Hija, nieta, biznieta y madre de consignatarios y ella misma consignataria ya retirada, Caridad Cuyás se encargó ayer de iniciar el II Paseo Nocturno de las fiestas de La Naval con una breve historia del papel que han jugado estos empresarios en el origen y desarrollo del Puerto de La Luz. Al margen de las borrascosas relaciones que atraviesan estos días los consignatorios, Cuyás evocó la historia de su familia, que estuvo vinculada "al Puerto desde los primeros momentos de su construcción , en la segunda mitad del siglo XIX".

"Han sido cinco generaciones, que comenzaron con mi bisabuelo, don Salvador Cuyás y Prat, y mi abuelo materno, don José Jorge García, que durante décadas fue gerente de la Casa Elder. Luego los siguieron mi padre y mi hermano Javier, fundador de Consignaciones Cuyás. Y ya me siguen mis hijos", explicó Caridad, que ha dedicado 35 años de su vida profesional al Puerto e hizo historia al convertirse en la primera mujer presidenta de la Asociación de Consignatarios.

En el parque Santa Catalina, donde comenzó el paseo, Caridad resaltó la llegada a finales del siglo XIX de su bisabuelo Salvador Cuyás y Prat, desde Barcelona a la capital grancanaria, donde se convirtió en un "entusiasta defensor de los intereses del Puerto. Ejerció de hombre emprendedor como nadie e hizo mucho por la Isla, fomentó muchas obras y servicios del Puerto, instaló depósitos de carbón y otras empresas y promocionó el Puerto de la Luz en la prensa nacional e internacional", aseguró Cuyás.

Presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias del Puerto, recordó también a Juan Bautista Ripoche, que participó con su sociedad en la construcción del Puerto; a Tomás Bosch, uno de los primeros armadores que tuvo el muelle y a Miguel Curbelo Espino, el primer presidente que tuvo la Asociación de Consignatarios. "Estoy convencida de que todos contribuyeron para que nuestro Puerto saliera adelante, pero no hay presente verdadero sin nuevos proyectos. Es imprescindible que trabajemos para continuar con los nuevos proyectos", dijo Cuyás, quien añadió que "es en este ambiente marino, tan nuestro, de barcos que atracan y zarpan, donde adquiere su sentido las fiestas de La Naval".

Un poco más allá del parque Santa Catalina, justo delante de la Casa de Camilo Martinón, también conocida como Casa Fyfes, el cónsul de Italia, José Carlos de Blasio, recordó que fueron italianos los primeros barcos pesqueros que, en 1923, operaron en el banco sahariano, más de 40 años antes que la flota coreana, que llegó en 1965. "Eran cuatro barcos congeladores de 300 toneladas que hacían el viaje, pescaban y volvían en 30 días. Congelaban el pescado a 30 grados bajo cero y constituyeron un hito en aquella época", señaló De Blasio, quien resaltó cómo los pesqueros italianos contaban siempre en sus tripulaciones con "tres o cuatro canarios, porque eran expertos en filetear el pescado". Fue el padre de De Blasio, Giuseppe, quien creó en 1951 la Agencia Marítima Italiana, que impulsó el tráfico de buques entre La Luz y los puertos italianos de Génova, Nápoles y Livorno, a donde llegaban cargados de fruta. Fue en la Casa Fyffes donde tuvo sus oficinas la Compañía Marítima Italiana, con la que llegaron a trabajar 126 barcos de pesca. "Delante de las oficinas siempre había madres esperando por un contrato para sus hijos, porque las condiciones económicas en aquella época eran mejores que la españolas en los barcos italianos. La compañía cerró en 1985", diez años después de la entrega del Sáhara a Marruecos por el Gobierno español. "Ya no se podía pescar en la zona y además los italianos ya no querían embarcar" y preferían otros trabajos menos sacrificados. "Poco a poco se fue desguazando la que un día fue la gran flota italiana", lamentó De Blasio, quien evocó cuando llegaban las olas, justo delante de Casa Fyffes.

Antes de llegar a La Luz, el centenar de asistentes al paseo hizo un alto en el Mercado del Puerto donde, tras la música del violinista Daniel Elkin y la poesía de Berbel, el vicepresidente del Real Club Victoria e isletero de corazón, Francisco Medina, recordó sus vivencias, paseos y correrías por las calles comerciales del Puerto, cuando "Juan Rejón, Albareda, La Naval, Ferreras y Sagasta" eran capaces de ofrecer todo lo que los marineros, cruceristas y la gente del país demandaban. El médico José Luis Medina resaltó también el importante papel que jugó el colegio privado Ramiro de Maeztu y el Cronista Oficial de la Ciudad, Juan José Laforet cerró el paseo nocturno en la Iglesia de La Luz con la expresión de un deseo: que la Virgen del Pino, cuando venga el próximo año a la capital visite La Isleta, porque es "la cuna de la devoción mariana de Gran Canaria, a través de la Virgen de La Luz", que inicialmente se llamó Virgen de Guía. "La Virgen ", destacó el cronista, "fue testigo de devociones y fervores seculares, de la llegada de los romeros año tras año, de alegrías y de penas, de batallas que aquí compusieron la defensa heroica de la Isla en su conjunto". Caridad Cuyás evocó la luz que ponía la gente de mar en los pequeños templos a la virgen de la Guía en sus barcos para guiarlos, lo que dio origen a tantas y tantas leyendas. "Contaban que por la noche se veía pasear a la virgen portando una luz por los arenales y que al día siguiente se encontraba arena entre los pliegues de su manto", relató.

Laforet se remontó al siglo XVI, cuando Carlos V firmó la Real Cédula de 1526, una disposición que "ya resaltaba la importancia del Puerto de Las Isletas, desde el mismo día del a fundación de la ciudad", ya que daba facilidades a la población para asentarse en el lugar, con el objetivo de "ofrecer servicios a pasajeros y marineros".

FOTONOTICIA. La historia abandonada. La Casa Fyffes, que albergó la consignataria Camilo Martinón y la Compañía Marítima Italiana, entre otras empresas, se encuentra abandonada desde hace 25 años, cuando pasó a manos del Estado. En la foto, se puede ver a los participantes en el paseo, con la Casa Fyffes, que ocupa toda una manzana entre Albareda y Eduardo Dato, al fondo.