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Agosto en la Capital Clásicos de Las Canteras

"A veces la playa está irreconocible por la arena acumulada"

Carlos Roig es dueño del quiosco de Santa Catalina y afirma que "es un lujo vivir aquí" porque se puede aprovechar todo el año la playa

Carlos Roig en Playa Chica, su zona favorita de la playa. LP / DLP

¿A qué se dedica actualmente?

Soy el dueño del quiosco del parque Santa Catalina. Lleva casi 60 años allí, aunque yo lo heredé de mis padres hará 18 o 19 años. Es muy tradicional y conocido en la capital por estar en un sitio tan céntrico.

¿Qué supone vivir tan cerca de La Canteras?

Es un lujo. Realmente es un privilegio vivir aquí, el aire que se respira, las vistas, la no contaminación que existe en la avenida y en la playa. Si lo aprovechas durante todo el año, que se puede, es un gusto. Bañarte todo el año, la temperatura del agua es más que aceptable, en invierno igual hace sol y puedes aprovecharlo. Darte un baño es empezar el día de otra manera.

¿Usted lo aprovecha?

Sí. No todos los días pero si bastantes. Normalmente la vida playera es todo el año, a poco que esté el tiempo bueno, incluso nublado o lloviendo, da gusto bañarse.

¿Ha cambiado la zona?

Sí, ha cambiado. Yo por ejemplo creo que hay muchas sillas y sombrillas pegadas a la barandilla, casi no tienes sitio ni para asomarte, aunque entiendo también a los comercios. Ha cambiado el paseo, ha cambiado el paseante, y la playa en particular también está cambiando, a peor por desgracia, a causa de la acumulación de arena. A veces está irreconocible por eso.

¿Qué es lo que más extraña?

Cuando era más jovencito recuerdo los partido de fútbol, nos reuníamos aquí en Playa Chica y a partir de las 19.30 aproximadamente, cuando la gente se marchaba. Claro, no había ni mesas ni sombrillas, no había comercio ninguno y la gente se asomaba la barandilla del paseo para ver cómo jugábamos a fútbol. Yo lo que echo de menos son las reuniones en la playa con la pandilla, encuentros que duraban hasta las 11 o 12 de la noche. Tus padres no se preocupaban porque sabían que estabas con los vecinos.

¿Cree que la playa ha dejado de ser familiar?

Sí, un poco sí, los tiempos han cambiado. Nuestros padres ya no vienen tanto y fueron ellos los que crearon la tradición. Ha venido gente nueva al barrio, mucho extranjero y en ese sentido sí ha perdido identidad.

¿El recuerdo más memo- rable?

La Policía Local. Siempre que veníamos a jugar a la pelota, los guardias no nos dejaban porque había mucha gente. Veías a la policía persiguiéndonos y nosotros nos tirábamos al agua para que no nos quitaran pelota. Lo mejor es que se quedaban esperando en la orilla a que saliésemos. Era gracioso.

¿Algún personaje épico?

Siempre recuerdo al hombre que vendía helados, no recuerdo su nombre pero era mítico siempre cargando con los helados. También había un señor, no se si falleció, que cogía las pesas que estaban en la calle, esas que eran súper pesadas, llevándolas y trayéndolas al hombro y el vendedor de barquillos que también era mítico con su traje blanco y su cesta.

¿Qué tradición mantiene?

Comer el membrillo en la playa. Es una fruta muy áspera, por eso para comerlo lo metíamos en el mar.

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