Los forenses del Instituto de Medicina Legal de Las Palmas descartaron ayer que el alcohol influyera de una manera decisiva en el crimen del bar de la calle Churruca. La víctima, José Espino Lorenzo, murió en abril del año pasado de una puñalada "rápida y violenta" en el pecho que le alcanzó el pulmón. "Le clavaron el cuchillo hasta el mango", añadieron los médicos para describir la agresión de Humberto Antonio Gutiérrez, conocido como Beto, un camarero de nacionalidad colombiana que es juzgado desde el lunes en la Audiencia de Las Palmas.

Tras la práctica de la prueba pericial, la fiscal Beatriz Sánchez ha elevado a definitivas sus conclusiones provisionales. La representante del Ministerio Público reclama una condena por asesinato con alevosía, pero con la atenuante de embriaguez al entender que Beto bebió esa noche, aunque no hasta el punto de anular la comprensión de lo que hacía. Por eso solicita una pena de 17 años y medio cárcel, dos años y seis meses menos que el castigo máximo previsto para ese delito. La acusación particular, en cambio, no aprecia dicha atenuante, al tiempo que la defensa pide la eximente completa por el consumo de alcohol, es decir, la absolución de Humberto Antonio Gutiérrez o, en su defecto, una pena de sólo cuatro años de cárcel por un delito de lesiones con resultado de muerte.

Sin lagunas tras el crimen

Será el jurado quien determine la culpabilidad o la inocencia del acusado, que desde ayer quedó incomunicado para elaborar su veredicto, pero el informe de la defensa choca con las conclusiones de las forenses que practicaron la autopsia y se entrevistaron con Beto. Las expertas sostienen que se trata de un consumidor "habitual" de alcohol en "grandes cantidades", pero no arrastra antecedentes ni problemas psíquicos derivados de esa dependencia, sino conflictos menores vinculados a la relación con expareja. También asistió a un tratamiento para intentar dejar la bebida que abandonó tras cinco consultas en el ambulatorio.

Las forenses agregaron que Beto no tiene lagunas sobre lo ocurrido ni enfermedades mentales, es decir, las consecuencias de ese alcoholismo son leves, ya que cuando cometió el crimen trabajaba en una churrería, tenía casa y su vida diaria no se veía afectada por el consumo de alcohol. En el momento de los hechos había consumido entre cinco y siete cervezas, pero los forenses rechazan que esa cantidad afectase a sus capacidades hasta anularlas, pues es un bebedor habitual que posee un nivel de tolerancia alto. La acusación particular destacó que el imputado no tiene el perfil de un alcohólico, entre otros motivos porque llevaba una vida ordenada, con hábitos de descanso, y nunca ha sufrido alucinaciones, un cuadro de agitación que está asociado a los alcohólicos crónicos.

Beto ha admitido que es autor de la cuchillada, pero alega que iba bebido y varios parroquianos del bar Santa Bárbara confirman parcialmente esa circunstancia. De ahí que la cuestión a resolver por el jurado se centre principalmente en la influencia de esas cervezas en el crimen, esto es, en la aplicación de una atenuante o una eximente o ninguna de las dos. El jurado, que está presidido por Miguel Ángel Parramón, quedó incomunicado ayer por la tarde. El veredicto se espera para hoy o mañana.