¿Cómo surge hacer un libro con los papagüevos como protagonistas?
Surge porque soy la presidenta de la Asociación Jolgorio, que es la asociación canaria amigos de los papagüevos y justo este año se cumple el décimo aniversario desde que estamos organizando el encuentro de Guanarteme, que se hizo para recuperar la tradición que se estaba perdiendo y que trata de reunir en un mismo día a papagüevos de distintas partes de la Isla y hasta del Archipiélago y la Península. Pensamos que como broche de oro a esta celebración podíamos publicar un libro que recogiera tanto fotografías, como una parte histórica en la que se explica de dónde procede esta tradición, a través de dónde nos llega, desde cuándo hay constancia de ella... y plasmarlo por escrito porque no hay ningún libro que hable sobre los papagüevos. Había algunos artículos en Internet, pero nada en papel.
¿Han tardado mucho?
Pues algunos artículos ya habían sido publicados, pero la mayoría son inéditos. El proceso de trabajo del libro empezó hace justo un año, cuando le comenté por primera vez el proyecto a Santiago Artiles, que también colabora en la publicación y había sido pregonero del encuentro y siempre me ha ayudado en todo. Porque soy abogada, no me dedico a esto y de publicación de libros no tenía ni idea [risas]. A partir de ahí empezamos a caminar, con tan buena suerte de que a la gente que se lo proponíamos le gustaba un montón la idea y aceptaron participar.
¿Cuántas personas han hecho posible esta publicación?
En total somos 16 personas las que hemos colaborado en la publicación. Entre ellos están Alfredo Ayala, Arístides Moreno, Eusebio M. Barroso, Gustavo A. Santana, Javier Darriba, Javier Estévez, Jesús Puente, José Fernando Moreno, Juan José Laforet, Juanfra Rodríguez, Kiko Barroso, Santiago Gil, Juan Sebastián López, Sergio Aguiar, Sergio Miró y Valentín Barroso. Me gustaría resaltar que absolutamente todos han colaborado de forma desinteresada.
¿Cuál es el verdadero origen de los papagüevos?
Los orígenes vienen de los gigantes y cabezudos de la Península. De hecho, aquí tenemos fotografías antiguas de finales del siglo XIX en las que los gigantes que aparecen son muy parecidos a los de hoy en día en la Península. Sí que es verdad que luego los fuimos adaptando a nuestra idiosincrasia. Las caras nuestras son mucho más grotescas, los brazos no tienen forma, las telas son más descuidadas y hasta los bailes son más a lo loco. Aquí empezaron a aparecer en la festividad del Corpus y después dejan de asociarse al tema religioso y aparecen en otras festividades más populares.
¿Cómo ha sido su evolución?
Yo creo que se han ido desdibujando, por decirlo de alguna forma. En el sentido de que no están tan bien hechas la caras, que empiezan a ser más grotescas y los rasgos no están tan bien definidos como en los gigantes. Si tú comparas los gigantes de la Península, donde sobre todo hay tradición en el norte, realmente son como Barbie y Ken, pero en grande [risas]. Están muy bien realizados, las manos están hechas del mismo material que la cabeza, los cuerpos tienen formas. Y si comparas el vestuario que llevan los gigantes allí, es más elaborado, porque aquí a veces son retales sobre las estructuras para que no se vean las maderas. En ese sentido somos menos formales.
¿Quedan artesanos en la Isla que los sigan haciendo?
En el sitio donde más tradición hay, y de hecho en el libro le dedicamos un capítulo, es en Agaete. Allí es donde hubo y donde sigue habiendo artesanos que se dedican a hacer las cabezas, y así son de espectaculares. De todas formas, aquí hay muchos papagüevos que han venido de la Península. Los de Guía, por ejemplo, fueron comprados a la empresa catalana El Ingenio y los nuestros de Guanarteme fueron adquiridos en Valencia. Luego se han hecho aquí también con cualquier cosa, entonces los tienes desde los muy elaborados por artistas hasta otros hechos por los padres para que sus hijos los bailen. Es lo bueno que en los papagüevos: cabe todo.
¿Cuál es la situación actual de esta tradición?
Pues mira en estos diez años ha habido de municipios como Teror, donde prácticamente habían desaparecido, y que ahora tienen una plantilla de 40 papagüevos y casi todos de reciente creación. También los hay nuevos en San Cristóbal y en La Isleta. En Bañaderos tienen unos espectaculares, hechos por José Luis Hernández Moreno, que es un artista. Lo bueno que ha tenido el encuentro de papagüevos es que en muchos barrios se han organizado talleres y se han hecho nuevas figuras. Además, en Fuerteventura, donde habían desaparecido prácticamente, han organizado sus propios encuentros y tienen unos 30 papagüevos en toda la isla. Y eso es una satisfacción, la verdad.
¿Los hay en otras islas?
Que yo sepa, Lanzarote y La Palma también tienen papagüevos. Tenerife tiene pocos y La Gomera y El Hierro lo desconozco. Eso sí, Gran Canaria es donde hay más tradición.
¿Qué representan los papagüevos en las fiestas?
Pues antes en casi todas las fiestas había presencia de papagüevos, así que la gente los asocia a la infancia y a los buenos recuerdos. Luego como figuras, en Agaete, por ejemplo, es tradición que los papagüevos sean vecinos del barrio. Inicialmente, cuando el Corpus, los gigantes representaban cosas como el bien y el mal, después las razas del mundo. Era algo así como más trascendental. Pero en la actualidad en Agaete sí que representan a la gente del barrio, que tenían la tradición de retirarlos cuando esas personas fallecían. Sin embargo, Meggie, que es una americana que vivía en Agaete, pidió que aunque ella muriera su papagüevo siguiera bailando y a partir de ahí otros vecinos han pedido lo mismo. Esa es una peculiaridad de Agaete.
¿Hay alguna otra curiosidad que se pueda saber antes de leer el libro?
Hay tanta pasión con el encuentro de papagüevos que hace un par de ediciones los de Schamann vinieron caminando desde allí para participar. Este es un acto que se realiza con financiación privada porque en diez años no hemos tenido ayudas públicas y todo el mundo que participa o colabora lo hace de forma desinteresada.
