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Entrevista.

Julio Sánchez Rodríguez: "Tuvimos una infancia feliz y sin traumas; éramos los dueños de la calle"

El sacerdote celebra sus bodas de oro con una misa en el Corazón de María

Julio Sánchez en su domicilio. JOSE CARLOS CASTRO

El sacerdote, investigador e historiador grancanario Julio Sánchez Rodríguez celebra mañana, sábado, con una misa a las 19 horasen la parroquia del Corazón de María, el 75 aniversario de su bautismo y los cincuenta años como sacerdote, doble acontecimiento que quiere compartir con su familia, con los parroquianos, compañeros y amigos del barrio, antiguos alumnos y condiscípulos del Colegio Corazón de María y con la comunidad de misioneros claretianos.

Ejemplar y admirable es el trabajo realizado por Julio Sánchez para quien Dios ha sido grande, de lo que puede dar fe quien esto suscribe, compañero y amigo de Julio desde la más tierna infancia en el barrio de Arenales.

"Salvo un curso que por enfermedad estudié en el Colegio La Salle de Arucas, siempre mi colegio fue el Corazón de María", relata el sacerdote.

Julio Sánchez nació en Arucas, pero vivió en Las Palmas de Gran Canaria. En la conversación, rebosante de afecto y familiaridad, se sucedieron recuerdos "el gran impacto que supuso estudiar con el Hermano Saturnino, en la primera clase, y cómo nos dolió su muerte". Continuamos hablando del Hermano Muro y don Antonio Romero, en la segunda; de don José Cardoso, que aún seglar era responsable de la clase tercera y, además, nos preparó para la primera comunión; del hermano Girón, en la cuarta; y del padre Sánchez, en la quinta.

"Fue una infancia tremendamente feliz, y sin traumas", señala Julio Sánchez. "Éramos los dueños de la calle, donde jugábamos al fútbol, a las chapas -de cloaca a cloaca-, a calimbre, al escondite, al teje. Nadie nos molestaba. De vez en cuando aparecía un guindilla, y echábamos a correr. Organizábamos guirreas con los chiquillos que bajaban, para buscar pelea, procedentes del Risco de San Nicolás, San Lázaro, Cuevas del Provecho, San Antonio o barranquillo de Mata. Los partidos de fútbol en el Campo de La Mina, solares donde más tarde se construyó el Cine Capitol y el barrio que se formó en sus aledaños, en las proximidades del taller de Mastro Isidro Godoy".

"Mis primeros y mejores amigos", recuerda emocionado el sacerdote, "fueron Eladio Lleó, Juan Miguel González, Suso Mariategui y Paco Moreno Marín". "¡¡Y las peregrinaciones marianas en bicicleta que inventó el Padre Sanz en 1954 en paseos que nos llevó a visitar los santuarios marianos de Teror, Candelaria de Ingenio, Santa María de Guía?!!", apunta.

Era otra vida, se cultivaban otras costumbres.

En mi casa se rezaba todas las noches el Rosario y participábamos mi madre -que era quien lo llevaba- mi tía Pino, mis hermanos, mi padre y yo. Finalizado el Rosario mi padre oía "el parte" que emitía Radio Nacional. Cuando él se iba a acostar, yo cambiaba el dial y buscaba Radio Moscú, Radio Praga o Radio España Independiente "Pirenaica". Una noche, mi tía Pino me dijo que escuchar esas emisoras era un pecado que me lo tenía que confesar; y lo confesé con el Padre Alonso, y sabemos lo buenazo que era aquel padrito que sólo me dijo que tuviera cuidado. La familia, en primer lugar, pero el Colegio Corazón de María y los "padritos" influyeron muchísimo en mi vida de piedad".

"Mi padre nos llevaba en coche a todas las fiestas: Jinámar, a la Concepción, que además era el día de la onomástica de nuestra madre; San Juan de Arucas, Moya, Teror, donde mi padre poseía un pozo".

¿Cuándo decide hacerse sacerdote e ir de misionero?

Al finalizar sexto y reválida. No hice preuniversitario. El padre Crespo, que era leonés, de Riaño, influyó en mí para irme de misionero. Fuimos tres: Manuel Rodríguez -murió de un infarto-, José Antonio Santana, que está actualmente en Orinoco, Venezuela; y yo. Los tres terminamos y nos ordenamos sacerdotes. Manolo se secularizó más tarde y se quedó a vivir en Madrid. Yo me fui de claretiano porque quería irme de misiones a África y América.

Estudiando Teología en Salamanca lo nombraron delegado del Movimiento Ecuménico de los Seminaristas.

Este movimiento pretendía hacer vivir el espíritu ecuménico del Concilio Vaticano II. Teníamos una revista que nos produjo graves problemas.

¿Qué problemas?

La revista se llamaba "Salamanca 64", la editábamos a multicopista y remitíamos ejemplares a todas las comunidades de la Congregación en España, Europa, América, África, Asia y Oceanía. Nuestro lema era "Adaptarse o morir". Armó tal revuelo que provocó el desplazamiento desde Roma del padre Peter Schweiger, Superior General de los Misioneros Claretianos que se reunió con los cinco responsables que le explicamos que nosotros queríamos llevar el mensaje del Concilio. La revista sólo tuvo un número.

Hasta que llegó el gran día de la ordenación sacerdotal...

Fue en Salamanca, el 11 de julio de 1965, festividad de San Benito. Fuimos un total de 44 de toda España, entre ellos el padre Carlos Mateos Cifuentes, y nos ordenó el arzobispo don Juan Manuel González Arbeláez, titular de Oxirinco. Estuvieron mis padres José Sánchez Peñate y Concepción Rodríguez Henríquez que, al día siguiente, en mi primera misa que celebré en la capilla del noviciado de las Monjas Dominicas Canarias de Salamanca, llevaron las ofrendas del pan y el vino. El día 15 de agosto celebré mi primera misa solemne en la parroquia del Corazón de María, en Las Palmas de Gran Canaria, interpretada por un coro en el que cantaron Suso Mariategui, Paco Kraus, Armando Campos, dirigidos por el padre Mariano.

Permaneció dos años en Gran Canaria, luego ejerció en Sevilla, hasta que regresó definitivamente a Las Palmas y monseñor Echarren lo incardinó en la Diócesis de las Islas Canarias, donde ha realizado, y realiza, una inmensa labor sacerdotal -reconocido como excelente confesor y consejero-, además de investigador con amplísima y valiosa producción bibliográfica. "Trabajar con madurez, sentida y vivida, fue con don Santiago Cazorla, a quien considero mi maestro", afirma.

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