Agua en el suelo y fuego en el aire. La lluvia no apagó el calor de San Lorenzo, ni de parrillas, ni de fuegos ni de asaderos. Miles de personas se dieron cita anoche en el barrio de San Lorenzo para sentir de cerca el momento que vivió el diácono de la Iglesia en tiempos de los romanos, cuando fue pasado por la hoguera por ser cristiano en Roma, aunque las brasas en esta ocasión fueron los 327 kilos de pólvora que, con la operativa de la pirotecnia San Miguel, estallaron en el cielo de este extrarradio del municipio, convertido el 10 de agosto en cita obligada de vecinos y forasteros de Las Palmas de Gran Canaria. La lluvia caída por la tarde en la ciudad no arrugó a nadie. El pueblo se implicó como siempre con los artistas de los fuegos artificiales.

"El patrón dice que la noche esta tranquilita, pero a ver lo que dice de aquí a la una de la madrugada". Eran las predicciones de Mensy Pérez, vecina de La Majadilla, a menos de tres horas vistas de que la pirotecnia de San Miguel comenzara su espectáculo de fuego.

La neblina se mantenía desde la tarde ofreciendo al barrio un ambiente espectral, pero la lluvia no apareció en el momento cumbre de la madrugada, aunque sí descargó un chaparrón sobre las siete de la tarde y otro minutos después de que Mensy y su marido, José Luis Delgado, acompañados por sus dos hijos y tres nietos, acabaran de llegar a San Lorenzo, que ya olía a asadero, algodón de azúcar y almendras garrapiñadas desde hacía horas.

"Hemos cenado en un restaurante de arriba carne de cabra y carne de cerdo. Ahora nos vamos a relajar un poquito, un baile, llevaremos a los niños a los cochitos y luego iremos al centro de salud para ver los fuegos". Ese era el plan de la familia, que se había encontrado con amigos y que se arremolinaba a la barra de un chiringuito.

Mensy explicaba que lleva viniendo a las fiestas desde que era chica porque su abuela era de Tamaraceite. "Veníamos a las fiestas y al campo de fútbol porque aquí no había entonces nada más". Luego, siguió viniendo de casada y hasta embarazada no faltó a la noche de San Lorenzo. "No hemos fallado nunca. Lo mejor es que te encuentras con la gente que hace tiempo que no ves", relataba. De momento no había coincidido con nadie, pero esperaba la sorpresa. No será el único día que vengan a las fiestas del municipio; la familia, que aún no se ha ido de vacaciones, lleva rondando toda la semana. Hoy estarán en la fiesta del ganado.

El ambiente se vivía anoche en San Lorenzo en la calle, donde los chiringuitos de comida estaban hasta los topes de familias y amigos en las mesas y a pie de barra. En una de ellas se encontraban Daniel Caballero, camarero, y Eusebio Ortega, escayolista. Frente a un plato de chorizo frito y papas tomaban un refrigerio antes del espectáculo pirotécnico.

"El año pasado vino menos gente, como este año cayó la fiesta en sábado y hay poco dinero pues hay menos gente", comentaba Caballero.

Pero en las azoteas también había ambiente. Esas nunca fallan. En la casa de mamá Evita y papá Paco, en manos de Tatiana Iglesias González y Francisco Navarro, también andaban de asadero como manda la noche de la parrilla. La reunión había congregado a menos gente que en la edición anterior, disponer de un día festivo permite estirarse en la madrugada de los fuegos, pero el ambiente era igual que la pasada noche cuando la velada vino cargada de una gran sorpresa y Francisco pidió matrimonio a Tatiana. Y san Lorenzo dio el sí. No lloraba la noche pero algunos de los familiares cercanos no pudieron dejar de emocionarse.

Eran otras lágrimas de San Lorenzo como las que en su interior fluían anoche al recordar, en su primer aniversario, unos fuegos imborrables.

Al cierre de esta edición aún se ultimaban en las laderas de San Lorenzo y en los alrededores de la plaza del pueblo todos los observatorios y los puestos para contemplar el espectáculo. La molesta lluvia en algunos momentos, poco más que el suelo humedecía. El cielo estaba tan ardiente como cada madrugada de San Lorenzo.