Tiene 47 años y lleva en guerra contra la diabetes desde chico. La última batalla la libró el pasado día 17 en su casa de Schamann. La ganó por el canto de un duro. Esa madrugada había quedado con un taxista para ir al aeropuerto, pero un coma hipoglucémico lo dejó inconsciente en su cuarto y Mario, el taxista, al ver que no bajaba, avisó al Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad del Gobierno de Canarias. "Se lo agradeceré toda mi vida porque me salvé gracias él. Todavía queda gente profesional y cumplidora", asegura Juan García, un vecino muy popular en Pedro Infinito por la cafetería que explota en régimen de arrendamiento y por la lucha que libra contra la enfermedad desde los 11 años para "resistir".

Juanito, como lo conocen en el barrio, salió del Hospital Doctor Negrín el pasado viernes. Asegura que no se acuerda de mucho porque ha estado la mayor parte del tiempo inconsciente. Tampoco ha podido localizar al taxista para darle las gracias, por eso aprovecha ahora para hacerlo desde aquí. Sí ha hablado con los endocrinos, "todos unos excelentes profesionales", asegura, y con su hijo, de 22 años, su segundo salvador, pues saltó por la cocina de la vecina y entró en la casa de su padre por la ventana para abrirle la puerta a policía, a los sanitarios y a los bomberos tras la alerta dada por Emergencias. Gracias a esos testimonios ha podido hacer una reconstrucción de lo sucedido esa madrugada.

Juanito cree que un cambio de software en la bombona de la insulina produjo una alteración de los parámetros y eso derivó en el coma hipoglucémico, apunta como posible causa de lo sucedido. "Me alimento bien y hago todos los deberes, he tenido que convertirme en un profesional de esta enfermedad para poder vivir", añade.

En su historial figuran otros dos sustos, pero ninguno tan grave como éste, hasta el extremo de quedarse inconsciente. Esa madrugada, sobre las 06.00 horas, Juanito iba a coger un avión para viajar a Valencia, pero no recuerda si se despertó o desayunó o llegó a hacer la maleta. "Me encontraron en el suelo lleno de vómitos", explica.

El cabo Eugenio Cabrera, de los bomberos de la capital grancanaria, corrobora la historia. "Estaba al borde de la muerte; si no es por la enfermera que lo atendió y el taxista que avisó, creo que no hubiera salido de ésa", agrega el profesional, con 24 años de servicio en el cuerpo de extinción.

Los bomberos acudieron por si era necesario echar la puerta abajo, pero el hijo de Juanito, alertado por la policía, ya había franqueado la entrada, todo gracias a la llamada del taxista y a la suerte, pues el afectado vive solo y la contratación de la carrera para ir hasta el aeropuerto fue primordial: lo encontraron a tiempo y la enfermera pudo revertir el coma con tres pinchazos de insulina. En esos momentos, el cabo Eugenio sujetaba el suero.

"He vuelto a vivir otra vez", revela Juanito. Se encuentra cansado, su recuperación es lenta, pero es un luchador y solo piensa en examinarse pronto del cinturón negro de Aikido, disciplina marcial que practica desde hace años. "Siempre les oculté que era diabético porque quería estar con los grandes", aclara. Tampoco descarta lanzarse al mar con sus viejas tablas de surf, aunque eso parece más complicado. "Hay días que no puedo ni caminar", ilustra.

Pero no hay tiempo para el lamento fácil en la vida de Juanito, sino más bien para la exigencia y la reivindicación. "Los diabéticos no tenemos ayudas, estamos a años luz de la asistencia que reciben en otras países". Dicho queda.