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Del viejo portón al piso nuevo

Los residentes de las casas terreras de Mata reciben las llaves de sus nuevas viviendas en El Polvorín

Michelle, Xerach, Pino y la pequeña Evolet, en el interior del salón de su casa. SANTI BLANCO

"Llevamos esperando por las casas nuevas cuatro años, seis meses y 19 días". Xerach Velasco lleva la cuenta día por día del tiempo que han vivido en alquiler, esperando por las nuevas casas, desde que derribaron los viejos portones de Mata. Ahora espera que en unos dos meses pueda estrenar la nueva a escasos metros de la subida de Mata, en la entrada de El Polvorín, con sus hijas Joana y Evolet y su esposa Michele. A su madre, Pino, también le ha tocado otra casa en el mismo edificio y la misma planta. Vivirán puerta con puerta. En total son 37 las familias que fueron desalojadas de los portones de Mata que han comenzado desde el pasado 9 de marzo a recibir las llaves de sus nuevas viviendas. Durante estos cuatro años han estado viviendo repartidos por la ciudad en casas de alquiler. La mayoría se ha quedado en las inmediaciones de su barrio, pero ha pasado tanto tiempo que han terminado encariñándose con ellas, explica Pino. "Nos dijeron que iban a tardar 18 meses y ya han pasado más de cuatro años", recuerda.

Tienen las llaves pero aún no pueden vivir en ellas porque no tienen luz y agua. Sin embargo, desde hace dos semanas, Xerach y su mujer emprendieron la mudanza y ya tienen colocados algunos muebles. Van de vez en cuando al piso con sus hijas de dos y ocho años y sueñan con lo bonito que quedará cuando acaben de decorarlo.

Xerach nació hace 30 año en las viejas casas terreras de Mata, formadas por portones y cuarterías de lo que fue inicialmente una finca agrícola con más de un siglo de antigüedad. Los más viejos del lugar aseguran que en un principio fueron las cuadras de los caballos del Castillo de Mata, mientras que otros aseguran que eran las cuarterías de las fincas de plataneras. Lo más probable es que unos y otros tengan razón y que el lugar acogiera ambas funciones a lo largo de su historia, hasta que mediado el siglo XX aterrizaron sus últimos ocupantes y los transformaron en viviendas. Xerach vivió de prestado en una de esas casas junto a su madre, Pino, sus hermanos y su tía, bajo la permanente amenaza de un desalojo inminente que finalmente se produjo hace cuatro años. De profesión fumigador en la empresa Rivic, Xerach recuerda con nostalgia su infancia y juventud en los portones, aunque también se acuerda de las termitas y las ratas que corrían por el lugar. A su madre Pino le entra la tristeza cuando se acuerda de su viejo hogar.

"Mi hija tenía cinco días de nacida cuando fui a vivir allí a casa de mi tía. Allí pase más de 26 años y la casa era más acogedora que la que me acaban de dar. Yo la tenía muy bonita, con todo de escayola. Allí crié a mis dos hijos y me daba igual las termitas y las ratas", afirma Pino, que trabajó durante muchos años en el hospital psiquiátrico de El Sabinal. Se queja de que la habitación de sus nietas esté justo a la salida. "Esta casa está mal diseñada. Tenían que haber puesto la habitación de las niñas al fondo, para que no se escapen", bromea.

Como Xerach, Michelle y Pino, la mayoría de los antiguos habitantes de las casas terreras de Mata se concentraron el jueves pasado para ver su nuevo hogar.

Un palacio

Entre ellos estaba Juanito que aún se enfada cuando se refieren a las casas de Mata como cuarterías. "Aquello no era una cuartería, era un palacio. Detrás de mi casa tenía un jardín. Yo no quiero decir que las casas nuevas no estén bien y que había gente que vivía en malas condiciones, pero yo hubiera seguido allí toda mi vida. Mi casa estaba bien y allí viví con mi mujer y mis cuatro hijos", sostiene.

"Recuerdo que el primer día que llegué a la casa, don Francisco Alemán", el encargado, "me dijo que no hiciera nada porque tendría que desalojar la casa de un momento a otro". Pero pasaron más de cuarenta años y fue reformando el hogar a su gusto. Juanito enferma de nostalgia cada vez que se acuerda de ella. Los antiguos portones fueron derruidos en 2011, poco antes de las últimas elecciones municipales y la entrega se produce algo más de cuatro años después, justo cuando se van a celebrar otros comicios, una coincidencia que no pasa desapercibida a los vecinos que exclaman: "Benditas elecciones".

El pasado jueves fue el alcalde Juan José Cardona a ver las casas y hablar con los adjudicatarios. Las casas han supuesto una inversión cercana a los 500.000 euros que han sido cofinanciados por el Ministerio de Fomento (40%); el Instituto Canario de la Vivienda del Gobierno canario (30%); el Cabildo de Gran Canaria y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, con un 10% cada uno. Los residentes han tenido que aportar también un 10%, y pueden optar a la compra de la vivienda por un importe de 4.000 euros.

El solar donde estaban los viejos portones se ha transformado en una zona ajardinada y parte del mismo ha sido aprovechado para ensanchar la vía de subida al barrio de El Polvorín.

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