Vista desde aquí es difícil decir donde están sus límites, con excepción de los que impone el mar. Compacta en la zona baja y parte de la alta, en su periferia, si es que tiene sentido aún este término, Las Palmas se extiende como una piel de leopardo, con manchas urbanas que se entreveran con territorios rurales y áreas sin función definida.

Ciertamente quién conoce su toponimia sabe que tal enclave, pongamos que San Lorenzo, pertenece al municipio de Las Palmas de Gran Canaria, en tanto que tal otro, digamos Santidad Baja, forma parte de Arucas. Pero ni los lindes municipales se corresponden exactamente con los de la ciudad -el mismo San Lorenzo fue hasta la guerra civil centro administrativo del municipio homónimo que abarcaba la mitad de lo que hoy es Las Palmas de Gran Canaria-, ni la expansión urbana se detiene en los límites del municipio, de tal forma que actualmente el área metropolitana de Las Palmas se extiende por Telde, Arucas y Santa Brígida. Así pues si de unos años a esta parte esta entidad a la que llamamos Las Palmas nos resulta más escurridiza, herramientas de observación como Google Earth, desde la que la estamos inspeccionando, incrementan incertidumbre.

Y eso que el poder estupefaciente de estas imágenes satelitales inducen la sensación de que observamos la Tierra con el ojo omnisciente de Dios.

Parapetados tras la pantalla del ordenador, tecleamos Las Palmas en el buscador de Google Earth y el planeta se aproxima velozmente desde la oscuridad. La pantalla barre la península del Labrador, Groenlandia, el extremo oriental de Brasil, Eurasia, la mitad norte de África y el océano Atlántico, que ocupa las tres cuartas partes de lo que se ve. La imagen se acerca hasta mostrar sólo una porción de la superficie terrestre en cuyos extremos se encuentran el istmo de La Isleta, San Cristóbal, Tenoya y El Gincho (Arucas).

A esta escala, aún inconmensurable para nuestra experiencia, lo real se confunde con lo abstracto. Las Palmas, la ciudad compacta y delimitada que todavía se mantiene viva en nuestra imaginación y que habíamos aprendido a reconocer por los libros de geografía, se nos aparece como un ente extraño y amorfo. Los antiguos límites de los barrios periféricos se trituran en un polvillo de construcciones que se dispersa sobre lo que hasta hace poco era el campo. Las Palmas es una nebulosa con zonas concentradas, áreas dispersas y una multiplicidad de puntos diseminados por el territorio.

Vía 8008

El icono que se desplaza por la pantalla cuando movemos el ratón, una mano con forma de guante blanco, se posa sobre Los Giles. Abandonamos el ojo panóptico y en modo Street View descendemos a nivel de la calle. En la Vía 8008 un hombre que lleva a un niño de la mano conversa sobre el asfalto con dos mujeres. Todos tienen el rostro pixelado. Cuando nos aproximamos el hombre y el niño se suben a la acera. En la calle Sor Mercedes otro hombre sentado en la acera y con el rostro igualmente borrado parece mirar al satélite que le observa desde el silencio extraterrenal. Los Giles está rodeado completamente de tierra baldía. Vamos hacia la calle Fayna y nos internamos en el barranco de Tamaraceite. Al otro lado está el barrio de Las Majadillas y más allá se divisan Lomo Los Frailes y Tenoya, pero éste es un terreno sin edificar. ¿Es esto la ciudad?

Salimos del modo Street View. La mano con forma de guante se desplaza por el tecnoterritorio hasta la cornisa de La Minilla, contigua al Paseo de Chil, a Guanarteme, y a la Urbanización La Minilla, en una de las zonas densas de la ciudad. En este vacío urbano, sin embargo, apenas si hay una pequeña hilera de viviendas que asoman al Estadio Insular y el resto de un búnker construido durante la Segunda Guerra Mundial, ruinas de la contemporaneidad que se asoman a las grietas del código binario. ¿Acaso es esto la ciudad?

La mirada barre rápidamente el territorio y el ratón se desplaza a otro extremo de Las Palmas. Por el camino distintos iconos hacen publicidad de una pizzería, de un centro médico homeopático, de una empresa de anuncios luminosos y de otros negocios. Estas imágenes satelitales, que desde el punto de vista técnico funcionan como fotografías documentales, contienen también algo de las florituras retóricas del mapa.

A muchas millas por encima de nuestras cabezas observamos la ciudad histórica, atravesamos Vegueta, nos adentramos en San Roque. En el barranco Guiniguada nos deleitamos con la contemplación tecnológicamente sublime de una finca de plataneras. A unos minutos a pie de la catedral y de la Avenida Primero de Mayo, a la vista de las viviendas de San Francisco, la existencia discurre aquí según el calendario agrícola. ¿En verdad es esto la ciudad? Es difícil contestar. Entre otras razones porque la ciudad no sólo tiene un carácter físico, material, sino también una dimensión abstracta, intangible y ésta, con herramientas como Google Earth, con la que ahora contemplamos Las Palmas, se ha multiplicado hasta el infinito.