En 2010 comienzan los problemas para el broker Giovanni Carenzio. Durante ese año desaparece durante un tiempo y sus familiares argumentan que se ha roto una pierna y ha salido del país para tratarse. "Por la ciudad corría el rumor de que le habían dado una paliza y le habían partido la pierna; alguien llegó a decir que le pegaron un tiro", comenta uno de sus allegados que aún no sabe qué creer.

La versión que él explicaba fue que se cayó. Sin embargo, a su vuelta, y aún renqueante, comenzó a pedir dinero para realizar más inversiones. "Regresó bastante nervioso y no dejaba de presionar para que pusiésemos nuestro dinero en sus manos", afirma un perjudicado. La pirámide se venía abajo.

Poco a poco, Carenzio comenzó a retrasarse en los pagos y un buen día dejó de abonar sus deudas. Los inversores, entre los que había personas de clase media como el taxista que llevaba a sus hijas al colegio y a veces le servía de chófer, comenzaron a instigarle. "Entre esos días del verano de 2011 y ahora ha cambiado unas cuatro veces de teléfono", revela uno de sus antiguos conocidos, que además asegura que "llegó a quitar el fax de su casa para que no entrase nada".

La primera querella llegó a finales de 2011. Por ese entonces Carenzio ya había puesto tierra de por medio y se había instalado en un pequeño piso en Nápoles. No contestaba el teléfono si no sabía quién llamaba y si lo hacía y era una llamada incómoda, justificaba que se oía mal y colgaba.

"A varios de los acreedores llegó a llevarlos a Suiza y a Italia prometiéndoles que allí les pagaría, pero luego los dejaba tirados durante varios días hasta que se marchaban", asegura una de las personas que vivió una de estas excursiones.