La Provincia - Diario de Las Palmas

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Historia del escalón de Don Antonio

La Delegación de Hacienda de Las Palmas, a la que yo llegué destinado en el mes de julio de 1990 como delegado de Hacienda Especial de Canarias y delegado provincial de Las Palmas, está ubicada en el número uno de la Plaza de los Derechos Humanos: a unos escasos treinta metros de la Jefatura de Tráfico de Las Palmas.

Estaba por aquel entonces al frente de la referida Jefatura de Tráfico, un funcionario perteneciente al Cuerpo Técnico de Tráfico de una muy alta cualificación profesional y de muy difícil superación en cuanto a personalidad y calidad humana. Se llamaba Antonio Cañas Ortega de 61 años (¡De aquella!), de elevada estatura, pelo blanco como la nieve aunque muy abundante y de formas elegantes y maneras educadas... ¡Aunque de barriga prominente!. (Yo le decía, habitualmente que tenía mucha más apariencia de Gobernador Civil de la época franquista que de Jefe de Tráfico: ¡Para este puesto estaba sobrado de categoría personal y profesional!).

Como consecuencia de la vecindad de oficinas y viviendas (Antonio también vivía en el mismo edificio en el que se encontraba su oficina junto con su encantadora esposa Mily), nos hicimos buenos amigos y habituales conversadores... ¡Porque a Antonio también le encantaba el placer de una informal conversación! Así pues, entre Antonio y yo siempre había una conversación entretenida porque ambos teníamos ideologías bastante diferentes: él es católico y coherentemente practicante, mientras yo me defino como agnóstico, y él es de ideología conservadora por convencimiento y edad, mientras que yo me identifico con las ideas progresistas del socialismo, etc, etc.

A pesar de ello, o quizás por ello, llegamos a tenernos un sincero e importante cariño, hasta el extremo de que cuando se marchó destinado al mismo puesto de Jefe de Tráfico a Girona (junio de 1991) y una vez embaladas todas sus efectos personales de la casa, se quedaron la última semana de su residencia en Las Palmas de Gran Canaria viviendo en nuestra casa, manteniendo entre todos un trato esencialmente familiar... ¡Todos en casa sentimos mucho su marcha a las tierras catalanas!

Debido a la proximidad de nuestras oficinas, pero sobre todo a nuestra coincidencia mental y cariño mutuo, Antonio y yo solíamos tomar café juntos por las mañanas en la cafetería del Hotel Iberia que estaba muy próximo a nuestros lugares de trabajo.

Para llegar al referido hotel desde la Plaza de los Derechos Humanos, era necesaria bajar une escalón de aproximadamente medio metro de altura que, si era incómodo para cualquier viandante, más lo era para Antonio porque, además de su barriguita, era un empedernido fumador que originaba que la agilidad física no fuera una de sus mejores cualidades. Era pues lógico que insistiera en críticos comentarios de dichoso escalón cada vez que lo subía o lo bajaba.

Por esta fecha, abril de 1991, estaba Antonio Cañas remozando la fachada de su jefatura de Tráfico y tenía, por lo tanto, obreros que dependían de él.. ¡Aunque indirectamente! Y a pesar de que Antonio era tremendamente ortodoxo en cuanto a las relaciones institucionales, y contaba siempre que le había reclamado en reiteradas ocasiones al alcalde una modificación del escalón (incomodísimo) que unía las dos plazas, su formalismo institucional nunca se vio correspondido con la más mínima muestra de eficacia.

Así pues, yo le propuse, en uno de nuestros habituales cafés, que le dijera al encargado de la obra que tenía en su Jefatura que le hicieran un escalón sin pedir permiso previo a nadie.

¡Dicho y hecho! El obrero procedió a instalar un práctico escalón en medio del que ya había, con lo que quedaron dos de 25 centímetros mucho más cómodos para el usuario. Pero, comentando la obra con Antonio, yo consideré que el nuevo escalón era demasiado rudimentario y que carecía de la categoría adecuada para ser ordenada su construcción por tal caballero. Por lo tanto, le dije a Antonio: "Si te colocan aquí un par de plaquetas de granito rosa de Porriño en recuerdo de mi tierra gallega, yo me comprometo a ponerte una plaza que diga la siguiente leyenda: "El escalón de Don Antonio".

Antonio Cañas, al que, a pesar de su conservadurismo integral, le encantaban este tipo de detalles espontáneos y heterodoxos, accedió automáticamente a tramitar la colocación de las dos plaquetas de granito y yo comencé entonces, con mi obligación de diseñar la placa prometida y de mandarla confeccionar.

De pronto, y aunque era consecuencia de una petición previa, le llegó a Antonio el nombramiento de Jefe Provincial de Tráfico de Gerona (como él me diría en primera carta desde la provincia de la Costa Brava, "Cap de Transit de Girona"). Era pues necesario acelerar la confección de la placa para llevar a cabo la inauguración antes de su traslado.

Conseguí a través de Paco Vílchez, que tenía en su casa una colección de jarras de cerveza con los escudos de todas las provincias andaluzas, el modelo del escudo de Jaén, que era la ciudad natal de Antonio, y mi buen amigo Pascual Mota, artesano-joyero de profesión, me hizo la referida placa de forma provisional pintando sobre un azulejo blanco el referido escudo de Jaén y la leyenda prometida de "El escalón de don Antonio".

La razón de incluir el escudo de Jaén en el azulejo, era, en parte por ser la ciudad de nacimiento de Antonio Cañas, pero además, porque se trataba de que figurase algo en la placa que no fuera entendido más que por los que habíamos participado directamente en la confección y colocación de la misma.

Asimismo, pensábamos Antonio y yo, cuando dentro de algunos años algún estudioso del origen de los nombres de las calles de la ciudad se encontrase con el peculiar "escalón" tardaría bastante tiempo en identificar el referido escudo hasta que, probablemente, un viejo funcionario de Hacienda o de Tráfico, le explicase el origen tan simple pero tan opaca investigación: "Simplemente fue una simpática ocurrencia de dos ocurrentes delegados (Hacienda y Tráfico) que en su día (hace bastantes años) coincidieron en esta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

A las 8.00 horas del día 21-4-92, requerí los servicios de Cristóbal López Guzmán (magnífico trabajador e insuperable persona, que era el jefe de mantenimiento de la Delegación de Hacienda), y me fui con él a colocar la placa en su sitio pegándola, de forma provisional, con un poco de yeso. Pero como la "inauguración oficial" se llevaría a cabo más tarde, la tapamos con un plástico que retiraría la madrina (Mily) en el momento de la solemne inauguración.

A las 11.00 horas, cité también a Carlos Corrales, jefe superior de Policía de Canarias que también tenía sus oficinas en la misma plaza, así como a los protagonistas Antonio y Mily y nos fuimos a retirar el plástico para proceder a descubrir la artística placa e inaugurar, oficialmente el famoso "escalón de Don Antonio".

Asistimos a tan singular inauguración las siguiente personas:

Joaquín Bobillo Fresco (Delegado Hacienda de Canarias)

Francisco Vílchez Cuesta (Jefe Regional Gestión Tributaria)

Daniel González Morales (Inspector de Hacienda)

Cristóbal López Guzmán (Jefe Mantenimiento)

Carlos Corrales Bueno (Jefe Superior Policía de Canarias)

Fortunato Martínez Cuesta (Secretario General de la Policía)

Antonio Cañas Ortega (Jefe de Tráfico y homenajeado)

Mily (esposa de Antonio y madrina del acto)

El acto de inauguración fue simpático, sencillo y muy natural. Consistió en una simple retirada del plástico, que provisionalmente cubría la placa, por parte de la madrina y acompañado todo ello de largos y naturales aplausos de todos los asistentes. Después de tomar las adecuadas imágenes en un vídeo subiendo y bajando el famoso escalón todos y cada uno de los asistentes, el homenajeado nos invitó a un frugal café en el Hotel Iberia. ¡Y nos volvimos a los correspondientes puestos de trabajo después de los veinte minutos reglamentarios!

Sin embargo, de manera no fortuita, la placa apareció rota a mediados del mes de julio sin que ninguno de los afectados pudiéramos ni imaginar la causa de esa infundada maldad. Pero ello no me desmoralizó en mi intento de perpetuar a mi amigo Antonio en su paso por Las Palmas de Gran Canaria. Me propuse por lo tanto, encargar otra placa de material irrompible: ¡Encargué a una fundición de Madrid una de bronce maciza!

Con Antonio y Mily ya en Girona y gracias una vez más, al eficiente Cristóbal, colocamos la nueva placa de bronce con cuatro seguros tornillos en el muro correspondiente el día 6/10/92 y la cubrimos igualmente con un plástico, hasta el momento de su inauguración que fue el día ocho y a la que asistimos los siguientes:

Joaquín Bobillo Fresco (Delegado AEAT de Canarias)

Daniel González Morales

Cristóbal López Guzmán

Francisco Botana Ballester (Delegado de Hacienda en Tenerife)

Rafael Calatayud Saúco (Subdelegado AEAT de Las Palmas)

Carlos Corrales Bueno (Jefe Superior Policía de Canarias)

Fortunato Martínez Cuesta

Un arquitecto de los Servicios Centrales del Ministerio del Interior que estaba de visita profesional en la ciudad.

En esta ocasión no hubo tomas de vídeo en la inauguración pero sí que hubo las correspondientes fotografías que sirvieron para demostrarle a nuestro querido Antonio Cañas lo perseverantes que éramos sus amigos en la conservación de su recuerdo.

Antonio, de cuyo humor y mi admiración quedan suficientes muestras en este relato, utilizó una fotografía del "famoso escalón" para convertirla en postal navideña con la que nos felicitó las Navidades del año 1992 a todos sus amigos.

Increíblemente, cuatro o cinco días después de la reinauguración de la placa, y en uno de sus habituales paseos por la zona, el entonces almirante de la Zona de Canarias, José Enrique Delgado Manzanares, gran amigo de Antonio y de todos nosotros, me avisó que habían colocado una placa de latón encima de la de bronce del escalón.

Me acerqué al día siguiente y pude con cierta dificultad, retirar la placa indebidamente añadida con el fin de que quedase al descubierto la nuestra de bronce. Sin embargo, al cabo de veinte días, más o menos, apareció nuevamente otra chapa de latón con la desagradable inscripción "RIP", perfectamente grabada y duramente pegada al bronce.

Entonces, ya no me fue posible retirarla, aunque al cabo de unos días desapareció la desagradable placa dejando sobre el bronce bastante pegamento que hacía difícil la lectura de la placa (sin duda retirada por alguien a quien tampoco gustó que hubieran tapado tan simpático recuerdo).

Nunca supimos quien fue el autor de tan reincidente maldad, aunque yo supongo que su actor fue algún funcionario de la propia Jefatura de Tráfico con el que Antonio Cañas, jefe muy serio en el desempeño de su cargo, tuvo problemas al tener que llevar a cabo más de un expediente administrativo.

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