Un empresario de la construcción ha sido condenado a una pena de dos años y medio de cárcel por la muerte de un obrero en Las Palmas de Gran Canaria. La víctima, Carlos Javier Suárez Vega, falleció el 22 de enero de 2008, mientras trabajaba para la sociedad Contratas y Reformas Mejías SL en la rehabilitación de un edificio de la calle León y Castillo. Esa mañana, cuando varios peones procedían al izado de un cargamento de varillas de hierro (ferralla), varias de ellas se soltaron y una alcanzó el corazón del albañil, que murió dos horas después debido a la gravedad de las lesiones.

La sentencia, dictada por el Juzgado de lo Penal número 4, considera a Manuel Mejías Claro autor de un homicidio por imprudencia grave y de otro delito contra el derecho de los trabajadores. El magistrado también impone al empresario cuatro años de inhabilitación especial "para realizar tareas propias de contratista de obras", al tiempo que castiga con otro año de cárcel al obrero Aridany Croissier Díaz y absuelve a otros cinco acusados relacionados con la rehabilitación del inmueble. El edificio de oficinas se llama Entecan Business Center y ocupa el antiguo espacio de Guaguas Municipales en el número 330 de la calle León y Castillo de la capital grancanaria.

Aridany Croissier preparaba en ese momento, entre las 9.00 y 9.30 horas, el mecanismo de enganche del aparato elevador (güinche) para subir hasta la décima planta del inmueble 35 varillas de hierro corrugado, según los hechos declarados probados por el fallo judicial, que no es firme porque puede ser recurrido ante la Audiencia Provincial de Las Palmas.

El diámetro de la ferralla era de ocho milímetros y su longitud superior a dos metros. Croissier amarró el material al güinche en la planta cuarta y otro compañero, que estaba en el piso décimo, comenzó a tirar para subir la carga, pero el haz de varillas se soltó y varias unidades cayeron al interior del patio desde 15 metros de altura. Uno de los hierros atravesó el pie izquierdo de la víctima, otro impacto en el brazo de ese lado y la tercera varilla le perforó el ventrículo izquierdo del corazón. El médico forense, en la autopsia, comprobó que existían orificios de entrada y salida 15 centímetros de diámetro en el cuerpo del fallecido. Carlos Suárez Vega se encontraba en ese momento en el hueco del patio que daba a la planta tercera, el cual no estaba protegido por ningún tipo de elemento.

Las varillas cayeron al vacío porque no fueron atadas de forma correcta por Croissier Díaz, pues las amarró por un solo punto y con una sola eslinga (gancho), "pese a tener conocimiento de que la forma correcta de sujetarlas para su izado era usar dos eslingas homologadas" que formaran un ramal no superior a los 90 grados.

La resolución judicial añade que los obreros de Contratas y Reformas Mejías "no habían recibido formación previa sobre la forma de preparar las cargas lineales para su transporte vertical, ni sobre las medidas a adoptar para evitar los riesgos inherentes a dichas operaciones". Además, cuando ocurrió el accidente laboral, "no había instalado ningún elemento que advirtiese el peligro que implicaba el acceso al patio desde la planta tercera", que es donde estaba la víctima.

El juez responsabiliza de esa situación al contratista y propietario de la empresa, Manuel Mejías, al tiempo que exculpa al coordinador de seguridad de las obras, entre otros imputados, pues sí hizo el correspondiente plan de salud y realizaba comprobaciones periódicas para cumplir con las normas establecidas en esos documentos.

"Resulta incuestionable la obligación que pesa sobre el empresario de garantizar la protección de los trabajadores a su servicio frente a riesgos laborales inherentes a su trabajo", razona el magistrado en la sentencia. Y es que Mejías era administrador y responsable último de su compañía, por lo que "existe una conexión" entre su profesión y la "negligencia cometida". Esa conexión se basa en la ausencia de formación preventiva de su personal, así como en la carencia de una vigilancia adecuada de las medidas que debían tomarse para que los trabajadores desempeñasen su actividad "con la seguridad mínima."

Esa falta de vigilancia y formación provocó que su obrero infringiera el deber de cuidado, hasta el punto de crear un riesgo previsible y evitable, pues si hubiera usado dos ganchos en vez de uno las varillas no se hubieran soltado. Por tanto, existe un nexo causal entre esa "acción negligente" y la muerte de su compañero de obra.