El olor a brasas se percibe desde el inicio de Mendizábal. Ha llegado una de las noches más esperadas del año y, una vez más, Vegueta rinde su propio homenaje a los difuntos reviviendo la Noche de los Finaos como se hacía antiguamente. La calle Botas es el punto de encuentro con la tradición que Loli Santana, presidenta de la Asociación La Unión -con sede en la misma vía-, se empeña en mantener viva con ahínco desde hace más de una década. "Esto es algo nuestro", comenta Juan Ramos, mientras espera en la larga cola junto a Carmen Delia Hernández para coger un de los trozos de las 800 piñas asadas que se repartirán de manera gratuita a lo largo de toda la noche.

No tarda mucho en llegarles el turno, pero mientras no pueden evitar rememorar la época a la que, inevitablemente, les traslada el ambiente. "Mi familia se reunía en casa de mi tía Dolores, que era la mayor de los hermanos de mi madre y allí se ponía una mesa enorme llena de castañas, manzanas, nueces y algunos huevos duros que nos daban a los niños cuando pedíamos los santos", cuenta a sus 67 años Ramos. "De eso no queda ya nada, por eso, vengo a Vegueta este día siempre que puedo, porque es una manera de seguir rindiendo homenaje a mis antepasados y continuar con la tradición".

La calle Botas se llena poco a poco de personas que quieren disfrutar de la víspera del Día de Todos los Santos a la antigua usanza. Y es que, a pesar de no ser en un patio de vecinos como se solía hacer antaño, no faltan ni castañas ni licores en una celebración con mucha esencia canaria. El folklore tampoco falta.

Muy cerca de los braseros donde se asan los frutos propios de la fecha, la calle de La Pelota, las parrandas Stacatto, Vega de San José, Brisa Canaria, Estrella del Amanecer y Vecinos Unidos ponen la nota musical hasta pasada la media noche. Pero antes de que las canciones tradicionales que muchos siguen con palmas o sus propias voces ambienten el casco histórico, logran arrancar más de un baile desde que comenzaron a sonar en el parque San Telmo -donde los grupos iniciaron un pasacalles antes de establecerse en el casco histórico capitalino-. Al principio de Triana está Carmela Guerra con su nieta Lucía, de tan solo cinco años. "Se sabe algunas letras", asegura la sextagenaria que lleva de la mano a la tímida niña. "Esta mañana se ha disfrazado de Halloween para una fiesta, pero ahora vamos a Vegueta para comernos unas castañas asadas". La pequeña se esconde un poco tras su abuela. "Porque es muy vergonzosa y no va a querer contarlo, pero lleva toda la tarde preguntándome que cuándo veníamos a los finaos", cuenta con orgullo Guerra, quien se encarga de hablarle "sobre las tradiciones, porque de ellos también va a depender que en un futuro no se pierdan", apostilla antes de atravesar la calle Mayor con destino al centenario barrio.

Carmen Cedrés no va a ir a Vegueta, porque solo ha ido a dar un paseo con unos amigos, pero disfruta del ritmo con esencia de la tierra. "Esto es muy bonito", opina, "porque hay que recordar lo nuestro". En ese momento, le viene a la memoria cómo vivían en su casa la Noche de los Finaos cuando era niña. "Mi madre compraba y asaba las castañas y en la mesa también ponía nueces y manzanas francesas", rememora quien está "encantada con todo lo que sea una fiesta". De ahí que se muestre entusiasta con la iniciativa de rescatar del olvido una tradición que nada tiene que ver con Halloween.

Y mientras unos celebran la noche del 31 entre frutos asados y folklore, otros se impregnan del espíritu de Zorrilla. Un año más, la plaza del Pilar Nuevo se convierte en el escenario en el que Don Juan Tenorio y Doña Inés -a quienes dan vida Pedro Vasallo y Naira Gómez, respectivamente- comparten sus versos y palabras de amor ante la atenta mirada de los numerosos asistentes. Una versión de la compañía Hybri2 que dirige Leonardo Reyes, que en esta edición mostró el lado "más romántico" de la obra.