En la zona baja de la ciudad ya se han implantado carriles bici y parece muy apta para que este vehículo de dos ruedas se convierta en un transporte más, pero ¿y la zona alta?

El encargo del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria es, de momento, diseñar un plan director para la zona baja de la ciudad. El objetivo es normalizar el uso de la bici. No sólo con la apertura de carriles bici, sino con otras medidas porque no todo va a ser llenar las vías de carriles ya que los ciclistas tienen que convivir en otras calles. Y esa convivencia tiene que ser con todas las condiciones de seguridad. El carril bici no puede llegar a todas las calles de la ciudad, tiene que haber otras medidas como moderación del tráfico, aminorar la velocidad de los coches. Ese tipo de medidas permite que los ciclistas transiten por calles en las que no hay carriles bici. Además hay que desarrollar una infraestructura y, al menos, en uno de los ejes debe estar especializado en los ciclistas más vulnerables como son los niños y los jóvenes. Es decir, que haya seguridad y comodidad.

Pero ¿sería posible una red en la zona alta y unir ambas partes de la ciudad?

Sí. Como le digo, estamos trabajando sobre la parte baja y dejaremos esbozado por dónde podría ir esa red en la parte alta. La cuestión es que hay que resolver distintos problemas porque hay barrios que sí podrán tener una red de carril bici y otros que no, aunque se podrá tirar del transporte público. Por ejemplo, para las conexiones entre las dos zonas habrá que estudiar sistemas de verticalidad como ascensores o permitir la entrada de las bicis en las guaguas o tener aparcamientos adecuados en las estaciones de guaguas para dejar la bici y usar este medio hasta otro tramo.

¿Cómo será esa red?

De momento estamos estudiando los condicionantes que tiene la ciudad. Las pendientes de las que hablamos u otras barreras como la Avenida Marítima; que es una barrera en sí misma, temas de seguridad de los ciclistas. También la cultura que hay de la bici en la ciudad y el perfil de los usuarios. La red de itinerarios será otra fase. Pero, por los menos, tardará unos años en estar todo.

¿La creación de una red es el primer paso para que la bici sea considerada como transporte público o su implantación debe ir acompañada de otras medidas?

Depende de la cultura de la bici que exista en la ciudad. Desde luego hace faltar formalizar una estructura, con itinerarios con seguridad y comodidad. Pero, al mismo tiempo, hay que aplicar medidas como calmar el tráfico en las calles, formar al ciudadano que todavía no va en bici para que deje el coche.

¿Y educar a los conductores?

Sí, esa es otra de las facetas. Los carriles bici acaban en un punto y los ciclistas tienen que convivir con los conductores. Tampoco hay un perfil único sobre éstos. Conforme más ciclistas salgan a la calle, más se normaliza el uso de la bici y se ven sus ventajas.

¿Cree que la gente aceptará pagar -ahora es gratuito- cuando la gestión pase a manos privadas?

Hay que entender que es un servicio que cuesta un dinero. Qué precio se va a poner para que compense, se utilice y sea rentable no lo sé. Hay 150 ciudades españoles en las que se usa la bici y cada una tiene su propia mecánica de financiación. En la mayoría de las ciudades importantes el usuario paga. O bien con un abono anual, mensual o una tarifa por su uso, dependiendo de las horas. Las fórmulas son variadas pero no tiene sentido un coste excesivo porque se trata de un transporte colectivo como la guagua, el metro o el tranvía. Ni de hacer kilómetros de carril en lugares donde no transita nadie porque salen muy costosos si, además, son gratuitos.

¿Las ciudades del siglo XXI no se entienden ya sin la imagen de la bicicleta como transporte público?

O ciudadanos caminando. El uso de la bicicleta como transporte público lleva en muchas ciudades más de 30 años. Hay muchas experiencias de éxito. Todos los retos medioambientales, sociales y económicos se ven paliados por la presencia de la bici. Los ruidos, la contaminación se palían con su uso, incluso la exclusión social ya que la gente puede moverse por bajo coste. En ese sentido, la crisis nos abre los ojos para ver la bicicleta como una fórmula adecuada. Cuantos menos coches pasando y más gente paseando, será más agradable.