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Aquí la Tierra Paisaje planimétrico

El puzle del mundo

Todo es enigma en la denominación de este accidente geográfico, hasta su mismo origen

El puzle del mundo

Cada punto del planeta es diferente a cualquier otro, pero el mapa de un punto cualquiera es, en cierto modo, un resumen de la totalidad, una representación del mundo a pequeña escala. Así, la imagen cartográfica de este pequeño volcán en forma de herradura que intersecta la carretera de Nueva Isleta a Las Coloradas. Accidente insignificante, este modesto abombamiento del relieve, de 70 metros de altura, tuvo un nombre, Montañeta de Las Mentiras, pero fue olvidado durante mucho tiempo. El lugar permaneció así, sin nombre, en la cartografía de Las Palmas y el nombre careció de lugar en ella, hasta que el geógrafo Álex Hansen Machín recuperó este último en uno de sus mapas de los volcanes de La Isleta.

Montañeta de Las Mentiras. El primer mapa que recoge el topónimo es el de Antonio Riviere, de 1742, seguido del de Francisco Coello, de 1849. Después, misteriosamente, el volcán se queda sin nombre en las numerosas representaciones cartográficas posteriores hasta 2010, cuando Hansen, que se apoya en aquéllos, lo recupera en uno de los mapas de su libro Volcanología y Geomorfología de La Isleta.

Con todo, no es seguro que el nombre coincida con el objeto originario. El propio Hansen reconoce que el topónimo, con el que designa al extremo sudoccidental de la alineación volcánica de El Vigía, tal vez no se corresponda con el cono que Riviere y Coello describen sin curvas de nivel y sin la precisión de escala de la actualidad. Es más, puede incluso que la primigenia Montañeta de las Mentiras esté hoy sepultada bajo las construcciones del barrio de La Isleta.

Todo es enigma en este nombre, hasta su mismo origen. Nada se sabe acerca de los motivos que llevaron a bautizar a este lugar como Montañeta de las Mentiras. Lo único que se puede decir a ciencia cierta es que, cuando Antonio Riviere dibujó su mapa y cuando Francisco Coello realizó el suyo, La Isleta no era aún un lugar habitado, si se hace excepción de los moradores de las tres o cuatro chozas que había en la orilla del mar. Fueron estos, o los pastores, cazadores y recolectores de leña que frecuentaban la zona, quienes probablemente dieron su nombre a la pequeña montaña.

La forma de herradura del volcán, abierto hacia el sudoeste a favor de la pendiente, se encarta en el juego de espejos del paisaje. Ahora, con la desaparición cíclica del sol tras el horizonte, y, en los tiempos en que se le bautizó como Montañeta de Las Mentiras, con la subida de la marea que convertía a la Isla en dos islas. No lejos de aquí, además, estaba a la vista una necrópolis prehispánica, descrita a finales del siglo XIX por la viajera Olivia Stone y hoy cubierta por el crecimiento urbano, que provocaría entre los pastores, los cazadores, los recolectores de leña y los habitantes de la orilla toda clase de prevenciones. Avezados conocedores del terreno, unos y otros, seguramente sabrían que las marcas funerarias de las tumbas aborígenes estaban realizadas con piedras de la Montañeta de Las Mentiras.

El mundo no está constituido sólo por islas, continentes y países, sino también por estas manifestaciones geográficas menores. De este pequeño volcán se puede decir, además, que otros lugares no existirían o existirían con una forma distinta sin él: la cuantiosa lava que vomitó llegó hasta La Puntilla.

Los mapas del libro de Hansen contienen también otros nombres que habían desaparecido y que el geógrafo recuperó. En el extremo opuesto de la alineación volcánica de El Vigía, en dirección noreste, el científico designó a otro pequeño volcán como Tabaiba dulce, actualización del Atavaiba dulce del mapa de Antonio Riviere. En todos los puntos operó igual: caminó, usó la base cartográfica del Cabildo de Gran Canaria, consultó distintos archivos de fotografía aérea y se sirvió de los modernos sistemas de georreferenciación que ofrecen los sistemas de información geográfica. Pero en este caso, a diferencia de la Montañeta de las Mentiras, encontró una evidencia que explica el nombre: en la zona pervive aún la tabaiba dulce.

Perdida y recuperada para el puzle del mundo, la historia de la Montañeta de Las Mentiras, la del accidente volcánico originario, o la del que se queda con su nombre, tiene el perfume de los cuentos de Borges.

Como en estos, en ella se pone de relieve que el viejo arte del mapa tiene que ver tanto con la capacidad de descubrir como con la astucia de cubrir. Pertrechado con sus herramientas de cartógrafo, Álex Hansen sube a la Montañeta de Las Mentiras, realiza sus mediciones, y desciende de ella con una verdad geográfica.

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