el que se encuentran la figuras ubicadas, y palpó la placa de la parte inferior de la escultura para leer su contenido.

Los participantes pudieron comprobar a través del tacto las líneas que conforman cada una de las figuras que se encuentran en la plaza, antigua entrada al Puerto de Las Palmas. De hecho, "aún se conservan las cabinas de vigilancia", apuntó la escultora González. El complejo monumental de Los Marineros fue construido por Pedro Barral López en 1956. Por su parte, la obra Mater Ínsula, situada en el polo opuesto de la plaza, fue desarrollada por Juan Márquez Peñate.

El trabajo realizado en las figuras de Los Marineros forma parte de un programa de restauración y mantenimiento del mobiliario urbano por parte del Ayuntamiento. Beatriz González ha sido la encargada de realizar las labores específicas de las piezas del monumento. "Estaban muy deterioradas", manifestó la experta.

El equipo responsable de la obra tuvo que realizar una minuciosa labor de documentación para conseguir imágenes y comprobar cómo eran las figuras en el pasado. Las caras de las estatuas y el brazo de una de ellas fueron las partes que restituyeron debido a su ausencia. Análisis y catas de las piezas para chequear el estado de deterioro también se tuvieron en cuenta. Esta primera fase duró dos meses aproximadamente. Por su parte, el trabajo en el mismo monumento se intensificó para evitar molestias a los ciudadanos y tomó mes y medio respecto a los cuatro meses que llevaría en un centro cerrado como sería en un museo.

El conjunto ya está rehabilitado. "Se han rellenado todas las fisuras que había, luego se ha dado un consolidante para que cree una malla, además de consolidar por dentro por inyección. Finalmente, se han esbozado las piezas para que la lectura formal de la obra y de las partes que faltaban sea correcta para el que camina", de esta manera "no se intenta sustituir la obra del escultor sino que tu mente la complete", advirtió la escultora canaria. Además, "la restauración no se percibe si uno no está aquí arriba", añadió.

El volumen de las figuras de Los Marineros llamó la atención de más de uno, como fue el caso de Agustín Cruz: "Desde chico veía las figuras más delgadas y bajas y hoy me he enterado de que tienen casi tres metros". Al igual que otro de los presentes, que mientras escuchaba muy curioso la explicación de la restauradora Beatriz González aludió al gran tamaño del conjunto.

Una vez que el grupo terminó el recorrido por las obras escultóricas que decoran el área se formó un improvisado corrillo. Alguno emocionado soltó tímidos aplausos tras lo aprendido en la tarde didáctica y todos se quedaron contentos con la iniciativa. Esta satisfacción la manifestaron públicamente ante la escultora Beatriz González, propulsora de la idea y que contó con la colaboración del Ayuntamiento para desarrollarla. "Que alguien que no pueda ver pueda tocar estas piezas supone una alegría compartida entre ellos y nosotros", aseveró la misma.

Al acto acudieron la concejala de Accesibilidad, Gloria Marrero, y el edil de Movilidad, Ángel Sabroso.

Pero la anécdota de esta historia la protagoniza la propia Beatriz González. La escultora destapó dos hechos que han marcado su vida. Por un lado, cuando era pequeña sufrió sarampión. Esta enfermedad le dio de manera fuerte y casi la deja sin visión. Se curó y posteriormente inició su faceta artística: se introdujo en el mundo de la pintura. Y en segundo lugar, cuando se celebraba el Mundial de Fútbol de Sudáfrica hace dos años - deporte que le inspira pasión a González- le dio un trombo en un ojo y perdió parte de la visión. "Durante mes y medio estuve boca arriba para que se me pasara el edema", agregó. Y de esta manera fue como vio los partidos de la competición futbolística e internacional. Estas dos situaciones marcaron a Beatriz González de la Vega y la motivaron para desarrollar iniciativas como la que tuvo lugar ayer en el distrito del Puerto, junto a la plaza de Ingeniero Manuel Becerra.

La obra de Pedro Barral ha sido dañada por la contaminación aérea y por el efecto corrosivo de las heces de las palomas que sobrevuelan las figuras. Gracias a la labor de los profesionales se han recuperado los rostros y otras partes de las figuras. Previamente se ejecutaron labores de limpieza en el monumento que hasta 1999 había sido acondicionado como un estanque para patos.