La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Aquí la Tierra El derecho a la ciudad

Caligrafía

La batería de Las Mesas de San Juan es un lugar estimulante para el paseo, espacio extraño con vistas sobre Las Palmas, uno de sus búnkeres contiene esquemas de tiro redactados con hermosas letras

Caligrafía

Tal vez uno de los sitios por los que menos acostumbran a pasear los habitantes de Las Palmas es la zona de las baterías de San Juan. Al menos por la consulta que hace el reportero en su entorno, de ínfimo rigor estadístico, desde luego, se diría que son pocos los que vienen aquí a ejercer el derecho a la ciudad. Sea como fuere, éste es uno de los lugares más estimulantes de la urbe, uno de sus más poderosos vacíos, un espacio expectante, sin función asignada en la trama urbana, que invita al extrañamiento poético.

Como tantos puestos de control militar abandonados, emplazados en puntos de dominio ocular del territorio, éste, emplazado en la loma del risco de San Juan, se presta especialmente a los placeres de la visión panorámica. Desde aquí Las Palmas parece una extensión descifrable: la mirada experimenta una euforia suave al poder deslizarse con lentitud, con levedad, a lo largo de una imagen continua de la ciudad. El paseante puede experimentar además las radiaciones del tiempo histórico en los dos estratos militares del área: los restos de la Batería de San Juan, construida inmediatamente después de la Guerra de Cuba por temor a una posible invasión norteamericana de las Islas, y los búnkeres abandonados de Las Mesas de San Juan, edificados para defenderse de un ataque británico, para el caso de que España entrara en la Segunda Guerra Mundial junto a Alemania e Italia. Pero junto a las visiones de conjunto, los ojos pueden encontrar deleite también en la variedad de los detalles. Así, al penetrar con una linterna en un búnker semicircular de Las Mesas de San Juan y contemplar con demora la escritura de época que cubre algunos de sus muros desconchados.

Estos textos son indicaciones de croquis que contienen leyendas como "Anteojo Capitán", "Esquema de la Dirección del Tiro con la D. de T. elemental Negrilla" o "Esquema de la Dirección del Tiro con los Equipos de Circunstancia". Según explica Artemi Alejandro-Medina, arqueólogo experto en patrimonio militar, tales esquemas son instrucciones pa-ra usar el telémetro que indicaba la posición de tiro desde la parte superior del búnker. En la infe-rior, donde se encuentran dichas grafías, se hallaba la posición de mando.

Durante aquella guerra, una misión del ejército alemán habría visitado la isla para enseñar a los españoles a sacar el máximo rendimiento de las posiciones de tiro con las nuevas técnicas artilleras. Mientras el arqueólogo desgrana estos datos históricos, que evocan las apetencias de Hitler y Churchill sobre el Archipiélago como punto crucial en la batalla del Atlántico, al reportero le ronda en la mente un enigma de orden menor: el extraño candor infantil que desprenden las letras de los esquemas, trazadas manualmente con tinta negra y de una esmerada caligrafía.

Bien es verdad que el reportero apenas ha visitado búnkeres españoles del tiempo de la Segunda Guerra Mundial, y si ha conocido algún otro no recuerda si tenían algo escrito con trazos caligráficos como estos, en el supuesto de que los tuvieran. El caso es que las cuidadas curvas de las letras y las rectas apenas temblorosas de sus palos, su simplicidad y su punto de inocencia, hacen pensar más en un cuaderno para aprender a escribir que en unas instrucciones para despanzurrar con eficacia al enemigo a base de bombazos.

La pureza elemental del espacio del búnker, su oscuridad y su poder críptico enrarecen más la percepción de estas caligrafías en los muros. En la penumbra que queda entre la oscuridad y el foco de la linterna, las cosas pierden definición, se tornan ambiguas. Una atmósfera propicia para convocar fantasmas e imaginarse a un escribiente que se esmera con el pincel para describir con buena letra el modo de manejo de la más sofisticada tecnología telemétrica de entonces.

¿Por qué no se escribieron estos esquemas y croquis con plantillas tipográficas en una época en que la guerra había alcanzado ya un grado de tecnificación formidable? Y, puestos a hacerlos a mano, ¿por qué se emplearon tiernas caligrafías más propias de aquellos cuadernos Rubio con los que los escolares aprendían a trazar sus primeras letras?

Mientras el reportero se hace estas preguntas, se dice también que ahora, con la hegemonía de los ordenadores, se dibuja un futuro, en algunos lugares ya inmediato, en el que los niños aprenderán a escribir directamente con un teclado. Puede entonces que llegue un día en que sus maestros los traigan aquí no sólo para hablarles de la historia del mundo y mostrarles el paisaje urbano de Las Palmas, sino también para contarles algo acerca del viejo arte de la caligrafía.

Compartir el artículo

stats