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Ramón Echarren y los laicos-as

Para él la justicia debida a los empobrecidos era una consecuencia lógica de su ser cristiano, de ser discípulo de Jesús

Ramón Echarren y los laicos-as

Ya hace un año que partió a la casa del Padre, y seguimos recordando el gran impulso que dio al laicado fomentando su participación y formación.

Para Echarren, la participación de los laicos y laicas en la estructura diocesana, no era "porque los curas declinen el poder en los laicos, ni organizar democráticamente el poder en la Iglesia diocesana, sino que la incorporación a una auténtica responsabilidad eclesial es la concreción de nuestra comunión con todos aquellos y ante todos aquellos". Desde esta perspectiva puso en marcha diferentes ámbitos de coordinación: los arciprestazgos, las delegaciones diocesanas, el Consejo Pastoral Diocesano, impulsó lo movimientos apostólicos... todo ello para que se pudiera ejercer la responsabilidad y corresponsabilidad laical en mutua colaboración con el ministerio pastoral, desde la coordinación y elaborando programaciones centradas en "la pastoral por objetivos" con orientación eclesiológica que expresara la Iglesia que queríamos ser: Iglesia comunidad, Iglesia Servidora, Iglesia Evangelizadora e Iglesia Orante.

En relación a la formación decía que "el que se forma, transforma: el que no se forma, se conforma y deforma la realidad". Para Ramón era imprescindible para ejercer un servicio coherente y elocuente, al Evangelio y a la evangelización, de y en la comunidad cristiana. Era la forma concreta para dar respuesta al momento presente, sin ella la acción misionera no tendría continuidad y la actividad pastoral sería superficial. Por eso la formación tenía que ser integral: misionera, catequética y pastoral. No bastaba con renovar un aspecto, sino que, para los tiempos actuales, se requería un tratamiento evangelizador diversificador: a cada circunstancia deben corresponder actitudes apropiadas y medios adecuados para responder mejor a la misión encomendada.

Además debe conducirnos, por una parte a un descubrimiento progresivo del auténtico significado de la fe cristiana, que nos capacite no sólo para conocer intelectualmente, sino también para vivir con gozo aquello que se va descubriendo; y por otra, a la adquisición de unos criterios claves de análisis de la realidad, que tengan en cuenta la enorme complejidad de la situación social, política y económica, y permitan a los creyentes situarse en ella de tal modo que sus esfuerzos por la transformación de esa realidad no resulten infructuosos o hagan el juego a los intereses de los poderes dominantes. La consecución de estos objetivos era la mejor manera de comprender el mundo, comprometerse con él y transformarlo a la luz del Evangelio.

Desde esta perspectiva se entiende que para él la catequesis de adultos tuviera un papel fundamental y que había que dedicarle los mejores recursos humanos y materiales; y un presupuesto básico para los movimientos, comunidades y para la educación cristiana en asociaciones.

Por último resaltar su gran preocupación por la justicia social, para él la justicia debida a los empobrecidos era una consecuencia lógica de su ser cristiano, de ser discípulo de Jesús, porque para él: "Todo cristiano, por el hecho de ser discípulo de Jesús, ha de ser un voluntariado en el campo de lo social".

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