La Luz también está expuesta al signo de los tiempos. En pleno auge del mercado de las vacaciones en el mar, los grandes cruceros se topan en el Puerto de Las Palmas con algunos restos de antiguas infraestructuras, antes imprescindibles para el buen funcionamiento de los muelles, y hoy, sin embargo, obstáculos para los mastodónticos buques que transportan a los turistas. Así, los escombros del Muelle Grande original, el dique que protegía el entorno del refugio, estorban la salida de los barcos cuando abandonan la capital grancanaria. La Autoridad Portuaria ya prepara un concurso público para adjudicar el dragado de los fondos en este punto de sus dominios, y solventar el problema del que se han quejado ya varios capitanes de las navieras que recalan en la ciudad.

La actuación costará unos 400.000 euros, y será rápida, una vez que se proceda con la licitación: en unas semanas debería completarse el dragado del fondo, para conseguir que éste sea uniforme, a unos diez metros y medio de la superficie. El concurso público se financiará con los fondos que ha reasignado Puertos de Estado a La Luz: remanentes de obras que otros muelles españoles no han necesitado del Fondo Europeo de Equilibrio Regional (Feder) para el periodo 2007-2013.

Los cruceros, cuyo calado medio ronda los 9 metros, maniobran de forma incómoda a la hora de abandonar el Muelle Santa Catalina. Cuando giran su popa para tomar la salida de la capital grancanaria su quilla queda a corta distancia de los restos del dique. Desde las propias compañías se ha alertado de la situación a la Autoridad Portuaria, que ha emprendido las medidas necesarias para garantizar la seguridad de las operaciones. En varias de ellas, los capitanes han detectado que su navío está a menos de un metro del fondo, y no se sienten cómodos con semejante margen de maniobra.

El último tramo el Muelle Grande se demolió en la década de los años treinta, cuando se inauguró el entonces llamado Dique del Generalísimo (hoy, León y Castillo), que proporcionaba un abrigo mayor a los pantalanes interiores. El problema que hoy afecta a los cruceros es nuevo. La ampliación del muelle Santa Catalina, que ya permite el atraque simultáneo de hasta cinco de estos grandes buques, se concluyó en el mes de noviembre del año pasado. A partir de entonces, se alteraron las condiciones del tráfico interior. Y se reveló la inconveniencia de los antiguos restos. olvidados durante décadas a unos metros por debajo del mar.

Que aún queden desechos del dique viejo se debe a cómo se ejecutaban este tipo de obras hace ochenta años. En la época, se empleaban sacos de arpilleras para conseguir nivelar el fondo, y que éste fuese uniforme para colocar luego los bloques de hormigón sobre los que se edificaban las barreras de protección . Al demolerse la estructura algunos de sus pedazos se desperdigaron, sobresaliendo del suelo marino. Éstos desperdicios son los que obligan al dragado.

Una vez que se lleve a cabo la actuación, los cruceros podrán orientar su popa para salir del Puerto, y sus capitanes tendrán la tranquilidad necesaria en las operaciones. Pero también se acabará con el solapamiento de dos épocas distintas en la evolución de La Luz: la del muelle que comenzó a crecer con el tráfico de pesqueros de todas las banderas, y la actual, con la creciente arribada de turistas internacionales, que, al partir, pasan sobre los vestigios.