El cielo de San Lorenzo estalló anoche con más de 20 minutos de pólvora y un impresionante espectáculo de colores. Las fiestas del pueblo no defraudaron a las decenas de miles de asistentes que llenaron sus calles y sus alrededores para disfrutar del espectáculo pirotécnico en honor al patrón del barrio. Según los cálculos de la Policía Local, cerca de 100.000 personas acudieron este año a la cita con los fuegos de San Lorenzo.

Las habituales retenciones de tráfico a la entrada y sobre todo a la salida fueron solventadas con el operativo especial de tráfico que desplegó el Ayuntamiento y la paciencia de los conductores.

Muchos aprovecharon el transporte público para acercarse al pueblo y sus inmediaciones o accedieron a San Lorenzo horas antes de la gran quema, preparados en sus puestos y con la cena preparada. La tarde se convirtió en un aperitivo perfecto con actuaciones por las calles y en la plaza del pueblo. Bochinches, barbacoas, música y buen ambiente fueron la tónica del anochecer de las fiestas que culminaron con el esperado estallido. Este año, la Pirotécnica San Miguel ofreció una novedosa exhibición con voladores que brillaban con más intensidad y nitidez en el cielo de agosto. Fuegos con colores más puros y menos humos hicieron las delicias del personal.

La mecha de San Lorenzo se fue encendiendo por todos los rincones, horas antes de que estallara el volcán pirotécnico. Un delicioso aroma a chorizos parrilleros, salchichas, costillas y otras delicias dignas de ser asadas se fue extendiendo por todo el pueblo a medida que se acercaba la medianoche. Cualquier sitio era bueno para encender la barbacoa y poner el mantel, aunque las azoteas de las casas, como en años anteriores, se llevaron la palma y se poblaron de familiares y amigos, ansiosos de disfrutar del ritual de todos los veranos.

Rafael García fue el encargado de dar el pistoletazo de salida a los fuegos. Desde hace años es el encargado del Volcán y, cuando lanzó el primer volador, todos supieron que era la señal convenida para tirar los fuegos desde los diferentes barrios del pueblo. Un total de 22 personas se encargaron de tirar los voladores al mismo tiempo desde las diferentes laderas, en un verdadero espectáculo que siempre impresiona, sobre todo si se contempla desde la plaza de San Lorenzo, aseguran algunos.

En total, se lanzaron 13.800 voladores, que costaron 10.000 euros, dos mil menos que el pasado año, por aquello de los recortes de la crisis. Los fuegos pusieron la nota de color, pero bochinches como el de los italianos Fabricio de Cinti y Chiara Bafumo, en la plaza de San Lorenzo, se encargaron de poner a tono a la gente con sus deliciosos mojitos de frutas naturales, capaces de entonar a un muerto. Chiara, la Reina del mojito, ofrecía además un divertido espectáculo de botellas danzando por el aire. "Llevo 15 años en España y me han dicho que los de San Lorenzo son los mejores fuegos de Canarias y vengo a comprobarlo", explicaba Fabricio, con la batucada del grupo Caribe de fondo musical.

Un poco más allá, en otro chiringuito, los argentinos Gustavo Brito y Claudio Domínguez acudieron a una cita a la que no faltan desde hace años. "Había venido siempre como espectador. Ahora vengo de vendedor. No es tan divertido, pero también se pasa bien", comentaba Gustavo.

En la plaza se estaba bien, pero "la mejor fiesta es la de la azotea", comentaba un miembro de la familia González Pérez, que tenía montado un glorioso tenderete a la punta de arriba de su casa, una fiesta que repite todos los años por estas fechas. En la azotea de El Román se congregaron unas 80 personas, entre familiares y amigos, en torno a una mesa en la que no faltaron tortillas, papas arrugadas, ensaladilla rusa, chorizos asados, paella. Todos los participantes pagan 10 euros y con ese dinero se hace la compra de un "montón de cositas ricas" que fueron cayendo previo paso por la barbacoa. Entre chorizo y costilla, regados con una cerveza o un pizco de ron, las horas que quedaban para el momento estelar de la noche pasaron en un suspiro. Cuando explotaron los fuegos se fueron a la plaza del pueblo a seguir la fiesta. Este año, la novedad era la instalación de terrazas, una circunstancias que provocó una mayor afluencia, según aseguró un asiduo a la Noche de San Lorenzo.

Como la familia González Pérez y sus amigos, gentes de todas las edades y de diferentes puntos de la Isla se congregaron en el pueblo para contemplar las Lágrimas de San Lorenzo. Cualquier ladera o descampado era buena para poner la manta, sacar los tuper con la comida o preparar la barbacoa a la espera del estallido, que duró más de 20 minutos. Desde las ocho de la noche, ya se notaba la llegada de personas, que fue aumentando a partir de las diez de la noche, hora en la que comenzaron a formarse las colas de vehículos. Todos los arcenes del pueblo fueron ocupados por automóviles y muchos de los aparcamientos reservados para los visitantes tuvieron que ser cerrados, tras llenarse hasta los topes.

De la seguridad de estas miles de personas se encargó un dispositivo especial formado por policías locales y nacionales y tres unidades de bomberos. Llevaron 10.500 litros de agua por si ocurría algo, aunque Protección Civil se pasó toda la semana limpiando la zona para reducir los riesgos de incendio.