En plena crisis, con el tejido empresarial canario contra la espada y la pared y con escasas oportunidades de negocio que aprovechar ante la caída de la demanda interna, Loro Parque resiste como una de las compañías más pujantes del Archipiélago. Cada semana, las televisiones alemanas ruedan allí sus entregas sobre la vida animal, para conseguir captar la atención de su público más fiel. Los canarios tampoco escapan al atractivo del parque de atracciones tinerfeño, y, aunque son tiempos difíciles, se acercan para poder disfrutar de su importante exposición de vida animal. En sus dominios, el negocio funciona. Quizás porque sin salir del mismo parque ha decidido ubicar su hogar el promotor del invento, empresario singular y hombre de negocios en el sentido más clásico y genuino del término: Wolfgang Kiessling.

Las empresas de Kiessling funcionan con la misma eficiencia con la que se expresa él mismo. Con tres cuartos de siglo cumplidos, el señor Wolfgang no ha dado muestras de decaer en su empeño de que las cosas marchen. Cuentan que hasta los animales le reconocen en sus paseos por Loro Parque como el jefe que nunca oculta ser. Ante los medios siempre se ha tomado su tiempo para manifestar cómo entiende el asunto de los negocios, pero también para contar las muchas anécdotas que acumula en su trayectoria en el singular complejo en el que conviven más de 5.000 bestias, aves y mamíferos. Lo hacer sin perder el ritmo. Demuestra tino y no es difícil reconocer que sabe qué objetivos persigue en su desempeño como empresario. De ahí que su entrada en escena en el recinto de Santa Catalina se haya interpretado como las instituciones públicas en Las Palmas de Gran Canaria poco menos que como el advenimiento de un nuevo Mister Marshall, a la vera del pujante muelle de cruceros.

Un acuario en la cocina

La inversión para levantar un gran acuario en el entorno del Istmo, entre el Puerto y Las Canteras, se cuantifica en torno a los 60 millones de euros. Toda una inyección para impulsar el turismo en la ciudad, que gana cruceristas internacionales cada año, pero que demanda nuevas atracciones y un entorno más apropiado. Durante meses se ha hablado de la necesidad de mejorar el muelle para garantizar el atraque de los grandes buques de recreo (se amplió hace un año), de reactivar el Centro Comercial El Muelle (propiedad del denominado banco malo), de darle un aire nuevo al Sanapú. También durante meses, todos estos planes han permanecido condicionados a las negociaciones que, con sorprendente discreción, han mantenido el Ayuntamiento de la capital grancanaria y la Autoridad Portuaria, dueña de los dominios donde estará el oceanario, con la exigente familia Kiessling. Es en torno a esas conversaciones sobre las que ha gravitado el futuro de la ciudad, concebida como un destino atlántico señalado.

El proyecto del acuario ha tenido una cocción compleja. Hoy, justo, se presentará en sociedad. Pero antes de su puesta de largo y la conveniente foto que selle el acuerdo ante el público, Ayuntamiento y Puerto tuvieron que lidiar con el señor Don Wolfgang y su hijo Christoph, impulsor de Siam Park, también en Tenerife. Duros de pelar, los empresarios alemanes pidieron ciertas facilidades para invertir. Las administraciones hubieron de superar ciertos obstáculos que impone la ley -la de Puertos, especialmente- para conceder semejantes deseos. Probablemente ahora se aclare con exactitud en qué medida se ha allanado el camino a la pecera, pero también ha quedado claro que, con tanto crucero llegando a la capital (que quiere superar el millón anual de turistas atracados en Santa Catalina), en Sanapú hay negocio.

El Pleno municipal celebrado el pasado 25 de septiembre respaldó por unanimidad de todos los partidos políticos el nuevo plan urbanístico Puerto-ciudad, primer paso indispensable para permitir la ejecución de las obras de los Kiessling. En una Corporación donde lo raro es la coincidencia general, todos se ataviaron de cordobeses (en sentido figurado...) para saludar con alegría la inversión, tal como Berlanga retrató la llegada de los americanos en la posguerra.

Al fondo, la figura de Kiessling bien podría definirse como la silueta del porvenir en Gran Canaria, en cuya zona sur también contempla un Siam Park o parque acuático.

¿Cuál es el premio por albergar semejantes atracciones? Loro Parque contabiliza un millón de visitantes anuales. Kiessling es el motor de uno de los mayores reclamos para el turismo en Canarias, con el que no han podido las denuncias de ecologistas, preservacionistas, protectores de animales u organizaciones como Infozoos. El mismo Wolfgang se declara como un amante de la fauna que casi tiene de vecinos. Brunelli y Henry, un dogo de Burdeos y un perro salchicha, han sido considerados durante mucho tiempo como parte importante de su propia familia. Y no ha reprimido cierta perspectiva oscura sobre el futuro del mundo si no cambiamos ciertos hábitos. "En mi opinión", llegó a manifestar ante las cámaras de televisión, "si continuamos así, es cuestión de años que se acabe el planeta".

Los más críticos identifican en estas declaraciones a un empresario inteligente, que entiende que los conceptos "sostenible" y "ecológico" deben integrarse en su idea de negocio. Y que sabe venderse como un tipo razonable, además de emprendedor, de cara a la opinión pública. Lo cierto es que sus parques funcionan, generan ingresos y constituyen un importante efecto llamada para el entorno que quiera aprovechar su flujo de visitantes. Eso es justo lo que pretende la capital grancanaria: retroalimentar su mercado de cruceros con el nuevo acuario, que, por cierto, no tendrá delfines que focalicen las denuncias de las asociaciones que persiguen su protección.

Algo tiene Wolfgang, en el que su padre creyó ver un caso perdido cuando le propuso abrir un zoológico en Tenerife. El progenitor le recomendó que lo iniciara con loros y papagayos, que gastan menos. Y resultó. Aquí hay que subrayar su condición de puro emprendedor, su fe ante las adversidades. Su visión de las oportunidades comerciales aún en crisis. A Kiessling le da confianza ver nieve en el Teide, "porque durante diez años no la hubo". Una extrapolación que, llevada al mundo de las finanzas, deja bien claro que él no se arredra en épocas de vacas flacas. Que persistir es un concepto importante, y muy alemán, para un hombre que no aparenta su edad y que transmite cierta jovialidad e indiscutible energía en sus proyectos.

Con esa misma mirada se sentó, en el último verano, en la terraza del edificio Elder, para echar un vistazo no sólo a lo que ya tiene Las Palmas de Gran Canaria, sino a lo que puede alcanzar en un futuro cercano. No era temporada de cruceristas ni se había iniciado, por ejemplo, la reforma del parque Santa Catalina que ya ha anunciado el Ayuntamiento. Pero, con el soniquete de los planes municipales para mejorar la zona y con la seguridad de que el Puerto daba margen para convertirle en inversor, supo calibrar que bien podría merecer la pena la apuesta de un oceanario en el frontis marítimo, justo en el punto donde la Isla se hace más estrecha.

En eso falla poco el empresario teutón, que sabe cómo funciona la promoción. Dicen que no gasta mucho en publicidad convencional, que prefiere otras fórmulas para atraer al visitante. Por eso abre sus puertas a los medios, sobre todo, las televisiones, que tienen poco menos que barra libre para realizar sus programas en Loro Parque. Fomenta el uso de las redes sociales (el parque tiene más de 90.000 seguidores en Facebook) y da la bienvenida a estrellas del Deporte como el futbolista Pedro para potenciar y consolidar su imagen de marca. Es un hacha a la hora de dejarse notar, en el buen sentido, como líder de compañías sólidas y estables.

Destila, en cambio, un punto exótico, a la hora, por ejemplo, de declarar su admiración por la cultura tailandesa, de la que ejerce de cónsul en Tenerife. Tampoco se considera rico, lo cuál no deja de ser llamativo en personajes de su condición. Lo mismo que un zoo que cumpla cuarenta años de vida, y más, que son los que lleva Loro Parque. Poco a poco ha expandido su idea de diversión con la que comerciar y convertirse, además, en agente más que activo en el sector turístico del Archipiélago. Y ahora, que la recesión pasa del lustro, resulta que da el salto a la isla de enfrente para propagar ilusión en cualquier negocio que haya sobrevivido alrededor de Sanapú, y en las instituciones públicas de presupuesto recortado, que ven en el alemán una oportunidad única para vestir bien su gestión.