La Provincia - Diario de Las Palmas

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"El proceso de crecimiento de la zona de Guanarteme ha sido antinatural"

"Urbanísticamente el barranco de La Ballena está ignorado, como todos los cauces de esta ciudad"

El arquitecto Juan Palop-Casado, en primer término, durante el recorrido por Guanarteme, ayer. QUIQUE CURBELO

¿Qué peculiaridades tiene el barrio de Guanarteme desde el punto de vista arquitectónico?

La mirada que hacemos en esta ruta, organizada por el Centro de Arte La Regenta, no es tanto desde la Arquitectura sino que parte de la tesis que publicamos hace diez años -Más Urbanismo- que decía que el diseño de la cuadrícula, sobre la que se ha construido el barrio de Guanarteme, es un sistema que atiende muy poco a las singularidades naturales y las dinámicas sociales del espacio. Tanto en el primer proceso de crecimiento en horizontal como en este segundo en vertical que ha sufrido el barrio en los últimos quince años han sido muy antinaturales. Con respecto al Medio Ambiente como con el hombre. Sin embargo, encontramos en el barrio restos o acciones de todo lo contrario que evidencian cómo los vecinos y lo natural han encontrando su sitio.

¿Y qué condicionantes ha impuesto esa cuadrícula urbana?

La cuadrícula siempre ha sido una manera de colonizar todo el territorio con la misma calidad. Si uno pasea por Guanarteme ve que todas las calles son iguales. Sin embargo, como le decía antes, los vecinos han sabido reaccionar a esta traza hermética tanto en el crecimiento horizontal como en el vertical. Por ejemplo, en las calles que dan a la marisma, los vecinos no aparcan los coches porque estos se oxidan. Han sabido leer la naturaleza y, aunque todas las calles son iguales, ellos solo aparcan en las que están alejadas del litoral. Y cuando no encuentran sitio, aparcan en ellas pero con el morro del coche hacia arriba porque el motor es el primero que sufre. Es decir, al final, la vida se impone y los vecinos actúan en consecuencia. Otro ejemplo, la primera tienda de aceite y vinagre que tuvo el barrio tiene 80 años. Ya no está ubicada en el mismo lugar porque el solar desapareció, pero la tienda sigue funcionando en la calle Fernando Guanarteme. Esta idea de adecuarse al espacio también podemos verla en un hostal de surferos que ha sabido utilizar la azotea como espacio libre frente a ese modelo hermético de cubierta a dos aguas que se ha impuesto en el barrio.

El barrio ha sufrido una gran transformación en la última década, como usted comenta, principalmente con la construcción de bloques de viviendas. ¿Ha perdido esa idiosincrasia de barrio humilde, de casas terreras, que le caracterizaba?

Claro que ha perdido ese origen urbanístico de casas terreras con azoteas con este nuevo crecimiento en vertical lógico de las inmobiliarias. Ha perdido su escala y una gran oportunidad de hablar manteniendo esos orígenes, aunque cambiando de forma esos valores que le han caracterizado como son, por ejemplo, las azoteas. Eso es lo grave del barrio. No se trata de estar en contra del progreso, del crecimiento en vertical, sino de aprovechar esas peculiaridades de otra forma para que el espacio sea más amable con el ciudadano.

¿Quiere decir que no ha habido planificación en ese desarrollo urbanístico de los últimos años?

Lo más grave es que ha ocurrido con una planificación urbanística. Pero no debemos asociar lo no planificado a algo malo y, por contra, bueno cuando sí lo está. No hay que olvidar que lo planificado también puede arrasar con la identidad de los barrios.

¿En qué calles podemos encontrar aún esa identidad?

En la zona que da al barranco de La Ballena, en la parte alta de la plaza del Pilar. Una zona que está aún pendiente de desarrollo y donde estos nuevos conceptos de biourbanismo, que identifican la ciudad como un ser vivo y no como un espacio de piedras, de crecimiento orgánico, podrían aplicarse. Quiero dejar claro que el crecimiento urbanístico e inmobiliario no significa arrasar con los valores de los barrios.

Una de sus señas de identidad de Guanarteme eran las fábricas de conservas, que se han derribado para hacer un aparcamiento público, ¿no se podrían haber aprovechado como espacios culturales y de ocio y preservar así ese pasado industrial también de la ciudad?

Por supuesto. Incluso se podía haber dado un uso residencial a las mismas con lofts. En el barrio, por ejemplo, se ha levantado un gimnasio en una antigua nave, que fue un almacén, que permite ver lo que ocurre en la calle y viceversa. Esa permeabilidad entre edificios y calles es muy interesante, porque el problema que tiene el barrio con ese crecimiento vertical es que no ves el cielo, los cruces de las calles son oscuros y desagradables. Insisto, no se trata de una crítica al crecimiento inmobiliario, al negocio en sí, sino a cómo se ha aprovechado ese espacio. Con el mismo aprovechamiento del espacio se pueden hacer otro tipo de manzanas, de espacios públicos más agradables para el tránsito.

¿Puede sacarse algún rendimiento a las naves privadas que aún quedan?

Por supuesto. Incluso pueden ser espacios públicos urbanísticamente libres, sin uso determinado, que permitan iniciativas diversas de los ciudadanos. Si este recorrido urbano puede servir para repensar o alertar sobre esos espacios y para que el desarrollo y evolución del barrio no sea a costa de arrasar con esos valores propios de identidad sería muy positivo.

La playa es, sin duda alguna, el área de esparcimiento de Guanarteme, ¿ está bien aprovechada?

Con este enfoque que planteamos en el recorrido de que la ciudad no debe ir en contra de la naturaleza; y cuando hablamos de naturaleza me refiero no solo al medio ambiente sino a la naturaleza humana y no humana, la playa se mete en el barrio con las marismas pero también con ese espíritu playero que era fácil de encontrar hace unos años. De que, por ejemplo, entraras en una farmacia y te encontraras a un señor descalzo y en bañador. La playa debería de colonizar aún más el espacio del barrio; en ese sentido de desinhibición que había antes y que los bloques de viviendas han hecho que se renuncie a ese tipo de vida. Esa estandarización de casas hace que parezca que estemos en cualquier lugar de la ciudad. La Naturaleza vuelve a colonizar la cuadrícula con los huertos urbanos como el de Pino Apolinario y Cayetana Manrique.

¿Qué opinión tiene del nuevo complejo deportivo que se construye a la altura de la plaza de Churruca, tanto como edificio en sí como nuevo espacio de uso público?

Desconozco el proyecto, aunque he de decir que gané el tercer premio del concurso de ideas que se convocó en su momento y que no llegó a ninguna parte, como ya ha ocurrido en otras ocasiones. Son cosas de esta ciudad. Pero ligar el uso del bienestar al barrio es bueno. Guanarteme tiene una identidad fuerte pero absorbe muy bien todos los cambios. Como ya he dicho, lo ideal es que se construya sobre esa identidad y no sobre estándares. El problema es que el barrio está construido sobre estándares.

¿No se está desaprovechando el parque de Manuel Lois como pulmón verde para los vecinos?

El problema no es solo de Guanarteme es que la propia ciudad desaprovecha los barrancos, que tienen tanto valores naturales como estratégicos de construcción urbana. Deberíamos de acabar diciendo en que barranco vivimos en vez de en que barrio. Son espacios pendientes de ordenar y de hacer legibles. El parque de Manuel Lois y, por supuesto, el barranco de La Ballena está ignorado, desatendido, éste último hasta oculto. Hasta tal punto que no forman parte de los temas urbanísticos. Se podrían aprovechar como espacios recreativos, públicos y hasta incluso servir para conectar la costa con el interior.

¿ Por qué la ciudad no los ha tenido en cuenta a la hora de su desarrollo urbano?

El urbanismo tiene 150 años, por tanto es una practica moderna. Hasta ahora ha habido una idea cartesiana del urbanismo, de que la naturaleza hay que domesticarla. Ahora se imponen otras dinámicas, un biourbanismo que tiene en cuenta a la naturaleza y al hombre, que busca espacios más amables y menos agresivos.

¿Quedan aún espacios libres con posibilidades de transformación en Guanarteme?

Sí. El entorno entre la plaza del Pilar y del barranco. La misma plaza está sin resolver urbanísticamente; se le van añadiendo elementos que son incluso agresivos con el espacio, para el usuario. Toda la zona que queda entre la plaza y el final de Mesa y López es fantástica como laboratorio.

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