¿Con qué tipo de prácticas se aplica el principio de igualdad de los hombres?

En la asociación Ahige (Málaga) nos planteamos una rueda con tres radios importantes: uno es el personal; otra el social, donde nos damos cuenta que también hay que influir sobre la sociedad; y hay una última línea profesional. El punto fundamental y en el que nos damos cuenta de que tenemos que iniciarnos es en el trabajo personal. Nos hacemos preguntas como qué es ser hombre hoy y, por otro lado, nos tenemos que quitar muchos mitos y estereotipos. Es una cuestión de valores y roles mucho más amplia de la que nos habían enseñado. Hay que empezar a conectarnos, no solo desde la lógica y la razón, sino también desde nuestras emociones. Empezar a tener prácticas diferentes en cómo resolvemos los conflictos, cómo nos relacionamos en pareja, cómo vivimos el trabajo, la sexualidad, el uso del tiempo, sustituir la competitividad por la cooperación, actualizar y hacer en acto un cambio real.

¿Es sencillo que los varones expresen sus sentimientos con estas aplicaciones?

No es fácil. Tenemos incluso una estructura corporal acorazada ante los sentimientos, porque muchas veces tienen que ver con la imitación de lo que vemos en películas o en novelas y responden a un hombre que vive los roles del proveedor, del protector, el hombre potente, y merece la pena entender que son roles que pueden ser compartidos por hombres y mujeres y que ser personas es algo mucho más amplio y más rico. A los hombres les cuesta abrirse en muchos momentos, pero también hay quien se abre y comparte. Existen, por toda la geografía del Estado español, grupos de hombres, donde no tanto como una opción profesional sino personal, se juntan y dejan fuera a veces los temas de mujeres, toros y fútbol y se dedican a conocerse a sí mismos y a iniciar un aprendizaje de otras maneras de relación.

¿Notan el cambio en sus vidas con estos ejercicios?

Es un proceso y muchas veces merece más la pena entenderlo y ver en qué metemos la pata todos los días y tratar de cambiarlo. Eso tiene consecuencias importantes en muchos ámbitos, porque en el ámbito doméstico el hombre es muchas veces muy dependiente de las tareas de la mujer y es donde se dan los mayores índices de violencia. A nivel de autocuidado y de calidad de vida el hombre vive menos que las mujeres, entre cinco o seis años menos y eso es por no cuidarnos igual. Empezar por lo doméstico es súper importante y también llegar a cambios que busquen políticas diferentes, como abordar el tema de la igualdad que se ve desde una perspectiva integral de género que no deje fuera al hombre sino que lo plantee como que también necesita reaprender una forma de ser persona.

La desigualdad se ha caracterizado por condicionar la vida de la mujer...

Hay cifras muy concretas. Si vemos en qué parte del mundo hay más analfabetismo, dónde se cobra menos por trabajar las mismas horas, dónde está el techo de cristal al que las mujeres no pueden acceder respecto a los cargos directivos en empresas, nos damos cuenta que es cierto que en muchos aspectos las mujeres son menos consideradas que el hombre. Las mujeres tenían prohibido tener cuentas corrientes hasta hace quizás 30 o 40 años. La mujer, en el inicio del siglo pasado, no podía votar. Lo que es importante es entender que hay que dejar de diferenciarnos tanto. Somos diferentes, hombres y mujeres y todo lo demás, porque quien viaja se da cuenta de que existen muchas formas de abordar el ser persona. Hay realidades biológicas y culturales. No es lo mismo ser hombre en una isla del Pacífico que ser hombre en un país de la Europa Central. La diferencia cultural es grandísima.

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