Unos se ríen con todos los dientes y otros lo hacen hacia dentro, con esa mueca en forma de hoyuelo que se resiste a transformarse en carcajada. Lo sabe bien Matías Campos Hernández, un aficionado a la fotografía que se ha propuesta capturar con su hijo el alma de La Isleta en mil sonrisas.

La cosa empezó por los azares de primeros de año. Matías Campos, isletero de la vieja escuela, bajó a la calle con su hijo Daute, el pequeño de la saga, para probar la cámara nueva y quitarle el polvo acumulado de las Navidades. Los dos se dedicaron a pedir sonrisas, una cosa llevó a la otra y ese día se vieron con 25 imágenes. Luego llegaron 100, 200, 400 fotos... Así nació La Isleta, un barrio de 1.000 sonrisas, un proyecto que tiene revolucionado el Mercado del Puerto, La Puntilla y esas calles adyacentes que se pierden en el laberinto marinero de la ciudad.

"Me dio por hacer una maratón de fotos con mi hijo y nadie tuvo inconveniente en regalarnos su sonrisa", explica Campos, y eso, en estos tiempos de zozobra económica, "tiene más valor que el dinero", añade para ilustrar la génesis de una iniciativa que ya supera las 500 imágenes y va camino de las 1.000, algunas aún pendientes de colgar en la web Photoisleta.com, un dominio que Campos compró a mediados de julio para poder continuar con la publicación de las andanzas de sus vecinos.

Y es que el proyecto no para de cosechar seguidores. Hay retratada gente como Carmelo, "el último cambullonero"; Pepín, "el de las maletas"; Rojita, "una dirigente vecinal de toda la vida" o Fela, la "primera mujer que estudió" en el instituto mixto de La Isleta, asegura el fotógrafo mientras camina en dirección a la calle Ferreras en busca de sonrisas. "Adiós, artista", le gritan desde el negocio de Pepín, el de las maletas.

Pero Campos, de 47 años, exconsejero del Cabildo y estadístico de profesión, no parece albergar una ambición artística en su proyecto, tampoco económica, sino más bien de tipo social. "Lo hago por la satisfacción de sacarle a la gente una risa", afirma, "porque este siempre ha sido un barrio solidario, muy humano". Y pone como ejemplo los sucesos de Belén María o Abengoa, en los cuales hubo encierros y protestas para defender un puñado de puestos de trabajo que entonces peligraban.

Ese orgullo de ser isletero está reflejado en el mosaico de sonrisas construido por Matías Campos y su hijo Daute en Internet, en donde también brillan rostros destacados en el panorama social isleño, entre ellos el dirigente empresarial Sebastián Grisaleña o el vicepresidente de la Unión Deportiva Las Palmas, Nicolás Ortega, sin olvidar al presidente del Real Club Victoria, Antonio Padrón, conocido en la distancia corta como el presi. "Manolo Vieira me prometió la foto 998", enfatiza Campos, consciente de que la risa del popular humorista es una cuestión de estado en La Isleta, sobre todo en un proyecto como éste, tan pegado al latido de la calle y su gente.

Para comprobarlo solo hay que dejarse caer un sábado al mediodía por el Carrillo de Rita, el quiosco ubicado en La Puntilla donde la tapa, la cerveza y la puesta de sol es casi una obligación en esa parte de Las Canteras. Ahí hace Campos sus peculiares quedadas para sacar las fotos. La última la celebró ayer, pero tiene prevista otra convocatoria para el próximo sábado. "Con esa espero llegar a las 1.000 sonrisas", vaticina. Su hijo, Daute, lo mira con los ojos satisfechos del trabajo terminado. "Las fotografías las suelo hacer yo. Mi padre las retoca luego en el ordenador", agrega. Esos ajustes, en la mayoría de los casos, consisten en usar un filtro de color para resaltar al personaje sobre un fondo en blanco y negro. La imagen, una vez publicada en la web, va acompañada con un breve pie explicativo con la vida y milagros del fotografiado, la mayoría de las veces en clave interna isletera.

También participa otro hijo, Wuimar, el mayor, que colabora en la web. De hecho, la idea de callejear e inmortalizar el trajín de la ciudad surgió, en parte, tras un viaje que padre e hijo hicieron juntos. "Fuimos en moto desde Faro hasta Normandía y nos encontramos con gente de todos lados, pero siempre dábamos con un canario, y muchas veces de aquí, de la Isleta", revela Campos sobre ese viaje desde la costa portuguesa hasta las playas francesas.

Ahí, sin saberlo, con el viento liberador de la carretera, se fraguó el germen del proyecto, pues el patriarca recuperó su afición por la luz y sacó las cámaras del armario. "En La Laguna me pagué los estudios fotografiando bodas porque tenía una ampliadora y me pagaban hasta 40.000 pesetas por sesión", confiesa Campos. "Después me quedé obsoleto", admite, pero ahora, al calor del Photoshop, ha hecho equipo con sus hijos y amenaza con capturar la memoria de La Isleta.

Y entre esas últimas diez imágenes no sólo hay espacio reservado para la 998 de Manolo Vieira. Campos también ha guardado sitio para Ricardo Richar, un vecino con problemas de pulmón que espera en Galicia por un trasplante desde hace meses. Es la segunda vez que pasa por eso y en La Isleta no se olvidan. Si todo sale bien, en breve, la sonrisa de Richar lucirá entre la de sus vecinos, como lo hace ahora la de ese antiguo alumno que reúne multitudes en el Lechuga, el instituto del barrio; o la del técnico que reparara televisores en su taller de la calle Luján Pérez; o la de Rita, la del Carrillo, el quiosco de La Puntilla donde comienzan los sueños al caer la tarde.