Vegueta y Triana son las joyas de la corona si hablamos de patrimonio histórico en la capital. Sin embargo, esta guarda en sus distritos interesantes monumentos que, aunque no cuentan con la máxima protección, forman parte de la historia e identidad de la urbe. Es el caso de Tamaraceite-San Lorenzo y Tenoya.

La ermita de San Antonio Abad y los edificios que la circundan conforman el único conjunto arquitectónico catalogado como Bien de Interés Cultural (1995) del distrito de Tamaraceite-Tenoya y San Lorenzo, hasta 1937 municipio independiente de la ciudad, conocido como San Lorenzo de Tamaraceite, y cuyos límites llegaban hasta Guanarteme. La autopista casi engulle este monumento del siglo XVIII, restaurado hace unos años, que ni siquiera cuenta con un acceso bien señalizado para su disfrute. Es solo un ejemplo del legado histórico que se puede contemplar en el distrito, con un importante pasado rural, y en el que se encuentran restos prehispánicos, edificios religiosos, domésticos y otros restos patrimoniales relacionados con la producción agrícola, de gran valor etnográfico. Buena parte de este tesoro tiene el calificativo de protegido pero, sin embargo, su pérdida de uso y su abandono hacen dudar, en ocasiones, de su preservación.

En un paseo por el distrito no se encontrarán edificios de grandes dimensiones, ni ornamentaciones espectaculares, como las que puede haber en el casco histórico de la capital. El patrimonio que se esconde entre sus calles y en sus parajes naturales es tosco y sencillo, propio de una sociedad rural, y en el que abundan elementos para la canalización y conservación del agua -estanques, acueductos, acequias- así como antiguas explotaciones agropecuarias, ya que fue una importante área de plataneras y en el que llegó a haber una empaquetadora de plátanos, convertida hoy en una ferrería casi al lado del a nueva estación de guaguas.

Los primeros conquistadores (siglo XV) ya hablan de su existencia y de la población aborigen que pastoreaba y recolectaba en sus parajes. De aquellas huellas han quedado el yacimiento de Hoya del Paso, un poblado formado por cuevas naturales y artificiales en el margen izquierdo del barranco de Guanarteme; el yacimiento Hoya del Paso o la Fuente del Sao, de las mismas características, y Lomo San Gregorio, otro asentamiento detrás del barrio de Piletas.

Los tres enclaves presentan muchas curiosidades, según el Cabildo insular, encargado de su protección. En el primero, se hallaron gran cantidad de "restos relacionados con la preparación de alimentos" en los huecos donde se hacía fuego, como la presencia de "trigo carbonizado que apareció dentro de una olla". En el segundo, se localizaron tres restos "envueltos en sudarios confeccionados con esterillas de junco". En el tercero, en el que la última actuación del Cabildo fue restaurar una valla rota para su protección, fue usado tras la Conquista como hábitat troglodita y en él se aprecia como los antiguos pobladores utilizaban la toba de los volcanes para hacer recoger y almacenar el agua.

Los tres yacimientos son bienes incoados, pero aún no son Bien de Interés Cultural. Título que sí ostenta la ermita de San Antonio Abad que, junto a una serie de viviendas y edificaciones agrícolas, conforman el conjunto conocido como La Mayordomía.

La ermita, primero de San Sebastián y San Buenaventura, luego de Nuestra Señora de los Dolores y, posteriormente de San Antonio Abad, es de una sola nave y en su presbiterio se encuentra un artesonado de estilo mudéjar de traza octogonal. La última restauración la llevo a cabo el Obispado y fue sobre la espadaña. Las edificaciones, por su parte, fueron construidas entre los siglos XVIII y XIX, en la que destaca una casa con balconada de madera.

En el catalogo de edificios protegidos por el Ayuntamiento figura también el mencionado complejo, el conjunto de casas conocido como Siete Puertas, la ermita de Nuestra Señora de la Encarnación, la iglesia de San Lorenzo, el cementerio de San Lázaro, el puente de Tenoya y cerca de 60 viviendas. Entre ellas, las que están frente a la iglesia de San Antonio Abad de Tamaraceite y la Casa de la Cultura.

La arquitectura religiosa está en buen estado de conservación ya que los edificios han mantenido su uso y, además, se encuentran bajo la protección del Obispado y de los fieles. En esta última década han sido restauradas por el Cabildo la ermita de Nuestra Señora de la Encarnación de Tenoya, de cuya existencia ya hay constancia en 1533, y de la anteriormente mencionada de San Antonio Abad.

En el caso de las viviendas - en el que el distrito acoge una muestra desde el siglo XVI hasta mediados del siglo XX- salvo aquellas que se encuentran habitadas por familias o que aún mantienen negocios abiertos, el deterioro es palpable. Solo basta pasear por la antigua carretera del Norte de Tamaraceite o por el casco de San Lorenzo para detectar la fragilidad de este patrimonio.

El historiador Juan Francisco Santana Domínguez, miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y del municipio de San Lorenzo y que durante años ha denunciado el estado de abandono en el que se encuentra este patrimonio, indica que nunca se le dio el "valor que merecía".

Primero, porque con la anexión se intentó borrar cualquier huella del pasado del municipio de San Lorenzo, principalmente las edificaciones administrativas que pasaron a tener otros usos. En segundo lugar, porque muchos alcaldes desconocía la riqueza cultural que guardaba este núcleo urbano de la periferia y, en tercer lugar, porque la especulación del suelo ha pesado más que preservar este legado para las futuras generaciones.

"El municipio contaba con muchas sedes administrativas; algunas de ellas siguen en pie en Tamaraceite y en San Lorenzo. Hay edificios religiosos como la iglesia de San Lorenzo. Está el complejo de cuevas de La Montañeta, La Mayordomía. En los Giles, por ejemplo, hay un legado etnográfico y natural único de cuevas en las que vivieron los últimos guanartemes y de plantas que no existen en otra zona", enumera.

Santana señala que algunas de estas edificaciones administrativas del municipio de San Lorenzo pasaron a convertirse en casas particulares con la anexión y, a la larga, a abandonarse. Esto es lo que ocurrió con la conocida Casa de Los Muertos o de La Virgen, del siglo XVII, - situada en la calle Marqués de Muni, tras la iglesia de San Lorenzo- que fue sede municipal y velatorio ocasionalmente "porque entonces la población estaba muy diseminada" por el territorio.

"No ha interesado mantener en pie el patrimonio del municipio de San Lorenzo, que tiene una gran riqueza etnográfica y en el que incluso hay restos prehispánicos. Los abusos han sido continuados. Tanto que en La Montañeta de San Gregorio, en el que había una zona protegida y un yacimiento prehispánico, se construyeron casas. Lo mismo ocurre ahora en el barranco de Tamaraceite, de gran valor etnográfico por las cantoneras y aljibes, en el que se está construyendo", continúa.

En la carta etnográfica de la isla de Gran Canaria del 2002, que se puede consultar a través de la página de la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria (Fedac) , se incluye un amplio listado de este patrimonio relacionado con las tradiciones agrícolas, su situación, su nivel de protección, estado de conservación y quién es el propietario, entre otras observaciones.

En este listado se incluyen numerosas obras hidráulicas. Por ejemplo, el primer puente de dos ojos con el que contó la Isla se construyó sobre el barranco de Tenoya. Sobre sus restos hay otro construido, aunque ya del siglo XX.

El sociólogo venezolano, Roberto Luis Herrera García, que realiza una tesis sobre Los restos arquitectónicos en la periferia de la ciudad de Las Palmas: el caso de Tamaraceite entre 1880-1950 como una contribución a la memoria socio-histórica de la ciudad, dirigida por el profesor de la Facultad de Geografía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Alejandro González Morales, asegura que, "salvando las distancias", Tamaraceite se asemeja a Arucas como conjunto urbano al representar una población agrícola, "aunque mucho más modesta" a la hora de hacer ostentación de su dinero.

"Hasta 1960, el turismo inglés, alemán que llegaba a las Isla se acerca a Tamaraceite para hacer fotografías de las plataneras", continúa. Un paisaje rural que se fue diluyendo a medida que se abandonó el campo y la ciudad se fue extendiendo a la periferia y que Herrera apuesta por mantener para preservar esa memoria rural que en su momento tuvo Las Palmas de Gran Canaria.

El sociólogo indica que el nivel de protección que tienen las casas de finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX es básico y que deberían de contar con una catalogación mayor porque no se impide su derrumbe y muchas de ellas pueden caer, al estar ya "abandonadas".

Argumenta que no sólo deben de mantenerse las casas por su ornamentación, sino edificios en su conjunto, como las esquinas, porque configuran la trama urbana que identifica a Tamaraceite. "Tiene una entidad propia que se refleja muy bien en el espacio". También porque en muchos de ellas estuvieron establecimientos como las tiendas de aceite y vinagre, el fotógrafo o relojero del pueblo que forman parte de la memoria e identidad colectivas de los vecinos. "Si algo bueno tendrá está crisis es que parará la especulación del suelo que ha sufrido Tamaraceite en la última década".