El 8 de noviembre de 1939, pocos meses después de finalizada la Guerra Civil, el barco de la compañía Transmediterránea Dominé hacia escala en el puerto de La Luz en su travesía hacia Fernando Poo y Guinea continental. De aquel gran buque, construido en 1935 y que había sido utilizado como nave de guerra durante el conflicto nacional, descendían cinco salesianas que tenían el encargo de ofrecer "cristiana educación religiosa, moral y profesional, de niñas y jóvenes de la clase obrera" en el barrio de Arenales. Esperanza Díaz, Pilar Martínez, Consuelo Hernández, Martina León y Presentación Cervera, como así se llamaban las monjas, eran recibidas en el muelle por las benefactoras Dolores Manrique de Lara Bascarán, su hija Rosario, y José Camacho, el director en esos momentos de los salesianos. Era el inicio del colegio María Auxiliadora, ubicado en Tomás Morales, que este curso celebra su 75 cumpleaños.

Nada se sabe del periplo viajero de aquellas monjas en aquel buque, tripulado por 100 marinos y con capacidad para 424 pasajeros, ni de las impresiones que tuvo el quinteto a su llegada a Gran Canaria porque en el diario que abrieron las salesianas, y que continúa a día de hoy, no anotaron nada de relevancia de aquellas primeras jornadas dedicadas a organizar la casa que había cedido la benefactora, presentación ante las autoridades y demás actos de bienvenida.

El 9 de noviembre, con el beneplácito del Obispo Antonio Pildaín y banda de música incluida, se inauguró la vivienda como colegio, aunque no será hasta abril de 1940 cuando se abra como escuela regular tras acondicionar "tres salones y un patio para costura" aparte de adquirir los bancos necesarios.

En la fundación de la casa se dejó constancia de que las salesianas podrán educar gratuitamente a las niñas mediante escuelas diurnas y nocturnas, talleres, escuela hogar y oratorio festivo. También se les permitía dedicarse a "la educación de niños de pago y a otras actividades retribuidas" siempre y cuando no sea en perjuicio de la actividad principal del colegio que es la dar educación básica a las niñas de familias más desfavorecidas.

En la casa se matricularon más de 300 niñas pero solo se admitieron a 150 pequeñas y 40 jóvenes, que en clases nocturnas, aprenden labores y las nociones básicas de una educación general.

En 1943, las salesianas amplían la casa con la compra de una finca en la parte trasera de la vivienda. De nuevo es la benefactora Rosario Manrique de Lara, quien desembolsa los 528,89 euros que cuesta los 1.744 metros cuadrados de la finca.

En esos primeros años, las monjas compaginan la labor docente con la venta de alfalfa que cultivan en la finca así como algunas labores de costura que realizan para las familias bien de la ciudad. Trabajos con los que aligerar el sostenimiento del colegio y de la comunidad ya que se está en plena posguerra.

Ampliación

No deja de haber demanda y la necesidad aprieta. En 1945, la superiora Carmen Rosing escribe una carta al capitán general de Canarias, Francisco García Escamez, aprovechando su visita a la Isla para solicitarle la construcción de una tercera planta para construir un dormitorio, una enfermería y una sala de estudio para asistir a más "huerfanitos". La misiva tuvo su efecto porque en la fachada del complejo educativo-religioso hay una placa que recuerda que la ampliación del centro se debió al militar.

Posteriormente, llegó la iglesia - abierta hoy a los vecinos-, aunque para conseguir el terreno hubo que "sembrar medallitas a la virgen" para que el propietario de la finca vendiera el terreno. Así lo cuenta Pilar Rivero, la administradora de la comunidad religiosa, que resalta el papel que ha desempeñado la orden en la educación de la mujer.

La labor educativa de las salesianas se consolida a los largo de los años 50 en la capital. Tanto es así que de las 653 religiosas que se contabilizan en 1963 en la capital -hay registradas 44 instituciones religiosas femeninas- ocupan el segundo puesto en número de siervas detrás de las Hijas de la Caridad. Ya no solo atienden a las niñas pobres sino a las de las familias trabajadoras y de clase media, mientras el espectro docente se va abriendo a los seglares.

Alicia Rastrilla fue alumna de la primera promoción de Secretariado que se impartió en el colegio en 1964. "Había disciplina, pero no tan rígida como se podía imaginar uno por ser monjas. El ambiente era muy bueno", recuerda, mientras añade que hacían gimnasia con la falda del uniforme; "debajo llevábamos unos bombachos", y salían en procesión por las calles del barrio cuando era Semana Santa. Como ella, cientos de jóvenes han salido de sus aulas.

Hoy en día, 685 alumnos de los dos sexos reciben clase desde Infantil a Secundaria. La mayoría de los docentes son seglares -39- y tan solo tres monjas imparten materia.

La directora del colegio, Chabela López Hernández; que fue alumna de las salesianas, comenta que la filosofía del centro es la "formación integral del alumno". "No solo académico sino también desde el punto de vista humano. Aspectos como la solidaridad, el respeto, la responsabilidad, trabajar en equipo, aprender de los demás y saber compartir".

Esa visión solidaria del mundo se hace realidad con el proyecto Pienso en ti con el que colaboran con Cáritas. Cada 15 días los alumnos traen alimentos con el que llenar la compra de 15 familias necesitadas.

La dirección religiosa de la comunidad - quince hermanas- está en manos de la gaditana Caridad Romero, que lleva apenas año y medio en la capital. La sociedad isleña ha cambiado mucho desde que las salesianas llegaran a la Isla pero asegura que "los más necesitados" siguen estando en el eje de su labor educativa, aunque ahora no se dediquen tan intensamente como antes a esa tarea sino a la atención de las hermanas de mayor edad que viven en el inmueble.