Esté en donde esté, ya estoy oyendo el portazo que ha dado y el mal gesto de su cara al leer esta mi afirmación. Genio y figura.

Algo más joven que yo, sin embargo, Germán ya era una referencia en las organizaciones juveniles de aquella época, cuando empecé a involucrarme en ellas. Y así fue toda su vida: en la Escuela del Profesorado Mercantil, en el Sindicato Español Universitario, en la Delegación de Juventudes, en la Granja Experimental del Cabildo, en la Caja Insular de Ahorros, en la Federación de Futbol, en la Delegación Provincial de Deportes, en la Mutualidad Nacional de Deportes, en el Estadio Martín Freire, en el Real Club Náutico de Gran Canaria, en donde siempre tuvo responsabilidades importantes. Para todos, fue siempre una referencia de honradez, de eficacia y de responsabilidad, que generaba siempre el cariño y el afecto de sus colaboradores y el respeto y la admiración, de nosotros, sus compañeros de trabajo pero, que nos volvía la espalda cuando tratábamos de elogiarle, por sus éxitos, a veces espectaculares. Era alérgico a la alabanza, que no hay que confundir con una modestia congénita.

Era un perfeccionista. Terminada alguna misión que se le había encomendado, cuando comentábamos los aciertos que se habían logrado, haciendo caso omiso a ellos, él sacaba su famosa "chuleta" con la relación detallada y subrayada en diferentes colores, de los errores cometidos.

Por esta su forma de ser, sus virtudes quedaron casi siempre circunscritas al ámbito en donde ejercía sus actividades, de los que le conocíamos, pero a veces, a pesar de sus esfuerzos para evadirlos, le alcanzaba algún reconocimiento público como el de la Dirección General de Deportes del Gobierno de Canarias, con una medalla de oro por su extraordinaria gestión deportiva o la más sorprendente, la medalla concedida por la Federación de Fútbol de Tenerife, caso único de un reconocimiento chicharrero a un canarión de esta isla.

Un hombre con un comportamiento tan estricto, sin embargo, nos sorprendía con frecuencia con bromas llenas de ironía y de humor. Era su vertiente más humana.

Para mí fue como un hermano mayor y exigente, quien, durante tantísimos años de colaboración mutua, ejerció sobre mi conciencia, sin él saberlo, vigilancia y orientación hacia el camino correcto. Kety y todos mis hijos lo apreciaban de verdad.

Su fuerte corazón de atleta (fue un buen corredor de 110 metros valla, además de futbolista en el Sporting de San José) le ha costado pararse, después de unos meses de incomodísima vivencia.

María y Germán José, sus hijos, Sixto, su último hermano vivo y todos sus allegados, saben que cuentan con el recuerdo y el afecto de todos los compartimos con él muchos años de esfuerzos, éxitos y algún que otro fracaso por mi parte.