El tiempo se portó al final y la fiesta de los Finaos pudo celebrarse sin la presencia de la lluvia con la que amenazaban las predicciones meteorológicas. Centenares de personas invadieron el casco histórico de la capital para celebrar la víspera del Día de Todos Los Santos a la vieja usanza, comiendo castañas y piñas asadas y bebiendo anís y vino dulce. A la cita acudió también Don Juan, la obra de José Zorrilla, que se escenificó esta vez en la plaza del Pilar Nuevo. Unos 70 actores se desperdigaron al mismo tiempo por las calles de Vegueta para recitar a todo aquel que quisiera oírles los versos del Tenorio. En el casco histórico aterrizaron también los zombis, las brujas y demás fauna de Halloween con calabaza incluida, que también acudieron a celebrar una noche de miedo. Juntos, pero no revueltos, aunque alguno de ellos se coló en la fiesta de los Finaos a coger su cucurucho de castañas asadas.

La Noche de los Finaos, que resurgió hace ya 13 años en Vegueta para combatir el acelerado avance de las calabazas y los monstruos de Halloween, arrancó sobre las ocho de la noche de la plaza de San Telmo, con un pasacalle de parrandas y agrupaciones folclóricas que recorrieron toda Triana, mirando de reojo al cielo, por si descargaba el chaparrón anunciado.

"A ver si la gente se olvida un poquito de Halloween, una fiesta importada. Yo no digo que no puedan convivir, pero si no protegemos lo nuestro, desaparecerá. No entiendo cómo en los colegios le dan tanta cancha al Halloween ese", se quejaba Nino Quesada, miembro de la Parranda Guanarteme, uno de los 14 grupos que participaron en la fiesta organizada por la Asociación Casco Histórico Vegueta-Triana La Unión, que ayer repartió gratis 120 kilos de castañas y 800 piñas asadas. El personal acompañó el condumio con su buchito de anís, vino dulce y otros licores.

En la plazoleta de Andrés Déniz el Ratón no cabía un alfiler. Mientras los grupos cantaban, la gente se agolpaba alrededor del olor a las castañas y las piñas asadas.

Rafael Caballero Hernández, presidente de la Parranda la Unión, y uno de los organizadores de la fiesta, explicaba ayer que más de 80 kilos de castañas fueron recogidas por los miembros de la asociación hace unos días en la carretera de Los Marteles, cerca de la cumbre. "Empezamos en el año 2000 con esta fiesta", explicó Caballero, "y cada año viene más gente". Más gente y más parrandas. Anoche, casi se dobló la cifra del pasado año. Y es que, como dice Caballero, se les trata bien para que repitan. "Cada grupo canta cuatro canciones y cuando termina le tenemos preparada su cena. Hemos preparado 50 kilos de papas arrugadas y un caldero de 50 kilos de garbanzada". La asociación, cuyos miembros se han pasado seis meses pidiendo donativos para financiar la comida, tenía permiso para seguir la fiesta hasta la una de la madrugada, pero estaba previsto que la parranda se prolongase varias horas más.

En San Lorenzo, cerca de mil personas participaron en la Noche de los Finaos y dieron cuenta de 100 kilos de castañas asadas y 20 kilos de millo, con los que elaboraron los deliciosos garañones. Santos López, presidente de la asociación de vecinos de San Lorenzo, explicó que se trata de millo en remojo, luego sancochado con mucha matalaúva. A los garañones se añadió el gofio tostado con aceite y azúcar, como antiguamente. "Lo que queremos es que las familias vengan y se pasen un buen rato, como antiguamente, comiendo castañas y jugando a la pirinola. Que la gente se olvide por un rato de las penas de la crisis".

La asociación rifó un jamón entre los asistentes para financiar el condumio, que estuvo amenizado por los grupos Chácara, de Tamaraceite, y Tibicena.

Mientras los Finaos le daban a las castañas y al anís y otros licores, en la plaza del Pilar Nuevo, varios centenares de personas disfrutaban con los amores de Don Juan y Doña Inés, a través de Los Ecos del Tenorio, un espectáculo que estuvo acompañado por música de percusión creada específicamente para el montaje por los artistas Sergey Saprichev y Javier Coble. Mientras en el escenario los actores Rubén Darío y Raquel García, entre otros, escenificaban una versión abreviada de la obra de Zorrilla, por las calles de Vegueta unos 70 actores del grupo Sal si puedes recitaban versos de la obra. Entre ellos, estaban Fefi Umpiérrez y Carmen Suárez, apostadas detrás de la Catedral, que aprovechaban un descanso en la lectura de la obra para recuperar fuerzas con un poco de salchichón.

Al otro lado del Guiniguada, en la plaza de las Ranas, una multitud de muertos vivientes participó en una flash mob de Thriller, tras recorrer Triana con otros personajes terroríficos, que se fueron repartiendo a largo de la noche en las decenas de fiestas de Halloween que se celebraron a lo largo del municipio.

Los bares y restaurantes se llenaban conforme avanzaba la noche de una concurrida clientela, que ayudó a los empresarios a sobrellevar la crisis. Ajenos a los zombis y a los finaos, en el Gabinete Literario actuó el Rancho de Ánimas de Los Arbejales de Teror, auténticos salvadores de almas en pena, que anoche hicieron una incursión inusual en territorio urbano para dar a conocer su labor, que se desarrolla en zonas rurales. De hecho, el Rancho, en el que participan unas 20 personas, se mueve por los pueblos de Teror, Santa Brígida y San Mateo.

Según explicó Roberto Suárez, uno de sus miembros, el de Arbejales es el único Rancho de Ánimas que ha sobrevivido en Gran Canaria, junto a los de La Aldea y Valsequillo. "Representa", manifestó, "la tradición oral más importante de versificación e improvisación que queda en la Isla". El Rancho de Ánimas constituye una vía para comunicarse con las ánimas de los difuntos que están en el Purgatorio y lograr que suban al cielo, aclaró Suárez, quien junto a Óscar Vizcaíno se encargaron de desvelar los aspectos más importantes de esta manifestación cultural-religiosa que ha sobrevivido a los años.

"Tiene", añadió, "un enorme valor antropológico y ha sobrevivido de una forma asombrosa y milagrosa gracias al esfuerzo de personas que son capaces de sacrificar su tiempo a cambio de nada", porque el dinero que recaudan en sus actuaciones va a parar a la iglesia.

Aunque su temática es religiosa, los Ranchos entraron en las iglesias, destacó Suárez, hace unos 20 años, porque estos cantadores actuaban precisamente en aquellos pagos a los que los representantes eclesiásticos no llegaban. "Antiguamente, el Rancho salía a las ocho de la mañana y hacían un recorrido de bastantes kilómetros, yendo de casa en casa pidiendo limosna, hasta que a las 5 de la tarde comenzaban a trabajar. Hubo un tiempo en que tenían tanto trabajo que se tenían que dividir en dos grupos para atender a las peticiones", señaló Roberto Suárez, quien destacó que "eran personas de reconocido prestigio, en tanto en cuanto nadie se pega un invierno completo pidiendo a las ánimas a cambio de nada si no tiene vocación". De hecho, destacó, en los tiempos en que las fiestas y los bailes estaban prohibidos, ni la Guardia Civil se atrevía a meterse con ellos cuando transitaban por los pueblos en lo alto de un camión. El Rancho de Ánimas, cuyo ranchero mayor es José Rivero Viera, ofreció anoche una exhibición de su arte, entre lo que destacó, por su vistosidad, la copla y desecha de cena, que tiene reminiscencias de la última cena. Tiene seis solistas, a los que se denomina cantadores de alante, entre ellos dos mujeres, que en los últimos años se han incorporado al Rancho, que suena como una triste letanía, semejante a los cantos gregorianos, que se acompañan con panderos, tambores y guitarras que son usadas como una percusión más.