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100 años de amor a la madera

La ebanistería Hermanos Socorro, en Vegueta, recibirá una placa conmemorativa por el centenario que lleva elaborando muebles con materiales que llegan de todo el mundo

Servando Socorro muestra cómo funciona una de las máquinas que adquirió su padre en 1945 y que aún tiene en su taller de ebanistería centenario. YAIZA SOCORRO

El sector de la carpintería destinaba un 75% de su producción al equipamiento de obra de vivienda nueva, por lo que tras el estallido de la crisis ha hecho que sea uno de los más afectados. También es el caso de los carpinteros ebanistas, "los artistas de la madera", explica Servando Socorro, que trabajó más de 70 años dando forma a butacas, sillas, mesas, muebles o relojes de madera.

La carpintería es uno e los oficios más antiguos, y en Vegueta, en la calle López Botas, la ebanistería Hermanos Socorro tendrá una placa para conmemorar sus 100 años. Fundada por el padre de Servando, Bernardo Socorro, el taller abrió en un edificio del siglo XVIII en 1915 y cesó sus actividades en 2012. El arte del ebanista, como el del carpintero, exige práctica en el taller, para dar formas a los caprichos de la moda, dependiendo del estilo que se busque.

"Mi favorito es el inglés", asegura Servando, que tiene muestrarios de diseños del siglo XIX y bromea diciendo que "el corte francés no llega a la altura del ingles". Servando era el pequeño de los tres hermanos que heredaron el taller de ebanistería, unos "enamorados de la carpintería", y reconoce que su hermano mayor, Antonio, era el "más artista de todos". Sus obras de madera están talladas con detalles al milímetro, al estilo francés, inglés o alemán.

Servando remarca que su padre era un arquitecto sin título que decidió dedicarse a la ebanistería, y que al principio no quería que ninguno de sus hijos trabajase en el negocio por los continuos accidentes que se producían en el taller. "La maquinaria es muy peligrosa, pocos llegan a mi edad con todos los dedos", advierte, y recuerda un incidente que se quedó en anécdota. "Un profesor vino a visitarme al taller, y cuando fui a buscar la madera para mostrarle cómo funcionaba la máquina, metió el dedo en ella. Por suerte sólo se limó la piel, pero sangraba".

Las maquinas del taller las adquirió su padre en 1949 por 55.000 pesetas "de las de entonces". Un tupi, "o trompo, como decimos los canarios", un sin fin, un universal y el afilador. Servando recuerda que fue un "desembolso en la época". 66 años después siguen funcionando.

"Pero la maquinaria solo corta madera, el arte lo pone el ebanista", remarca Servando, que expone que su oficio le exige saber diseñar, tallar, cortar, escalar y seleccionar maderas. Esta última es "la más importante", explica. En Hermanos Socorro trabajaron maderas como la caoba, cedro, roble, barbusano, bitácora o morera, entre otras. La selección era el primer paso, después venían semanas de trabajo para realizar las piezas. "Es un trabajo laborioso, pero es arte", expone.

Los muebles de Hermanos Socorro han llegado a casi todos los continentes. En un esfuerzo de memoria, Servando relata como recuerda enviar una pareja de butacones de estilo inglés a Manhattan (EE UU), Londres (Inglaterra) o París (Francia). "La familia que viajaba al extranjero se llevaba fotos de nuestros muebles y las enseñaban por ahí", y así llegaron a exportar sus piezas.

Servando tiene buenos recuerdos del taller, donde llegaron a emplear a cinco personas, pero que tras el fallecimiento de su hermano Antonio, en 2009, y la falta de herederos, cerró en 2012. "El futuro de la carpintería está en peligro", comenta, y añade que "tras el cierre queríamos hacer una escuela de ebanistería, pero según los políticos no tienen dinero para fomentar esta práctica".

El taller de Servando se ha convertido en un refugio de lo que fue antiguamente la ebanistería. La maquinaria antigua, maderas por todas partes y muebles con más de 100 años. En el despacho, Servando tiene una mecedora de 150 años, butacones del estilo francés de 100 años, sillones Luis XV, muebles de corte inglés de 90 años y hasta un reloj de madera del siglo XIX que aún funciona. El ebanista lamenta que la sociedad actual no valoré el trabajo que lleva hacer un mueble de madera enmalletada, "sin un tornillo".

"Los muebles de hoy no son arte", explica Servando, que recuerda que uno de cedro, o de roble, lo heredan los nietos de quien lo compra. "Son obras de arte que duran más que la vida de uno".

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