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A la caza del jaguar en el Puerto de La Luz

El 'Christian Sheid' pidió ayuda para matar al felino que se escapó de su jaula en alta mar

El 'Christian Sheid' en la capital. LP/ DLP

Han pasado muchos años desde que Juan Miranda se pasaba los veranos descalzo, metiendo goles con una pelota de trapo en medio de la calle Portugal, "que por aquel entonces no estaba asfaltada". Las Canteras era el entorno idóneo para aquellos chiquillos que, antaño, encontraban entretenimiento en cosas tan sencillas como la pesca, el fútbol o el margullo en el litoral. No hace demasiado tiempo, mientras navegaba en buena compañía, al ya septuagenario le vino a la mente una anécdota de aquellos días. "Seguro que ustedes no saben algo a lo que se tuvo que enfrentar la Infantería de Marina, aquí, en Las Palmas de Gran Canaria", anunció a sus acompañantes. El inicio de la historia enseguida se traslada a la vivienda de sus vecinos de la infancia en la que tantas tardes pasó y donde tantas veces repitió la misma cantinela: "Don Manuel, por favor, cuéntenos cómo mató al jaguar en el barco".

El teniente coronel de Infantería de Marina, Manuel Aúz, destinado a la capital en 1947, había elegido una casa terrera para criar a su extensa prole, cuyos varios miembros eran amigos de Miranda. "En el interior había un patio, con un jardicinto pequeño y una talla de agua", describe a falta de poder dibujarlo. Precisamente este era el espacio donde, apoyado en una barandilla bajo la atenta mirada de un grupo de niños sentados de cuclillas, el patriarca de la familia relató una y otra vez el momento en el que abatió a un enorme y salvaje felino en pleno Puerto de la Luz.

El 11 de junio de 1949, el barco belga Christian Sheid solicitó ayuda para solventar la problemática que durante dos días imperaba en el buque que navegaba con "una colección de animales", según se hizo eco el diario Falange. El viaje se había iniciado en Sudamérica con rumbo hacia el puerto de Amberes (Bélgica), desde donde después se llevarían a los distintos ejemplares a un parque zoológico de Bruselas. Con lo que no contaba la tripulación es que, antes de eso, un enorme jaguar de dos metros de largo iba a zafarse de su prisión para comenzar un "reinado" de terror en la embarcación.

Pronto la cubierta se convirtió en el territorio de la fiera que tampoco escatimó en maña. Y es que, además de lograr salir de su jaula, consiguió abrir la de algunas aves y monos que le sirvieron de premio culinario por la hazaña y, de paso, contribuyeron a saciar su apetito. En cuanto a los pasajeros, quedaron relegados a sus camarotes y al puesto de mando desde el que pidieron que "varios fusileros acudieran a su llegada para dar muerte al animal".

Según recoge el periódico de la época, el Christian Sheid hizo su entrada en la bahía capitalina a las ocho y media de la mañana del día después del aviso, es decir, el 12 junio. A su encuentro salieron varias falúas entre las que navegaba la de la Comandancia de Marina con fuerzas de Infantería dirigidas Manuel Aúz. Él y el práctico de turno, "el señor José Torrent", fueron de los primeros en subir al barco, mientras en el muelle numerosos curiosos esperaban convertirse en testigos directos de la insólita hazaña. Y no solo en la capital fue un hecho sonado, diarios como The Straits Times (Singapore), Reading Eagle (Pensilvania), The Palm Beach Post (Miami) y The Sunday Herald (Sydney) también informaron del acontecimiento.

Localizar al jaguar les llevó una media hora. "Fueron los monos que no se había comido el animal los que señalaban dónde se encontraba, ya que cuando se les acercaba se ponían a chillar", señala Víctor Aúz, actual cónsul de Irlanda y primogénito del teniente coronel.

Durante un rato intentaron dominar al animal lanzándole "tres pedazos de carne de a kilo" impregnados con veronal (primer sedativo y somnífero). Pero no coló, teniendo en cuenta que con anterioridad se había dado el gran festín con algunos de sus compañeros de viaje.

No fue hasta las 9.15 horas cuando la fiera estuvo por fin a tiro. "Fue mi padre el que disparó", apostilla Aúz. Y lo hizo con un "subfusil de 9 milímetros largo", especifica Juan Miranda, quien cazó de niño con el mismo arma un verano. A pesar de ser disparado, el jaguar aún tuvo fuerzas para correr hacia el interior del buque, aunque no pudo esconderse de la muerte. Fue ese el momento en el que la embarcación belga recuperó la tranquilidad. Ese mismo día, la tripulación desolló al jaguar.

"Es curioso que en el barco no llevasen ningún arma", recuerda el cónsul de Irlanda. Para evitar que la historia se repitiese, de nuevo, en alta mar. Manuel Aúz le prestó su rifle Winchester del calibre 44 al capitán, bajo promesa de devolución a la vuelta. "Así lo hizo y en agradecimiento le regaló a mi padre una botella de whisky que, en aquella época, no era algo común", relata como colofón a un recuerdo del que querían dejar constancia.

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