Cristo Alfaro Ramos es capaz de doblar una media de 7.000 servilletas al día. Como si de un ritual se tratase, se enfrenta a su labor con unas pautas que revela de retahíla. "Lo primero es limpiar la máquina de doblaje. Después me pongo los guantes, el gorro y la mascarilla y voy metiendo las servilletas de 100 en 100 o de 200 en 200". Para él las cifras son muy importantes, tanto que recuerda con precisión el día que comenzó a trabajar en el Centro Especial de Empleo Adepsi. Desde el 23 de octubre de 2002, este mago de los números, no ha parado de aprender y adaptarse a las actividades que se desarrollan en la nave de la calle Arrecife. Lo mismo calcula "con trucos matemáticos" los palets almacenados, que carga en containers la mercancía. Eso sí, en cada uno de los puestos la seriedad, que no la pérdida de la sonrisa, es una premisa que se repite. Y es que si tienen algo claro todos los miembros de esta empresa es que el suyo es un trabajo donde prima la "calidad".

Enfajados, retractilados, Flow Pack -sistema que sella el envase por triple costura-, embolsados, estuchados o empaquetados promocionales para otras compañías son los servicios que ofrece el centro de empleo de economía social. Hace 23 años que se constituyó como iniciativa de la asociación de la que adoptó el mismo nombre con el objetivo de "dar una oportunidad laboral a personas con discapacidad intelectual", explica el gerente, Francisco Romero. Actualmente son una veintena de personas las que consolidan la plantilla de la que Juan Miguel Peña, a sus 54 años, es el más veterano.

"El centro especial creció con Juan Miguel", asegura Blas Rodríguez, responsable de producción de Adepsi. De ahí que Peña, además de ser el rey de los chistes y del buen humor, es a quien acuden para saber dónde se encuentran las herramientas porque "lo controla todo". Además, participa en el Programa Autogestores donde trabaja sus habilidades comunicativas y aprende, entre otras cosas, "a promocionarse en la vida". Su formación e involucración en aquello que hace se refleja es su oficio. Juan Miguel Peña es un profesional en aquello que desempeña y por eso no duda de decir cómo espera que le vea la sociedad. "No quiero verme reflejado en nadie, solo quiero que me vean tal y como soy", tan válido como cualquier otro.

Todos son conscientes de la realidad, según asevera el Blas Rodríguez. "Son muy disciplinados y el absentismo laboral es bajísimo. Para ellos es muy importante venir y defender su trabajo". De este modo, en el centro especial de empleo se les forma constantemente, pero se les trata como a "trabajadores ordinarios" sin mayor tutela o protección. A las ocho de la mañana, y hasta las 16.30 horas, los empleados se afanan en tareas que requieren de esfuerzo, paciencia y mucha precisión.

A Nereida Hernández, por ejemplo, lo que más le costó al principio de su llegada, hace ya más de un año y medio, fue "poner las pegatinas" en el proceso de etiquetado de los productos. "Pero si practicas mucho, al final, te sale perfecto", afirma la joven de 29 años que vive en un hogar funcional de la asociación donde se fomenta la autonomía. Ella, además, es la encargada de limpiar y servir la comida en el comedor que tienen dentro del propio recinto. Una idea con la que el centro trabaja a su vez los hábitos saludables en lo que a la alimentación se refiere.

Las familias también son importantes en una empresa como la de Adepsi, "única" en Canarias. "Ellos llegan aquí con problemas personales y nosotros los abordamos, porque sin ellos esto no existiría. Y eso nos hace ser también competitivos", manifiesta el responsable de productividad. Y es que ninguna de las unidades que ellos producen "llega al euro". De cualquier punto de la península y con destino a cualquier parte del mundo, bebidas, cremas, legumbre, depiladoras, servilletas, cigarros, puros o latas de conservas, entre otros productos, se empaquetan en función de las necesidades del cliente.

Balbina Mendoza, Nina para todos, es una experta en el enfajado de botellas y en la perfecta alineación de "las latas de sardina", según cuenta. Lejos de lo que pueda parecer, la suya es una labor detallista que abarca una perfecta colocación y sentido de la mercancía. Una misión que se ve complementada con la actividad de otros compañeros. "Aquí se realiza un trabajo en paralelo, pues lo que hace uno lo complementa otro", aclara Rodríguez. Para ello disponen de una maquinaria cualificada que los empleados aprenden a utilizar "por automatismo". Intermediarios entre industrias y distribuidores, comprometidos con la calidad, ofrecen su trabajo, como garante de los mejores resultados.