En las entrañas del Pueblo Canario, "por donde están los arcos", la única puerta abierta llama la atención por los vivos colores que la arropan y que dan paso a figuras a medida que uno se acerca. Está en una esquina, con un escaparate, camisetas y postales flanqueando su fachada. Un auténtico gesto de bienvenida al visitante que contrasta con la tristeza que provoca el cerrojo echado de sus vecinas. Una vez más, como sucede desde hace casi 60 años todos los días -excepto el sábado- alguien se para en su entrada. Los pies permanecen estáticos a la espera de que la mirada también se estabilice y logre estancarse en alguno de los objetos nacidos de manos artesanas. Tras el pequeño mostrador, en una silla tan canaria como se siente ella, se encuentra Pepi Nadal Perdomo. La propietaria se levanta con una sonrisa cómplice. "Pasa, tengo una bonita historia para contar".

Antes de comenzar con la amalgama de recuerdos, que salen y entran de la conversación como los turistas por su establecimiento bautizado con el nombre de Fataga, señala la parte superior de uno de los abarrotados estantes donde reposan un par de preciosos trajes típicos en tonos azules. No hace falta que diga nada porque sus ojos ya han revelado su auténtica pasión. "El diseño es de Néstor Martín Fernández de la Torre". Un artista al que ella admira enormemente, entre otras, cosas por los vínculos familiares que le unen a él. "Es mi tío abuelo", explica, "y se basó en las campesinas de la Isla para la creación de una indumentaria que enriqueció con los oficios propios de aquí, ya que asesoró a las modistas y caladoras para que se hicieran sus trajes para que la gente también los llevara. Esto provocó que la burguesía se fijara en los vestidos tan maravillosos que la gente del pueblo llevaba, empezando a encargar su confección, por lo que Néstor consiguió a la vez potenciar nuestra artesanía".

Y ese es, precisamente, el mayor legado de Nadal Perdomo. "Se ha perdido mucho la tradición, sobre todo en los jóvenes, que no valoran lo artesanal y no les importa gastarse mucho dinero en móviles o tabletas, pero no en un traje canario, por ejemplo, porque la mentalidad es que no van a comprar algo caro para ensuciarlo en una romería", se lamenta. "Por eso yo intento inculcar nuestra identidad en mi tienda". Su lucha ha merecido la pena. "Amo lo que hago". Así lo afirma y así lo transmite y por eso, hoy, a las 11.30 horas recibirá un homenaje con el que se clausura el XVI Festival Folklórico de las Comunidades que se celebra en "su segundo" hogar, el Pueblo Canario. "Este fue el patio de mi casa", confiesa.

Su trayectoria y clientela le han dejado buenos momentos. Como cuando le hicieron el traje a Eva Perón durante su paso por la Isla, o cuando la marca de juguetes Famosa accedió a enviarles muñecas Nancy desnudas para que ellas les hicieran trajes típicos a medida, después de ver el resultado. "Les enviamos una con todo los complementos y accedieron al ver el prestigio que le dábamos. Esas muñecas las tienen, por ejemplo, las infantas Elena y Cristina o la hija del actor Antonio Banderas, Stella del Carmen".

No obstante, son los recuerdos de su niñez los que traen a su rostro una expresión especial. Es el momento de hablar de su abuela materna, Dolores, la menor de los Martín Fernández de la Torre y auténtica debilidad y fuente de inspiración de Pepi. "Este negocio comenzó entre 1929 y 1929", comienza a narrar, "Néstor diseñó un local que su hermano Miguel levantó en el parque Santa Catalina y fue mi abuela quien se puso al frente".

No fue hasta varios años más tarde, en 1956, cuando al inaugurar el Pueblo Canario abren otra tienda allí, regentada por su madre, Soledad Perdomo. Yo siempre ayudaba, porque me encantaba". Además estudió en el colegio alemán, así que tenía la misión de intermediar con todos aquellos visitantes procedentes de tierras germanas. Es más, estudió un año en Hamburgo gracias a la buena relación que se creó con unos clientes alemanes que pasaban por el Pueblo Canario. "Me quedé en su casa todo el curso", señala.

Pero lo que verdaderamente le gustaba a Pepi Nadal era pasar las tardes con su abuela, en la tienda de Santa Catalina que seguía abierta. "Ella me explicaba todo sobre los trajes, me enseñó a matizar y combinar los colores y cuando venían las caladoras y bordadoras ella me pedía opinión y yo me sentía entonces muy importante". El vínculo con su antecesora continúa muy vivo a día de hoy. "Siempre tengo que llevar algo que fuese suyo para estar en contacto con ella", cuenta mientras muestra un anillo que lleva en su dedo anular. "Yo sé que ella nos ayuda, porque desde que empezó la crisis en 2007 lo hemos pasado muy mal". En poco tiempo, además, tendrá que afrontar la remodelación que está prevista se haga en el enclave, de la que sabe saldrá victoriosa porque aún le queda "un reto" por cumplir antes de dar por finalizada la vida de su empresa familiar. "Quiero escribir un libro que recoja todo lo que sé sobre el traje canario diseñado por Néstor, con fotografías antiguas que todavía guardo". Hasta entonces sus puertas permanecerán abiertas y desde luego, a pesar de los cambios que se antojan venideros, ella no pierde ni un poco el entusiasmo.

Puede que ese sea otro motivo por el que la suya sea la única tienda que sobrevive abierta en el recinto que preside el parque Doramas, junto al Hotel Santa Catalina. Viendo como los demás negocios han ido cerrando, su método de resistencia se ha perfeccionado y es ella misma la que sale al encuentro de la clientela. "Voy a todas las romerías para que me vean y la gente se anime a comprar trajes". Para ello, alterna los tres que tiene. Primero está el de su abuela Dolores, que se compone de un refajo en paño amarillo ocre y superpuesto de trocitos de tela marrón formando pintaderas, con el que la gente dice que la cara se le "transforma". También tiene el de Fuerteventura -que es el que "más" le gusta después del propio de su "tierra chica", Gran Canaria- y el que le regalaron cuando tenía 15 años, como siempre ha sido tradición en su familia materna al alcanzar esa edad.

Pero Nadal Perdomo también busca la diferencia de su oferta con respecto a otras. "La mía es la única pura que queda". Y eso se consigue apostando por la venta de artículos de origen y elaboración canaria y artesanal. Además de los trajes que son de producción propia, hay en la Tienda de Artesanía Fataga mantelería, cuchillos canarios, cajas talladas, postales, imanes, libros, camisetas, bolígrafos y una gran variedad de figuras de diferentes tamaños y colores, entre otras muchas cosas.

Asimismo, a sus 66 años también da alguna charla, junto al catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Manuel Pérez, en el curso de Etnografía y Folklore de Canarias que se imparte dentro de la diplomatura de Estudios Canarios de la ULPGC. "Animo en todo los idiomas a que visiten el Museo de Néstor y les hablo de nuestro traje típico". También colabora con las Fiestas de Los Dolores de Schamann, prestando la indumentaria de su tienda para vestir a las reinas.

Las agrupaciones folklóricas como Roque Nublo, San Cristóbal y Poliguanche también lucen en sus actuaciones un vestuario que ha salido del negocio que acuña más de ocho décadas de existencia. "Yo no formo parte de ningún grupo porque además de mi trabajo, he llevado junto a mi marido, José Moriana, el Hotel Fataga", matiza divertida ante una pregunta sobre sus aficiones más allá de la tienda. Lo suyo, además de sus dos hijos -Alejandro y Paloma- y el Granca -que es la segunda pasión de su esposo-, lo suyo ahora es hacer pilates antes de comenzar la jornada laboral, que abarca las mañanas de 9.30 a 13.30 horas, y las tardes de 17.00 a 20.00 horas.

"Jamás me vi trabajando en otro lugar que no fuese este", apunta de forma espontánea entre las cuatro paredes entre las que se ha forjado tanto su historia como la de sus antepasados. "¿Sabe por qué se llama Fataga? Porque cuando Néstor diseñó la casita inicial del parque Santa Catalina, se dio cuenta de que se parecía a las viviendas que hay en el pueblo que hay al sur de la Isla que tiene el mismo nombre". Para ella esas seis letras, las que conforman el letrero de su local, tienen un significado más profundo. Ese fue el patio de su casa de niña y también el lugar en el que se criaron sus vástagos. De manera que tiene claro que es ahí donde piensa permanecer un tiempo más para transmitir la cultura. "Esta tienda morirá cuando no queden bordadoras ni caladoras".